DOC Y PUNTO ::NIETO SENETINER

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POR NICOLÁS ARTUSI

Con el Malbec como bandera, la Denominación de Origen Controlada crece en la Argentina y se extiende a otras cepas, como el nuevo Semillón de Nieto Senetiner. 

Tres letras forman una sigla y la sigla encierra un mundo: DOC. Aún en la cena y mirando de cerca la etiqueta de una botella, el oficinista hiperconectado podrá pensar que se trata del documento de un procesador de textos (el maldito “puntodoc” que le quita el sueño en las vísperas de una presentación ante su jefe), pero el sibarita encontrará en la vocal abrazada por dos consonantes un motivo más de disfrute. Y si es cierto que el Malbec es el varietal que más nos representa (el “cepaje extrovertido”, según un crítico gastronómico, un rasgo común a casi todos los argentinos), ¿qué dice de nosotros la sigla DOC? Que ese vino tiene “Denominación de Origen Controlada”: el sistema para categorizar las bebidas que se usa más que nada en Europa sin necesidad de declarar las variedades de la uva.

El DOC es un sello de identidad que dice mucho más que sus tres letras escuetas. Para la sommelier española Meritxell Falgueras, autora del didáctico y preciso libro Presume de vinos en 7 días, “la denominación de origen es el certificado de que un vino es de una calidad óptima y proviene de una zona delimitada, con sus características climatológicas, una uva determinada y la personalidad de sus gentes”.

A fines de los ’80, la necesidad de exportar vino a Europa ya se insinuaba como un boom que pondría a nuestro país en las mejores posiciones del mapa vitivinícola mundial. Y entonces nació la primera DOC de la Argentina, para certificar el Malbec cultivado en una región específica. Si es cierto que “el vino es agua llena de sol”, como comparó Galileo Galilei, en las luminosas fincas de Luján de Cuyo, Mendoza, nació aquella primera DOC. “Somos cuatro bodegas que participamos de este consorcio y la idea es conquistar a consumidores amantes del buen vino que busquen Malbec con sello de calidad”, explica Federico Ruiz, brand ambassador de Nieto Senetiner, una bodega que ostenta un liderazgo fuerte en el ancho mundo del Malbec. En terrenos que se levantan a una altura que los pone más cerca del sol (entre 800 y 1.000 metros por encima del nivel del mar), la producción de estos vinos “amparados” se reparte por más de 10.000 hectáreas de la ciudad de Luján de Cuyo y, también, por Chacras de Coria, Perdriel o Agrelo, entre otras zonas, y representa la botánica privilegiada de la zona así como simboliza el carácter terrenal de sus pobladores. Como el jerez para Cádiz o el champagne para la región homónima del noreste de Francia, el DOC Luján de Cuyo sólo puede (¡debe!) crecer en estos viñedos.

Si el vino es una “sustancia galvánica”, que nos transforma en cuanto lo tomamos y que convierte al débil en fuerte y al tímido en desfachatado, ¿cómo podría mejorar aún más la experiencia dionisíaca del bebedor?

El sello DOC devela uno de los misterios inescrutables de la botella y despeja las dudas al momento del descorche: sin arruinar la sorpresa, permite intuir algunas cualidades y obtener ciertos avales sobre su especie. Y entonces, ¿qué le brinda al vino tener la DOC? Para Ruiz, “es la garantía de calidad que le aporta la zona de donde vienen las uvas. Y es también una garantía sobre el proceso, tanto en el viñedo como en la bodega, que se debe cumplir para poder certificar como DOC a un vino”. Para que ese sello tenga vigencia hay que cumplir con ciertas condiciones: sólo podrán acceder a la DOC Luján de Cuyo aquellos vinos que procedan de una vid concreta, con el cultivo y la poda exactos, con un tenor alcohólico preciso y un nivel de aromas y de sabor que, en la degustación del sommelier más estricto, alcanzará la conclusión inevitable: “Éste es un vino de acá y no de otro lado”.

En definitiva, lo que una DOC consagra es la tradición de las generaciones afincadas en el terruño que cultivan el vino de una manera que se convierte en su sello de fábrica, si pudiera entenderse la siembra y la cosecha como una línea de montaje ya no organizada por máquinas sino por la naturaleza. La DOC fue una estrategia de comercialización que aprovecharon los países europeos para vincular sus bebidas emblemáticas (sí, como el jerez o el champagne), con algunas tierras determinadas. Y desde hace unos años, bodegas argentinas como Nieto Senetiner se valen de aquella exitosa experiencia europea para certificar los vinos argentinos y, en vista al futuro, dar un paso más allá del Malbec: ahora lanza el Semillón, un fresquísimo blanco con DOC Luján de Cuyo.

Con las botellas sobre el mantel y aún en la cata improvisada, en la sobremesa podrá discutirse el eterno dilema: si los hombres son de Marte y las mujeres son de Venus, ¿los vinos blancos son femeninos y los tintos, masculinos? Fuera de las discusiones sexistas, se intuye que el hombre argentino prefiere el Malbec antes que otro varietal y, en cualquier ocasión que lo merezca, encontrará en el DOC de Nieto Senetiner un compañero de truco al que le conoce las señas pero que no deja de sorprenderlo cada vez que recibe tres cartas. O tres letras.

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