Intervención performática en el Skatepark de Bariloche.
Fotos de Francesca Linder
Del término barroco se han contado muchas historias. En España significó un tipo de perla de forma irregular y rara; por su parte, en Italia, refería a una figura del silogismo, un razonamiento abigarrado, retorcido y de escaso valor argumental; el cubano Severo Sarduy priorizó el uso del término entre los joyeros: ya no designó lo natural, piedra o perla, sino lo elaborado o minucioso, lo cincelado, la aplicación del orfebre, la precisión de la joyería mental. La palabra acabó por convertirse en un sinónimo de lo extravagante, inusitado, irregular, estrafalario o excéntrico. Asimismo ha sido utilizada con tantas acepciones que, según Gilles Deleuze, por un lado, o todo puede ser barroco o, por el contrario, hay que darle lugar a una inquietante sospecha: “el barroco nunca ha existido”. Epa.
Pero claramente el barroco estuvo allí y también sigue estando. Y esta vez en pleno siglo XXI y en medio del paisaje patagónico. Todo empezó con un Proyecto de Investigación y Creación Artística que se lleva adelante en el Instituto de Investigación en Ciencia, Tecnología, Cultura y Desarrollo (CITECDE) de la Universidad Nacional de Río Negro. El proyecto está conformado por docentes, no docentes y estudiantes de la UNRN y también por investigadores de la UBA, de México y de Ecuador. Bajo la consigna “por más barroco en la vida cotidiana”, los participantes investigan el concepto de ethos barroco del filósofo ecuatoriano-mexicano Bolívar Echeverría y en especial su vinculación con la idea de la creación de una obra de arte a partir de los escombros o ruinas que han quedado después de una catástrofe o destrucción. También focalizan en la idea echeverriana según la cual el ámbito privilegiado del arte es la celebración lúdica y festiva. De ahí que la I Acción Barroca que se realizó el pasado noviembre -con la colaboración de la Subsecretaría de Deportes de Bariloche y de la Asociación Skaters Unidos Bariloche (SKUNBA)- tuviera dos ejes muy claros: el espacio elegido fue el Skatepark a orillas del Lago Nahuel Huapi, el cual se construyó sobre las ruinas de la antigua pileta municipal, y por otro la dimensión de juego, de alegría y de fiesta que caracterizó todo el evento.
La intervención sobre el espacio público fue efímera y sorprendente. Contó con la participación de estudiantes de las carreras de Teatro y de Hotelería de la UNRN, la Escuela de Samba Elekú, el taller de pintura de Crearte, la Estatua Viviente de Iván Miranda, la flauta traversa de Catalina Sainz, luces y títeres de sombra, la lectura en vivo de Andrés Vaccari, la danza de Creative Dance Bariloche, la fotografía en movimiento de Francesca Linder, el swing con fuegos de Camil Porreca y la participación de skaters, público y transeúntes. La tensión constante, propia del arte barroco, recorrió la acción: entre los colores llamativos y la sobriedad de las sombras, la música de Bach y la Samba Carioca, el movimiento de los espectáculos de danza y la quietud de la estatua viviente, la paz de la pintura en vivo y la desopilancia de los vestuarios que irrumpió vertiginosamente todo lo que fue aconteciendo. Los organizadores afirman que la teoría también es acción por lo cual no faltó el momento de lectura filosófica y la constante alusión a la investigación académica y artística.
Alguien dijo que a una comunidad se la conoce por sus fiestas. También por la apertura que muestra a los ensayos y a las invitaciones alternativas. A cómo propicia los encuentros y se compromete con un aquí y ahora concreto. La I Acción Barroca fue una experiencia absolutamente novedosa, que si bien largamente planificada, sorprendió por su espontaneidad y alborozo. Quienes estuvieron, realmente estuvieron. En cuerpo y espíritu. Hubo arte, fiesta y juego. Las conclusiones y los ánimos fueron coincidentes:
“definitivamente por más barroco en la vida cotidiana”.
¡Mirá el video del evento acá!
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