El calentamiento global, el secreto guardado en el hielo :: Cambio climático

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POR GONZALO PÉREZ

¿Cómo se puede decir que estamos cambiando el clima si el clima, naturalmente, ha cambiado durante millones de años? Esta es la pregunta. Una entre tantas, todas posibles. Y todas requieren de alguna respuesta. Al menos del esfuerzo que implica el intento de pensar. Una pequeña reflexión desde la Antártida, sitio en el que el Sur alcanza su perfección.

Ya comienzo a sentir las manos entumecidas por el frío. Mejor ni pensar cómo va a doler cuando, al volver a la base, mi cuerpo recupere la temperatura y la circulación sanguínea se normalice. Sin embargo, ni por un segundo dudo de lo que estoy haciendo, de la importancia de mi labor que me lleva a este desierto blanco en los pies, o en su defecto en la cabeza misma del planeta.
Hace 10 minutos que espero a mi compañero para continuar con la extracción de los núcleos de hielo. Mientras tanto, para olvidarme del frío, recordaba mi época de estudiante, en particular la clase de climatología dictada por el profesor Andreis. Quizás esa clase sembró en mí la semilla, la incógnita, que luego por una serie de sucesos llevaron a que hoy esté casi en el medio de la Antártida desentrañando parte de la historia de la Tierra. Recuerdo sus palabras claras, nítidas: “El problema de querer predecir el clima, así como comprender la influencia del hombre en su natural variación, radica en los diferentes factores internos y externos; así como la retroalimentación de estos forzantes climáticos que dan como resultado un escenario de complejidad”.

Una frase tan clara hoy en día para mi, y que sin duda explica porque aún a estas alturas hay detractores del calentamiento global. ¿Cómo poder decir que estamos cambiando el clima, si éste naturalmente ha cambiado durante millones de años? Esta es la pregunta…
El viento helado me avisa que Paul está volviendo en su moto de nieve desde la base Concordia. Espero que haya conseguido la pieza, me digo. Ya llevamos 35 minutos de retraso al atascarse el trépano, a casi 1500 metros de profundidad. Tenemos apenas dos semanas para alcanzar nuestro objetivo de perforar la capa de hielo hasta casi los 3300 metros y así poder tener registros paleo climáticos fechados hasta los 780.000 años de antigí¼edad, la ventaja de realizar este muestreo en el domo C antártico y así poder aprovechar esta elevada meseta de hielo compactado hace tanto tiempo.
Pasados dos minutos logro divisar a Paul en la lejanía, como un punto rojo en la inmensidad blanca. Eligieron bien el color de los trajes térmicos, reflexiono. El rojo granate contrasta muy bien con la nieve. Mi compañero llega al lugar de perforación y al bajar de la moto, veo que saca del compartimento trasero la pieza de recambio y desprendiendo su capucha me dice:
­ ­ ­ ­- ¿Te moriste de frío en la espera? Hice lo más rápido posible, afortunadamente el Tano tenía bien clasificada la pieza y la encontramos prontamente.
-La verdad, sólo un poco de entumecimiento- contesté- Mientras aguardaba, traté de confundir al frío con viejos recuerdos.

– ¿Qué recuerdos? ¿Estás extrañando el cálido clima de California? ¿Quién no lo extrañaría?- exclamó mientras se reía.
Repliqué:
– No, todavía mis articulaciones no lo extrañan. Estuve pensando en mis clases con el doctor Andreis. Y en el asunto que hablamos la pasada cena (noche con sol, por supuesto), mientras jugábamos cartas en la base.
-Ahhhh, ¿sobre la aceptación mundial de lo que está pasando, verdad?
-Sí-, apunte.
-Bueno, la verdad que si consideramos que hasta a la comunidad científica le costó unos 10 años dar cuenta de que el calentamiento global es un hecho, creo que debemos entender la respuesta rezagada de los gobiernos, ¿no?
-No, Paul, el tiempo es el problema, el tiempo…

Dejamos de hablar y cambiamos la pieza, reanudando la perforación. Mientras el trépano perforaba, el ruido monótono me facilitó volver a ensimismarme en mis pensamientos. Claro, si consideramos que el cambio climático que ha sufrido la Tierra en su historia puede deberse a tan variados factores como los ciclos de once años en las variaciones solares, variaciones orbitales de la misma Tierra, los meteoritos, la deriva continental, las corrientes oceánicas, la atmosfera y el campo magnético, entre otros, cuesta pensar que el hombre, en su corta estadía sobre la faz de este planeta esté pudiendo influenciar un proceso tan global como el clima. Pero sí, así es, y existe una plétora de estudios que lo demuestran.
Recuerdo que una joven reportera del New York Times escribió claramente mi respuesta a su pregunta sobre cómo diablos los hombres pudimos cambiar el clima de nuestro planeta: “La clave está en la cantidad de CO2 en la atmósfera. Actualmente hay 7000 veces más de este gas en el ambiente que durante la Revolución Industrial. La quema de combustibles fósiles (petróleo y carbón), la combustión de gas natural, la deforestación y la producción de cemento son las principales fuentes de emisión no natural de este gas de efecto invernadero”.
Entonces me pregunto: ¿es el efecto invernadero el culpable del aumento del promedio global de temperatura? Respondo: “Sí, pero no confundamos los tantos. El efecto invernadero no es el enemigo. Sin él, la temperatura del planeta Tierra hoy en día seria, promedio, digamos que de aproximadamente -20 ° C. El problema es que este efecto, que permite la vida en la Tierra, está siendo acentuado por las actividades humanas”.
Una fuerte palmada de Paul me vuelve a la realidad:
– Esta noche tenemos que abrir la botella de whisky añejo. Recién acabo de sacar el core de hielo de los 1600 metros y salió intacto. Debemos llevarlo al laboratorio para efectuarle los análisis de hidrogeno/deuterio y de los isótopos de oxígeno.
-No olvides Paul que mañana mismo comenzamos también con el análisis de las burbujas atrapadas en hielo para datar CO2 (dióxido de carbono) Quiero tener los datos listos para el próximo congreso. El deadline es dentro de dos meses.
Cargamos las muestras en el trineo y marchamos rumbo a la base, pensando en el futuro de nuestra casa, la Tierra. –

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