Por Gonzalo Pérez (doctor en biología)
El mundo enfrenta actualmente diferentes crisis. Una de ellas, directamente relacionada con todos los problemas mundiales, es el cambio climático global. Estados Unidos, el principal contaminador de nuestra atmósfera, ha decidido mirar para otro lado.
El mundo enfrenta actualmente diferentes crisis. Una de ellas, profusamente interrelacionada con todos los demás problemas del planeta, es el cambio climático global y cómo la civilización reacciona ante este hecho. Es decir, hemos cambiado la atmósfera de nuestro planeta incrementando desmesuradamente la concentración de los gases que permiten el “efecto invernadero”. Este incremento es el resultado de la forma en que hemos obtenido la energía que ha sostenido, desde la Revolución Industrial, el increíble pero problemático florecimiento del hombre moderno.
Una forma de ver la problemática de otro ángulo es comprender que hemos avanzado enormemente a costa de una forma muy primitiva de obtención y manejo de la energía. Hemos viajado a la Luna y cada día conocemos más secretos de nuestro universo pero, paradójicamente, seguimos dependiendo de la liberación de energía causada por la combustión de material orgánico para hacer funcionar la maquinaria que mueve al mundo. Es algo así como si en el futuro viajáramos a las estrellas y los motores que propulsan nuestra Enterprise funcionaran con la quema de carbón, como los antiguos trenes o los barcos a vapor.
Este desfasaje en nuestra tecnología y forma de vida tiene muchas consecuencias. Una de ellas es el cambio de nuestra atmósfera que está causando el calentamiento global. Si bien sabemos hace varios años de esta problemática y se ha realizado un importante esfuerzo político y científico a escala global para estudiar y mitigar el cambio climático, actualmente existe una gran incertidumbre acerca del rumbo que seguirá el mundo ante algo que, sin duda, nos afecta a todos.
El 22 de abril del 2016 en la ciudad de Nueva York, 175 partes (174 países y la Unión Europea) firmaron en la sede de las Naciones Unidad el Acuerdo de París. Este acuerdo se encuentra dentro del marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que establece medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a través de la mitigación, adaptación y resiliencia de los ecosistemas a los efectos del Calentamiento Global. El acuerdo en sí mismo entrará (o entraría) en vigor a partir del 2020, cuando finalice la vigencia del Protocolo de Kioto. Sus acciones concretas se constituyen para cumplir el objetivo de “reforzar la respuesta
mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza”. Lo que creo importante de este acuerdo es que pone números a nuestros esfuerzos. Todo el accionar se orienta en que no superemos el incremento medio global de 1.5 grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales. Asimismo, se contempla también la ayuda financiera para los países en desarrollo para solventar los problemas del cambio climático y para fomentar el uso de energías renovables.
Sin embargo, la buena orientación que llevaba el mundo tuvo un desvío abrupto con consecuencias que ciertamente aún no podemos cuantificar. Recientemente la prensa mundial dio a conocer la desafortunada decisión, aunque no desconocida intención, del presidente Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París en un comunicado oficial a la ONU. Esta maniobra no es un traspié o una decisión aislada: se alinea con un total desmantelamiento de media docena de medidas promulgadas por el ex presidente Barak Obama en la llamada Orden Ejecutiva de Independencia Energética del gobierno actual de EE.UU. Este lineamiento tiene como base reforzar el uso de los combustibles fósiles. Para enmarcar este acontecimiento quizás meramente político (fue una de las promesas electorales de Mr. Trump), pero con fuertes implicancias mundiales, tenemos que analizar el aporte de Estados Unidos al Cambio Climático Global.
En 2016 se llegó a niveles récord de emisiones de dióxido de carbono. Los expertos marcaron el inicio de una “nueva era” para el calentamiento global y la “prueba irrefutable” de la responsabilidad humana sobre el cambio climático.
China y EE.UU. son los principales emisores de CO2. Si bien el gigante asiático es en la actualidad el número uno, es EE.UU. el principal generador de gases de efecto invernadero en los últimos 160 años con el 27% de emisión. Este mismo país es el que más contamina por persona, emitiendo 16.39 toneladas métricas por individuo, mientras que China se encuentra por debajo de Japón. Por otro lado, en los últimos 50 años, Canadá y EE.UU. han encabezado el consumo de electricidad por persona a nivel mundial. Esta energía es principalmente generada por la quema de combustibles fósiles como el gas natural o el carbón, así como también se produce a través de la energía nuclear y las renovables en menor medida. Cada estadounidense consume 13.25 kilo-watt por hora (sexto lugar), mientras que los argentinos estamos en el puesto 63 de 135 países con un consumo de 2.97 kilo-watt por hora.
En resumen, el principal contaminador de nuestra atmósfera ha decidido por ahora mirar para otro lado. Digo por ahora porque el Acuerdo de París entrará en vigencia el 4 de noviembre de 2020, un día después de las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos (¡¡no voten a los Republicanos ni a Frank Underwood!!). Si nuestro planeta fuera la plaza del barrio, los vecinos nos miraríamos estupefactos y con ojos tristes al ver como el esfuerzo de muchos para mantener limpio el lugar de juego de nuestros niños es completamente insuficiente cuando llega Uncle Sam y, sin molestarse siquiera, vuelca un camión de basura frente a las hamacas, cubriendo completamente el tobogán y parte del arenero.