“LA CIUDAD ES LA SOCIEDAD CONSTRUIDA” :: Elina Concilio

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POR Mz

Elina Concilio es arquitecta, egresada de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Hace más de treinta años que reside y desarrolla su profesión en Bariloche, una compleja idea que no ha decidido, literalmente, si quiere ser la ciudad que aún formalmente no es, la misma que su población, sus problemas y sus conflictos sugieren. Esa es la pregunta. Pero una ciudad se piensa, no es sólo una circunstancia objetiva. Los mitos fundacionales y el inevitable presente forman parte de ese análisis, que también tiene su dimensión histórica y admite diversas fenomenologías y aproximaciones semiológicas. La ciudad. Un interrogante que avanza mucho más allá del “ser o no ser” shakespeareano.

“La mirada está puesta en conseguir una ciudad de calidad, con un óptimo diseño del espacio urbano” “reflexiona Elina Concilio, arquitecta, rosarina, y desde hace mucho tiempo una barilochense más-. “Y si el problema, o una de las cuestiones a tener en cuenta es la identidad, podemos recurrir al artista Isamu Noguchi, quien decía que el valor de una tradición reside en su capacidad de transformarse a sí misma. Es decir que nuestra responsabilidad como arquitectos no pasa por copiar formas del pasado sino por rescatar de esas formas del pasado los criterios y los conceptos que aun son válidos hoy para mantener y armar una ciudad con calidad de vida”, dice.

¿Cómo se hace en esta Bariloche actual para lograr una ciudad urbanística y arquitectónicamente interesente, incluso inteligente?
– Creo que hay que resolver, básicamente, problemas de provisión de servicios de infraestructura y problemas de tránsito importantes. Por ejemplo, la ciudad tiene una gran longitud en el sentido Este-Oeste, con la avenida Bustillo como exclusiva vía de comunicación en dicho sentido, a la que se suma Pioneros en un tramo. Ambas están muy mal “cosidas” o entrelazadas entre sí, con lo que habrá que pensar en una solución imaginativa e inteligente en este sentido, sin desconocer el desafío que plantea la topografía. Asimismo hay que pensar en dos aspectos que para cualquier ciudad son elementales, como lo son un eficiente transporte público, que permitiría disminuir el uso del automóvil particular, y un sistema de estacionamiento pensado a escala urbana, generado o bien alentado desde el sector público. Nuestra Avenida de Circunvalación, por ejemplo, no funciona como tal: evita que el tránsito que continúa hacia el Sur ingrese a la ciudad, pero no llega aún a conformar un anillo completo que alivie la carga vehicular desde otros puntos de la ciudad. Por otra parte sé que hay estudios al respecto de estos temas en el área de Planeamiento municipal, que todavía no se han plasmado.

¿En qué medida la historia, la tradición o los mitos de Bariloche conspiran para que Bariloche se decida a ser una ciudad y afronte las complejidades y los problemas de una ciudad?
– La cuestión es evidentemente compleja. En sus inicios, alguna vez participé de manera muy entusiasta del programa de inventariar el patrimonio urbano (las casas de los pioneros incluidas), lo cual me permitió reforzar la idea de que somos los responsables de crear el patrimonio del futuro. Digo esto porque aprendí que en general esas construcciones de maderas típicas de Bariloche son valoradas (o eran valoradas, hace veinte años, cuando se realizó esta trabajo) por los arquitectos que veníamos de afuera. El barilochense que había habitado esta ciudad y esas casas, no las valoraba igual, las quería dejar a atrás, porque tenía el recuerdo de las incomodidades que les generaban.
Por otra parte, eso también se contradice un poco con la idea que sí tiene en general el barilochense, una idea de añoranza del pueblito. Eran dos miradas: por un lado la vida del pueblito, precisamente, y por otra la vocación de mejorar esa arquitectura que deparaba insatisfacciones en la vida cotidiana. Y algo no menos importante: la mirada de una generación de arquitectos que llegó después que nosotros y, acaso, haya traído una imagen preconcebida de Bariloche, donde hay una búsqueda de ese Bariloche del bosque que, creo, conspiró mucho con la aspiración de hacer y pensar una ciudad mejor. Es decir, la arquitectura del tronco, la arquitectura de la madera no utilizada racionalmente, no me parece que haya colaborado para construir ni identidad ni una ciudad mejor. Me parece que se trata de una respuesta a una imagen un poco bucólica, un poco snob tal vez de Bariloche: la añoranza, la idea de añoranza impuesta por una centralidad que añora melancólicamente aquello que no existió. En todo caso, la arquitectura de Alejandro Bustillo tenía una explicación en sí misma: era esa mirada hacia Europa que coincidía con la misma mirada de toda una generación y que era coherente en sí misma, aunque susceptible a toda clase de críticas, entre ellas las ideológicas. Pero el concepto reflejaba la Argentina de ese momento: se miraba hacia Europa desde Buenos Aires, desde Mar del Plata y también desde Bariloche. No existía una búsqueda distinta, no se inventaba una identidad, que es lo que me parece que se ha forzado desde los años `80 y `90 aquí en Bariloche.

Pero una ciudad es una idea, una entidad cultural y funcional. ¿Cómo se piensa esa ciudad con una visión de mediano plazo?
– No soy socióloga ni especialista en urbanismo, pero probablemente lo primero que debería consolidarse sería un proceso a través del cual quienes vinimos de otros lugares nos sintamos partícipes y empecemos a generar algunas actitudes e ideas comunes. Y fundamentalmente comenzando a descartar esa añoranza de la pequeña aldea de montaña. Bariloche tal vez todavía le teme al significado de la palabra “ciudad”. No están instalados, incluso, los beneficios que el vocablo supone por definición: hoy Bariloche no tiene salas de espectáculos, centros culturales, museos de arte, cine. Durante algún tiempo participé de una organización interesada en promover las artes plásticas y resultaba una tarea muy difícil exponer los trabajos de nuestros muy buenos artistas por la escasez de salas de exposición. Y la pregunta que uno se hace con tristeza no es sólo hacia dónde vamos sino por qué no somos capaces de generar esos espacios, que son espacios de convivencia, propios de una ciudad que se armoniza y enriquece en los espacios de la vida grupal. Bariloche, puntualmente, creo que debería decidirse a ser una ciudad, sin dudas. La ciudad plasma la sociedad. Es la sociedad construida. Nada es casual. Para hacer una ciudad mejor tenemos que ir generando una gestión mejor, para articularnos mejor unos con otros porque, básicamente, la ciudad es un lugar de encuentro.

¿Por qué cree que se suele pensar en los perjuicios de la idea de ciudad y no en el significado de los beneficios que esa misma idea incorpora?
– Creo que por la experiencia previa, tal vez. Quizá están, incluso en la memoria o en el imaginario, los pioneros que vivieron en la aldea que ya no es y los que vinieron huyendo de ciudades que no les ofrecían lo que necesitaban. Se me ocurre que esta puede ser una explicación.

¿Cómo se hace, en este contexto, para armonizar las distintas concepciones arquitectónicas, incluidas las particulares, muchas veces hijas de un gran sueño o de una gran ilusión?
– Nosotros en el estudio (N de la R: Elina Concilio trabaja desde casi siempre junto a su marido, el ingeniero civil Jorge Carizza) siempre hemos creído y hemos puesto mucho énfasis en la calidad constructiva. No hicimos urbanismo en el sentido más estricto que tiene la disciplina, que es estudiar y analizar las ciudades y los sistemas urbanos, más allá de lo que podemos observar, apreciar leer o estudiar. Nuestra tarea no ha sido la de urbanistas, ha sido la de construir obras. El hecho de que la calidad constructiva sea una búsqueda, con los materiales y técnicas con los que se cuenta, constituyen dos elementos que van aportando una solución, incluso hasta estética. Si la idea es construir de la manera más racional y eficiente, debemos intentar utilizar los materiales de la mejor manera posible. Si se calcula una estructura de hormigón, se la calculará para un lugar específico, con la cuantía de hierro que corresponde. Cuando utilizamos una estructura de madera, se la calculará según las exigencias de carga que tenga esa determinada estructura, que obviamente será distinta si tiene nieve y si está dentro del bosque que si está ubicada entre medianeras. No nos planteamos la resolución primero desde el resultado estético, nos la planteamos desde otros aspectos: como arquitectos debemos ser buenos traductores de las intenciones de nuestros clientes, percibir la intención en su lenguaje, y traducirlas a lenguaje arquitectónico. La idea, transcripta, debe ser constructivamente adecuada y eso es lo que va aportando, al mismo tiempo, también una solución estética. El planteo estético no es per se ni tampoco a priori. Seguramente no ambicionamos crear una estética que vaya a marcar a las siguientes generaciones, pero nos parece honesto resolver de esta manera los planteos arquitectónicos que se nos presentan, interpretando lo que el cliente necesita, tratando de mostrarle formas eficientes para resolver lo que él pensó en una primera instancia. Y la resolución estética es un resultado posterior que se va incorporando a partir de la elección de los materiales y el uso adecuado de ellos, siempre de acuerdo al terreno y a su ubicación. Naturalmente que todos contamos con un background estético incorporado, resultado de la formación universitaria, de las inclinaciones artísticas, de múltiples lecturas, de herencias familiares. Pero ante una dificultad concreta y ante la necesidad específica de construir un edificio o una casa, lo primero, repito, es interpretar la idea para luego ofrecer una solución honesta desde nuestra concepción del uso y la organización del espacio y la utilización de los materiales. Eso genera una estética que se condice con el momento. No siento que vaya a generar ni un estilo ni una escuela. Pero sé que no construyo aquí como lo haría en Rosario: si alguien en Rosario me pidiera construir una cabañita del bosque de Bariloche me parecería una idea absurda, pero también me parece absurda la casita del bosque en el centro de Bariloche.

Usted y otros arquitectos tienen una serie de ideas para transformar la calle Mitre de Bariloche. ¿De qué se trata concretamente el proyecto?
– Hace unos cuantos anos empezamos a reunirnos periódicamente siete arquitectos (Jorge Blanc, María Bottaro, Alberto Falaschi, Elvira Izaguirre, Guillermo Mulleady, Osvaldo Paván y yo) con la finalidad de intercambiar opiniones, pensar sobre la ciudad de Bariloche, con la intención primordial, creo, de enriquecernos en el debate, para motivarnos a nosotros mismos a generar ideas nuevas, ideas convocantes. Advertíamos, en general, esa desvalorización con que se interpretaba el concepto de “ciudad”, que a nosotros en cambio nos estimula .Si bien en un principio no teníamos un plan concreto, finalmente, y casi como no podía ser de otra manera, comenzamos a discutir ideas, a escuchar, a imaginar algunas posibles intervenciones . Tuvimos en cuenta el informe de Joseph Ros Santasusana, que se llama “Bariloche ponte guapa”, que evidentemente era una mirada de afuera con muchas observaciones con las que coincidíamos. Esos encuentros comenzaron a ser sistemáticos y nos propusimos, dado el caos visual y los obstáculos de todo tipo que aparecían en la calle Mitre, conjeturar algún tipo de mejoras. Básicamente el proyecto supone transformar la calle Mitre actual entre el Centro Cívico y Onelli, en un calle donde el peatón pueda circular sin obstáculos, en la que tenga prioridad sobre el automóvil, cambios que se han adoptado en tantísimas ciudades del mundo y del país, y que se denominan “calles de convivencia”. No proponemos una calle peatonal, pero podría “peatonalizarse” en determinadas circunstancias, cuando la oportunidad lo requiera. Básicamente supone tener un mismo nivel de calzada y vereda, separando las zonas de tránsito vehicular de las zonas de tránsito peatonal, a través de los que se llaman “bolardos”, en lugar de cordón. Y la intención es que también desaparezca mucha de la contaminación visual que producen los cables, los carteles dispares o el amoblamiento urbano dispuesto caóticamente. Se trata, precisamente, de reemplazar el caos por una calle en la que se pueda pasear con mayor tranquilidad. En estos momentos estamos trabajando en el proyecto licitatorio enmarcado en una línea de financiación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Y acompañando este proceso, los comerciantes frentistas comenzaron a organizar una estructura o asociación que a futuro gestionaría el funcionamiento de la calle Mitre como un centro comercial a cielo abierto. –

Historia de dos ciudades
“La ciudad, una ciudad, tiene valores y también sus propios beneficios. En Bariloche existe una herencia de personas nacidas acá que aún recuerdan la aldea (incluso, por edad algunos la “recuerdan” a través de relatos, de libros o de fotografías) y por otra parte, personas que han llegado buscando un cambio de vida, alejándose de ciudades que no les resultaban amigables.
Nosotros, mi esposo y yo, todavía sentimos nostalgia de la ciudad de la que provenimos, Rosario. Otra ciudad que me encanta es Montevideo. Al respecto acabo de releer un artículo que guardé que relata una anécdota del arquitecto Juan Carlos “Jano” Viotti, profesor mío, ya fallecido. La Facultad de Arquitectura de Rosario siempre tuvo mucha relación con Barcelona y en una ocasión, como tantas otras, llegó el arquitecto catalán Oriol Bohigas, durante la construcción del Parque España en Rosario.
Jano Viotti cuenta en ese texto que Bohigas le consultó si valía la pena conocer Montevideo: “Oriol, si, es una ciudad fascinante. Tiene una geografía fantástica. Puerto y ciudad vieja. Un desarrollo de playas sobre el río y siempre la ciudad acompañando a la costanera. Exhibe un “art deco” como no he visto ni en Buenos Aires ni en Rosario, viejas mansiones señoriales que recuerdan a nuestro Boulevard Oroño. Tiene el aire romántico de una decadencia digna, ese encanto nostálgico de épocas mejores…”. Tiempo después, Jano viajó a Barcelona. Y le preguntó a Bohigas si Montevideo le había resultado tal como él se la pintara: “Sí, valió la pena “respondió el arquitecto catalán- Pero debo decirte que cuando tú me describías Montevideo, en realidad yo pensaba: este tío me está describiendo a Rosario”.

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