TXT: Ángeles Smart @anquismart
Porque ese cielo azul que todos vemos,
ni es cielo ni es azul. ¡Lástima grande
que no sea verdad tanta belleza!
(L. y B. Argénsola)
Dicen que el color azul es el que más atrae a la mayoría de las personas. Es probable. Las cosas azules tienen una profundidad particular. No podemos dejar de mirarlas. Profundidad que comparten con el cielo estrellado y la luna. Supongo porque nos remiten a ese recogimiento que implica estar en compañía con uno mismo; la manifestación de una soledad silenciosa y austera. Por eso me gusta tanto ese dibujo de @monica_bussmann que realizó en el contexto de sus investigaciones para un proyecto del Museo del Inmigrante Portugués de Comodoro Rivadavia y que llamó Magallanes, un comic 500 años después (lápiz a color, 12 x 12 cm., página 30, 2020).
Toda la obra trasmite una sensación que describiría así: “Sólo hay cielo, luna, tierra firme, árboles, agua, fuego y viento. Y yo.” La experiencia de la Patagonia en el cuerpo. Silenciosa y austera.
A veces fantaseo con que Mark Rothko, en su No. 61. Óxido y azul (115 x 92 cm., 1953), buscó expresar algo parecido. Un menos que es terriblemente un más. Pero no al estilo minimalista de Mies Van der Rohe sino otra cosa. Más bien la fuerza de lo uno y singular frente al todo, la evidencia del rojo fuego de un Notro solitario ante el verde denso de un bosque de Cipreses. O la incandescencia del Tronador frente a la Cordillera que lo circunda. O la irrefutabilidad de la enorme luna de Mônica Bussmann en ese cielo azul, que si bien es cielo, no termina de ser azul.
¿Pero qué decir de la incomunicabilidad de Azul de Prusia (Óleo y acrílico sobre lienzo, montado en tabla, 236 × 203 cm., 2014-2015) de Yishai Jusidman? Allí su azul noche solo nos habla de la inhumanidad, de la desolación y del holocausto. Ninguna naturaleza que nos ampare del aislamiento de un dolor que todo lo aniquila. Pero tal vez sea en su parte inferior -en la claridad de los otros azules- donde se articule una salida. Una vía de escape a través de los añiles y de los celestes.
Un pasaje. Como el paso marítimo al cual llegó Fernando de Magallanes en 1520. Acceso estrecho y enrevesado pero abierto al mar por ambos extremos. La posibilidad azul de un tránsito y una travesía. También fue en la Patagonia y en una visita a Comodoro Rivadavia en 1922 que un joven Borges desmintió a los famosos y barrocos hermanos Argénsola y su pesimismo estético. Por lo menos aquí y en la Patagonia, dijo, “el cielo azul, es cielo y es azul”.
Mônica Bussmann
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Mark Rothko
Yishai Jusidman