PROTEGER LOS PASTIZALES :: Segunda entrega

Los pastizales templados patagónicos, la gran mayoría de ellos en manos privadas, se enfrentan a varias amenazas. Una de ellas es la desertificación, provocada entre otras causas por el pastoreo inadecuado. Más allá de las condiciones climáticas que prevalecen en la Patagonia, que le otorgan a sus pastizales una condición de mayor fragilidad relativa si se los compara con, por ejemplo, los pastizales de la Pampa Húmeda, existen maneras de enfrentar este tipo de eventualidades. La idea es lograr un modelo productivo sostenible que no sólo preserve la vegetación natural, sino que también mantenga la composición de la fauna silvestre y la estructura y dinámica de los ecosistemas de agua dulce a lo largo de la región.

Como se especificó en el artículo anterior (ver AIRE 28), Argentina cuenta con una superficie de unas 160 millones de hectáreas de lo que se denomina “pastizal templado”, divididas en cuatro eco-regiones: Pampa Húmeda, Espinal, Estepa Patagónica y Monte Bajo. The Nature Conservancy (TNC), desde sus oficinas de Bariloche, es una de las varias organizaciones ambientalistas que trabajan para la protección de una muestra representativa de los pastizales templados de la Patagonia, es decir aquellos incluidos en las últimas dos eco-regiones mencionadas, que en conjunto comprenden cerca del 60 por ciento de la totalidad de los ecosistemas de pastizal del país.

En 2006, TNC comenzó a analizar las condiciones en las cuales sería aconsejable plantear su tarea en la Argentina, teniendo en cuenta un aspecto fundamental del modo de trabajo de la organización: al igual que en otros países donde se desempeña, el Conservancy buscaría colaborar con entidades locales para apoyar y facilitar los esfuerzos y el trabajo interdisciplinario orientados a lograr, finalmente y entre otros aspectos, la conservación y el manejo sostenible de los pastizales templados del país , la mayoría de codo con los productores de la región para incorporar una visión de conservación en el planeamiento rural tradicional de manera de abatir las principales amenazas que los afectan. En efecto, se trata de un paisaje extremadamente frágil, y en ese contexto, cuando los productores toman decisiones
relacionadas con la intensidad del pastoreo o el uso de otros recursos naturales, se disminuye mucho el margen de error, principalmente por la dificultad de predecir la intensidad de los procesos naturales. Por ejemplo, la cantidad de lluvia que caerá en el momento necesario o el volumen de producción primaria de las especies forrajeras de las que se nutre el ganado.

La referencia indica una diferencia fundamental con la Patagonia, donde es importante pensar en términos de “escalas”: si bien es cierto que existe una fragilidad mayor, la escala también lo es. En este aspecto, la pérdida y la fragmentación del hábitat, fenómenos que se han producido por varios motivos, constituyen verdaderamente una amenaza contínua, más allá de las fragilidades naturales que comparativamente presenta la región. En este contexto, el pastoreo inadecuado y el manejo de recursos hídricos que no contemplan las funciones ecológicas a escala de paisaje, puede acelerar los procesos de desertificación, que son la manifestación más evidente y palpable de que el hábitat se ha fragmentado o se ha perdido. No obstante, de manera racional y planificada, el pastoreo debe existir, ya que muchos investigadores sostienen que es necesaria cierta “presión de pastoreo” para mantener el vigor de las plantas.

Si el hábitat y la superficie se degradan a consecuencia de la fragilidad de la zona y por el mal pastoreo extendido, la desertificación se transforma en la secuela final. La desertificación es el resultado de los procesos de pérdida de conexión entre “parches” de hábitat, lo que genera una gran disminución de diversidad vegetal y de microorganismos, organismos y mega organismos vinculados con el vigor de los pastizales. No obstante, también es posible definirla como un “epifenómeno” de lo que sucede en distintos planos: si existen parcelas con muchos parches de buen tamaño, si los hábitats naturales están bien conectados y si el pastoreo se realiza de una manera razonable, es probable que el fenómeno de la desertificación no suceda. Y si ocurre, ocurre por razones no necesariamente vinculadas al mal manejo de los recursos. Pero si el manejo no es sensato, se comienzan a perder especies y estructuras de vegetación y los parches pequeños de vegetación se reducen por exceso de pastoreo. Al mismo tiempo, la erosión aumenta debido a la acción del viento, entre otros factores, y se llega a un punto en que los procesos de desertificación se tornan irreversibles.

Una de las cuestiones que aparece como fundamental, entonces, es determinar cuándo es posible detectar, detener o modificar un proceso de desertificación para poder proteger y conservar los pastizales de la región (el Monte Bajo y la Estepa Patagónica representan el 60 por ciento de los 160 millones de hectáreas de pastizales templados que existen en la Argentina), tema al que de lleno está abocada la gente de TNC en colaboración con numerosos expertos locales que se dedican a investigar el tema.
De acuerdo a la literatura científica hay dos conceptos considerados “clave” para comprender esta clase de dificultades: se trata de analizar la combinación entre 1. la cobertura vegetal real por metro cuadrado y 2. el vigor de esa cobertura.
A la hora de verificar el grado de desertificación que presenta un área en particular, también se utiliza una escala ascendente/descendente que marca, precisamente, los niveles de desertificación. Estos umbrales (que de alguna manera señalan los mínimos y máximos de degradación o de pérdida del hábitat) van desde el pastizal saludable a la arena pura y la evaluación depende de cada ecosistema. Si bien pasados ciertos umbrales es imposible revertir la situación, en otros los conocimientos científicos aportan componentes importantes para ayudar a revertirlos. Conceptualmente, se trata
de incorporar bases científicas interdisciplinarias que pongan en funcionamiento procesos de planificación para abarcar los diferentes temas relacionados con situaciones de desertificación, que no incluyen sólo a la vegetación sino a todo lo que de ella depende (incluidas la fauna y los recursos de agua dulce, entre otros) Y en cada una de estas categorías será necesario detectar cuáles son las funciones del ecosistema que resultan críticas para sostener el funcionamiento del sistema.

En términos generales, no existe unanimidad ni una respuesta universal frente a la decisión de un productor de modificar su modus operandi en relación a los hábitos relacionados con el manejo del pastoreo y los pastizales que existen dentro de su propiedad. Las soluciones deben responder a un perfil ecológico que, debido a la heterogeneidad del territorio patagónico, varía no sólo en términos de comunidades vegetales sino también respecto a los grados de aridez o a la lluvia de cada zona.
TCN, en este sentido, ha comenzado a apoyar mecanismos de planificación en los que intervienen todas las fuentes de conocimientos científicos y productivos posibles que aporten planes bien informados para una determinada área de cobertura. Como las estructuras ecosistémicas avanzan independientemente de cualquier alambrado, es importante concientizar respecto al manejo de los recursos no solamente dentro del perímetro de un establecimiento específico, por lo que resulta importante coordinar y contemplar, en la mente colectiva del productor patagónico, un manejo de los recursos naturales que vaya más allá de sus propias tranqueras. Actualmente existen muchas oportunidades susceptibles de ser aprovechadas y todas tienden a lograr una mayor coordinación entre los propietarios en cuanto al buen manejo de los recursos naturales a la escala en la que éstos funcionan.

Los productores, por su parte, tomaron nota de las estrategias de conservación que TNC lleva adelante en la Patagonia desde septiembre de 2008. Muchos de ellos se mostraron dispuestos a colaborar y a “abrir las puertas” de sus campos para conseguir, en definitiva, un modelo productivo sostenible que no ignore la vegetación, pero que también incluya entre sus prioridades a la fauna silvestre y los recursos de agua dulce. –

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