Entre platos y copas :: IL GABBIANO | BODEGAS PATRITTI

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Rubén Patritti es un auténtico emprendedor. No tiene un pasado directamente vinculado a la actividad vitivinícola, pero sí un presente notable. En 2003, en San Patricio del Chañar, provincia del Neuquén, puso en marcha un proyecto que comenzó a forjarse antes, mucho antes, cuando trabajaba de otra cosa, cuando no era un bodeguero que genera vinos de alta gama sino un ingeniero petrolero. Ahora, lejos de los pozos y de los campamentos, se dedica a imaginar vinos complejos y de excelencia. Los viñedos se encuentran a unos 400 metros de altura y Bodegas Patritti produce distintas variedades de tintos (Malbec, Cabernet-Sauvignon, Pinot Noir, Merlot, Petit Merlot) y blancos (Chardonnay, Sauvignon Blanc y Torrontés). Rubén, amable y extraordinario “dialogador”, como siempre, recuerda que la bodega cuenta con capacidad para almacenar unas 500 barricas. Y no se olvida que el nombre de la línea principal de sus productos es Primogénito, una denominación en absoluto casual. Una noche, previa a las cenizas del volcán y en la víspera de algún cálido viaje antes del inevitable invierno, pasó a cenar por Il Gabbiano junto a su esposa Patricia y la sommelier de la bodega, Carolina Etcheverri, quien explicó y comentó cada una de las características de los vinos que se saborearon durante la velada, que sucedió, aconteció, mientras nadie percibía el paso de las horas. La helada, blanquecina, sugería una madrugada incipiente. Hablamos. La memoria suele ser imperfecta. Pero admite, sin embargo, recuerdos y remembranzas deliberadas (o antojadizas, quién sabe). Más allá de la circunstancia, el diálogo – tal vez los retazos poéticos que resistieron el paso de la noche – debe haber sucedido más o menos de esta manera.
Rubén, vos venís de un sector completamente distinto al de la vitivinicultura, por lo cual asoma como absolutamente interesante conocer como fue el paso de una actividad a otra.
– Vengo de la industria del petróleo y estudié Ingeniería en Petróleo. Me trasladé a Mendoza y allí no sólo me encontré con expertos petroleros sino también con todo el mundo del vino. Tenía amigos que lograron, además, que me entusiasmara con la idea. Pero no es tan extraño: mis bisabuelos, en Italia, habían trabajado con viñedos. A lo mejor tenía algo en los genes. Pero continué durante muchísimos años vinculado a la industria petrolera. Cuando me estaba por retirar de la actividad, comencé a pensar de qué manera podía comenzar con la bodega. Conocía la zona de San Patricio del Chañar porque los viñedos están cerca de Loma de la Lata, que es el principal yacimiento de gas de Argentina. Todo parece tener sentido, como si la vida me hubiese ido señalando en qué sitio debía ubicarme a partir de mis dos ocupaciones, la de petrolero y la de bodeguero.

Pero, como decías, hay antecedentes familiares que permiten imaginar una añeja relación con el mundo del vino…
– Cierto. Mis bisabuelos vivían en el Piamonte, en Italia. Llegaron a la Argentina y se trajeron con ellos ramitas de vides como para comenzar a producir algo aquí. Pero fueron a Córdoba, donde era imposible hacerlo. Uno de los hijos, Giovanni, resolvió irse. Y se llevó sus viñedos a Australia, donde efectivamente estableció su bodega. Hay, entonces, una Bodega Patritti en Australia. A todos estos datos yo los descubrí después de haber comenzado a hacer mi bodega. Mi hija, a través de Internet, descubrió todo el tema. Nos pusimos en contacto aunque todavía no nos hemos visitado. Pero el compromiso ha quedado establecido.

¿Te genera satisfacción ser bodeguero?
– Claro, naturalmente. Es un mundo donde la gente disfruta de la gente, es un universo donde se disfruta del “estar”. La actividad petrolera es mucho más fría, es producción, eficiencia. Esto no quiere decir que ser bodeguero implique ser ineficiente, pero hay otras cosas, otras cuestiones, tal vez más conjeturales y más difíciles de explicar. Yo he hecho muchos amigos nuevos, por ejemplo, que antes ni siquiera imaginaba. He conocido gente extraordinaria. Y la prueba, si es que hace falta alguna, es esta amabilísima tertulia.

La bebida, el vino en sí mismo, tiene una mística diferente a otras cosas. Difícilmente otros productos industriales provoquen tanto entusiasmo, tanta conversación ¦
– Sobre todo, también, cuando no se lo analiza como una industria. Porque es posible idear una bodega, fabricar un millón de litros de vino, venderlos, ganar 10 centavos por litro, ciento cincuenta mil pesos. Listo. Cuando te dedicás a una actividad como ésta porque querés hacer algo lindo y bueno, porque te entusiasma la gente y te agrada la relación estética y cordial que se mantiene con el vino, se generan situaciones que ayudan y que te motivan cada vez más.

¿Cómo te imaginas el futuro en San Patricio del Chañar?
– San Patricio del Chañar creció mucho porque tuvo ayuda gubernamental. Reconozco que no hubiese tenido todo el dinero para hacer lo que alcancé a hacer. Debería haber pensado en un proyecto más pequeño. Particularmente, la zona ha logrado producir muy buenos Pinot Noir, muy buenos Merlot, y todos nos estamos dando cuenta de que es necesario incentivar estas cuestiones. Esta circunstancia le va a otorgar una especie de identidad diferente a la región, como sucede en Mendoza con su Malbec o a Salta con el Torrontés. Se está produciendo este fenómeno de manera natural.

¿Producís frutas, uvas específicamente, además de vinos?
– Todo lo que cosechamos se transforma en vino. Lo que no hago es vender todo el vino embotellado con mi marca. Hacemos poco más de un millón de litros, con el apoyo de Bodega La Rural, con Mariano Di Paola, el enólogo principal de la bodega. Cada año elegimos el diez o el veinte por ciento de los caldos que resultan más convenientes y los transformamos y los manejamos con nuestra marca. El ochenta por ciento restante se lo lleva Bodega La Rural para sus vinos. Por eso también podemos esforzarnos más para lograr un producto de calidad, nada más, y no a hacer vinos masivos. Tampoco se puede hacer un millón y medio de litros de vino bueno. Siempre hay que elegir el viñedo, hay que elegir el racimo, hay que elegir la barrica para que todo sea perfecto.
¿Cambió tu relación con el vino a partir de dedicarte a su producción?
– Sí, cada vez me gusta más…Estoy aprendiendo a disfrutarlo. Yo no era experto en vinos. Tenía la vocación pero no todos los conocimientos que se requerían. A través de esta actividad estoy aprendiendo junto con el desarrollo. Por supuesto que a los vinos los hacen los enólogos y uno lo que tiene que hacer es, verbigracia, dejar hacer a los que saben.

Tiene mucho peso la presencia de Mariano Di Paola en la bodega…
– Es un profesional de primera y una persona de primera. Nicolás Navío es nuestro enólogo residente, que es un discípulo de Di Paola: aprendió con él.

El hecho de transformarte en bodeguero te ofreció, entonces, una nueva perspectiva en relación al vino.
– Exactamente. Como en todas las disciplinas, cada vez te compenetrás más. Y si te gusta lo que hacés, más aún, con más razón: te involucrás en profundidad y de distintas maneras. Se trata de una renovación que no sólo implica al objeto productivo, en este caso el vino: es una renovación vital. Con mi anterior profesión vinculada al petróleo, había llegado a los 60 años y mi vida laboral empezaba, en todo caso, a declinar. Aquí la etapa es totalmente nueva y desafiante. Todo es futuro.

De todos los vinos que producís, ¿cuál es tu preferido?
– El Pinot Noir. Me encanta. Se trata de un vino exquisito. Extraordinario.
¿Cómo se ubican los vinos patagónicos en el contexto mundial? Estás vendiendo vinos al exterior, además.
– Sí, a Estados Unidos, al Japón y a Brasil. La palabra Patagonia ayuda bastante. Acabo de venir de la London Wine, una de las ferias de vino más grandes e importantes del mundo. Había un lugar donde estábamos las bodegas argentinas, unas veinte en total, y la palabra Patagonia, que puede sonar exótica y lejana en Londres, llamaba la atención. Y probaban nuestro vino. Cuando hay mil bodegas y cada una tiene diez etiquetas, son diez mil etiquetas, ¿cómo hace alguien para acordarse de todas? Es improbable. El vocablo Patagonia, entonces, te da una ayudita para que se acerquen. Después, por supuesto, el vino te gusta o no te gusta. Es así de difícil y así de simple. –

EL MENíš PERFECTO

Mimí Barchetta, como no podía ser de otra manera, hizo de las suyas, se lució y brilló con luz propia. Las entradas fueron sopa fría de langostinos en leche de coco y palmitos, huevo de campo mollet con manteca de trufa y rigattoni al bróccoli. El vino elegido para la ocasión fue el exquisito Chardonnay 2009 de Primogénito, la línea principal de Bodegas Patritti, que habitualmente sólo se distribuye en restaurantes exclusivos. A continuación apareció el pulpo a feira (pulpo de la feria), al que se maridó con el elegante Pinot Noir 2008. Y el siguiente instante gastronómico fue también notable: coda alla vaccinara con papas hasselback “buenísimo-, un plato que avanza culturalmente desde la remota y popular Italia: la receta fue elaborada en sus orígenes por los carniceros romanos y se trata, ni más ni menos, que del rabo, un corte vacuno al que no se recurre con asiduidad ni en los restaurantes ni en ninguna parte. El vino, inmejorable: el Patritti Blend 2008 (Cabernet, Malbec, Merlot), una etiqueta que, de acuerdo a la sommelier Carolina Etcheverri, se lanzará en breve al mercado. El postre, inevitable, además de exquisito: un semifreddo allo zabaglione, cremoso, al que se acompañó con un vino dulce italiano, una de las marcas registradas (otra y van ¦) de Il Gabbiano, una delicadeza que sólo se consigue allí.

IL GABBIANO
Av. Bustillo – Km 24,399
Bariloche | Río Negro
Tel. (+54 02944) 448346
web: www.gabbiano.com.ar

BODEGA PATRITTI
Picada 1 Norte
San Patricio del Chañar | Neuquén
Tel. (+54 0299) 448-8245
e-mail: info@bodegaspatritti.com.ar
web: www.bodegaspatritti.com.ar

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