Texto: Ángeles Smart | Fotos: Osvaldo Peralta
Walter Benjamin recoge la leyenda sobre la estatua de la diosa Isis cuya inscripción decía: “Soy todo lo que ha sido, es y será, y jamás ningún mortal ha corrido mi velo”. El desafío consiste en desafiar la idea. Algo de esa seducción es la que parece hacer tan atractivas las figuras difusas y brumosas de la artista plástica Bea Taverna.
Walter Benjamin recoge en el libro que escribió sobre el teatro barroco alemán la leyenda que transmitieron Plutarco y Proclo sobre la estatua de la diosa Isis que se encontraba en la ciudad egipcia de Sais y que tenía la siguiente inscripción: “Soy todo lo que ha sido, es y será, y jamás ningún mortal ha corrido mi velo”. Todos interpretaron y también supieron que quien se atreviera a develar la imagen sería inmediatamente destruido. Así, el fuerte magnetismo que ejerce sobre nosotros aquello que nos esquiva y elude, encuentra desde tiempos antiguos documentos que lo atestiguan y disculpan.
Algo de esa seducción es la que parece hacer tan atractivas las figuras difusas y brumosas de Bea Taverna, artista plástica de Villa La Angostura que después de dedicarse muchos años al diseño gráfico y artístico, volvió al interés que desde chica sintió por la pintura y que la hizo transitar su infancia y adolescencia en clases y academias de arte. Así desde hace unos años, ya plenamente radicada en el sur y alejada de las revistas culturales y de moda, se volvió a conectar con la pintura y el disfrute de la creación: “Cuando estaba embarazada de Francisco, mi primer hijo – nos cuenta mientras este mismo Francisco y su hermana Josefina juegan en el jardín- volví a retomar la pintura. Hoy soy madre y pinto. Tengo mi taller en casa y todos los días trabajo en mis cuadros mientras la arreglo y pongo en orden. La pintura es parte de mi rutina, no hay un día que no pinte”. Sus primeras obras las mostró en El Mercado, el paseo de arte, compras y gastronomía que con su estilo donde lo nuevo y lo antiguo se reciclan en un hoy lleno de colorido y buen gusto, dieron a sus flores, bosques y mujeres el contexto ideal para ser contempladas y apreciadas.
La buena recepción y demanda que han generado sus obras, de las que sólo algunas veces disfrutan los artistas, tal vez tenga que ver con esa reivindicación de la mera existencia que indirectamente se trasluce y adivina en ellas. Porque en sus pinturas no vemos nada relacionado con los detalles intrascendentes de la vida de todos los días, detalles que nos rodean y ocupan nuestras horas: no hay obligaciones, ni quehaceres, ni pormenores prosaicos ni tareas ordinarias. Pero tampoco está lo otro. Ni lo extraordinario, ni lo infrecuente, ni lo maravilloso son motivo de sus pinturas. De lo que se trata es de las figuras de siempre pero capturadas en su puro estar ahí, justificándose a sí mismas y rodeadas de un halo de lejanía y misterio. Como si todo lo viéramos en un día de lluvia, a través de una nevada o inmerso en la neblina de las altas cumbres. En “Piensa” [30 x 40 cm., técnica mixta, 2017] una mujer con el pelo al viento y el vestido en láminas que parece volar, se nos acerca con un paso decidido pero etéreo. Los pliegues del vestido invaden la pintura y salen hacia atrás y del contorno del marco, se cuelan más allá, como si fueran vapor que todo lo impregna y atraviesa. Y cuanto más viene hacia nosotros, más parece alejarse; altiva, impenetrable, indiferente al entorno. El efecto procede de la técnica: “Trabajo en húmedo, juego mucho con las pinturas, armando formas, chorreándolas; casi nunca uso pincel, reciclo la pintura, sea tinta, óleo, acrílico o látex, voy trabajando con la misma humedad, antes de que la seque el clima de esta zona. Uso mucha materia, también diluyentes y agua para lograr que los colores se mezclen y no se mezclen al mismo tiempo. También reutilizo la pintura seca que ha quedado en la mesa, la saco con espátula y la vuelvo a volcar, así dura y definida, sobre lo que estoy pintando, a veces se convierten en sombreros, otras en vestidos”. Las tonalidades fuertes y saturadas, en este caso, turquesas, negras, doradas, verdes, marrones, rojas, blancas y rosas, se suceden y superponen, armando una composición compleja e intrincada.
Cuenta que en un primer momento ensayó incrustar pequeños objetos en los cuadros, pero que finalmente su intención se fue resolviendo en poner materia y más materia. De ahí el relieve que impera y el juego de sombras que las distintas consistencias van logrando. Si bien “Tímida Josefina” [16 x 55 cm., técnica mixta, 2017] parece confeccionada con flores de gasa o papel, es el efecto de verter la pintura apoyando directamente el pomo de la misma sobre el soporte de madera. Por otro lado, “Ella baila” [20 x 45 cm., técnica mixta, 2017] con su lluvia de perlas blancas y partículas de rocío, nos recuerda que la pintura también tiene cuerpo y volumen, espesor y densidad. La tensión entre la concentración de lo “matérico” con la sutileza de una línea esfumada que casi no se percibe, generan ambigüedad y equivocidad en nuestra percepción, quedando ésta detenida y como en suspenso. El tema de lo femenino, el cuidado de la estética, el gusto por los adornos y la complacencia en las distintas texturas, tramas y materiales podrían explicarse por sus años dedicados a las revistas para mujeres y de moda. Y evidentemente su muestra individual “Las mujeres de mi vida” en la galería de El Mercado, no sólo implicó un homenaje artístico a todas esas figuras femeninas que influenciaron en su vida, “mujeres alegres, apasionadas, inspiradoras, fuertes, guerreras, luchadoras, sinceras”, sino también una conciliación entre su pasado laboral, exterior y citadino, y su hoy más íntimo y sosegado, de cultivo y cuidado de la vida en su configuración más pura.
“Aída” [30 x 40 cm., técnica mixta, 2017] nos muestra a una mujer también con los cabellos sueltos y tupidos, en tonos de cobre y dorado, que vuelan como si los hubiera agarrado el viento patagónico; su vestido, por el contrario -de un rojo intenso- se escurre pesadamente hacia abajo, inmutable en lo que parece ser una noche oscura y cerrada. Entre la tierra y el cielo, como fondo, una masa de dorados, azules y rosas que se confunden con otros muchos tonos, nos hace pensar en un magma primordial, confusión primera desde donde nacen todas las formas. En “Laurie” [60 x 80 cm., técnica mixta, 2017], la figura femenina con vestido en dorados y celestes está enmarcada en un fondo cuya composición marca una dualidad entre el cielo celeste y una tierra oscura y opaca; la línea que separa a ambos, se presenta como un horizonte definido y preciso, en un negro profundo intervenido por dorado. De esta manera, enmarcadas en entornos naturales que nos remiten a épocas primigenias o a dimensiones que están más allá del aquí y el ahora -o que también nos pueden evocar las experiencias de habitar en geografías extremas- las figuras de sus mujeres se profundizan y espesan, advirtiéndonos sobre el engaño de las apariencias y el desacierto de ciertos juicios apresurados y consideraciones ligeras. También sus coloridas obras ornamentales de flores, generalmente alegres y llenas de vida, a veces nos conectan con espacios más complejos y tupidos, donde lo aparente da lugar a algo que se sabe aún escondido pero que sin embargo no se ofrece a la enunciación.
Tal vez las obras de Bea Taverna sean un reflejo de esa escultura de la diosa Isis, cuyo testimonio nos recuerda que el manto que la cubre no está ahí para ser quitado y que nos advierte de la necedad de creer que toda develación es un triunfo. Que nos previene del prejuicio de que los ropajes y atavíos son un signo de carencia o de la suposición de que la verdad siempre se presenta desnuda. Pinturas que nos hacen volver a reflexionar sobre las relaciones entre lo esencial y lo que es visible a los ojos, y nos dan la oportunidad de profundizar en la idea de Walter Benjamin según la cual “lo bello no es ni el velo ni el objeto velado, sino el objeto en su velo”.
Más información:
Bea Taverna estudió arte en una academia desde muy temprana edad hasta los 18 años cuando comenzó la carrera universitaria. Durante este período se formó con diferentes artistas plásticos de Buenos Aires. Es Diseñadora Gráfica por la Universidad Nacional de Buenos Aires donde también se desempeñó como profesora titular. Como diseñadora trabajó en la Dirección de Arte de la Revista Sophia durante ocho años; allí también realizó diferentes trabajos para marcas como Givenchy, Sedal, Frávega, Clarín, La Nación, La salamandra, Fundación Bemberg, Nike, Bodegas Arizu, entre otras. Durante los últimos tres años ejerció como directora de Arte de la revista Aventura y trabajó como diseñadora gráfica en la revista La García y La Maga.
Como artista:
2015-2016. Exposiciones colectivas e individuales. Galería de arte el Mercado, Villa la Angostura.
2015-2016. Exposición colectiva. Hotel Patagonia Plaza. San Martín de los Andes.
2017. Exposición colectiva. Legislatura de Neuquén. Neuquén.
- Exposición colectiva. Casa de la Provincia del Neuquén. Buenos Aires.
Exposición permanente de sus obras en Restó Pistach y Dada cuadros en Villa la Angostura.
Instagram: bea_taverna