FOTOS FRANCISCO BEDESCHI
Los tehuelches lo llamaban shoam. Vive en los boques Andino Patagónicos de Argentina y Chile y hoy está amenazado por el peligro eterno de la extinción. Es curioso, cordial, agraciado y decididamente escurridizo. El puma ya no es su tradicional y natural depredador. El hombre ha hecho todo lo posible para transformarse en su más eficaz enemigo. Pero el huemul todavía está allí. Resiste desde la espesura. El ciervo patagónico aún no ha abdicado, afortunadamente. De nosotros depende.
El huemul es casi un mito (el relato de su existencia es casi un mito). Es un animal solitario, majestuoso, noble, que vive desde siempre en los bosques Andino-Patagónicos de Argentina y Chile. Es difícil de ver, de encontrar. Y es natural: está en peligro de extinción. Curioso y amable, jamás ha temido al hombre (debería haberlo hecho) Por eso huye, se escapa y construye su propia leyenda. Es solitario, aunque a veces forma pequeños grupos familiares entre macho, hembra y cría, que nace generalmente entre noviembre y diciembre, luego de un período de siete meses de gestación. El huemul está en peligro y el puma patagónico ya no es, como históricamente ha sucedido, su natural y principal enemigo y depredador. El hombre, de muchas maneras, ha hecho todo lo posible para que se verifique esta situación a partir de la caza irresponsable e ilegal, a través de la explotación irracional de los bosques, a partir de los incendios forestales intencionales o con el uso intensivo de la ganadería. Pero el huemul aún está allí, todavía pelea y resiste.
Bellísimo, tiene una contextura robusta, miembros fuertes y relativamente cortos y muestra una clara adaptación a los ambientes quebrados de montaña. Su coloración varía desde el café oscuro en verano, a un tono más grisáceo o amarillento durante el invierno. Este pelaje, denso, grueso y algo oleoso, tiene gran poder aislante, permitiéndole permanecer seco y caliente durante el invierno. Sus pelos, además, son “neumáticos”, lo que implica que contienen aire en su interior, lo que le permite nadar con facilidad en las frías aguas del sur. Como la mayoría de los ciervos del mundo, sólo los machos presentan cornamentas “normalmente de dos puntas- las que renuevan todos los inviernos. Estos alcanzan una altura de un metro en el lomo, pueden llegar a pesar 100 kilos de peso y ostentan, desde el hocico hasta la frente, una notable mancha facial oscura en forma de “Y”. Las hembras tienen 80 centímetros de alzada y un peso aproximado de hasta 65 kilogramos. Ambos sexos muestran llamativas grandes orejas, de hasta 25 centímetros de largo y con una gran movilidad. Cuenta Alejandro Serret en su extraordinario libro El Huemul, fantasma de la Patagonia, editado, por Zaguier&Urruti: “Las hembras se agachan o encuclillan, manteniendo rectas las patas delanteras, llevando hacia delante las posteriores y flexionando las rodillas traseras de manera que la columna vertebral desde el cuello hasta la base de la cola se presenta arqueada bajo el plano horizontal. Los machos, en cambio, arquean el dorso hacia arriba de la horizontal, asumiendo una posición jorobada. Las orejas son llamativas por su largo (hasta 25 centímetros) y debido a su gran movilidad”.
Los tehuelches lo llamaban Shoam. Los relatos de viajeros, naturalistas y pioneros de finales del Siglo XIX y comienzos del XX reflejaban para entonces una importante ocupación del huemul: desde el sur de Mendoza hasta el Estrecho de Magallanes. Su población y su peregrinar se modificaron a partir de la colonización blanca, la que desencadenó un proceso de regresión numérica de la especie: se redujo el tamaño de sus poblaciones y, al mismo tiempo, aumentó su grado de aislamiento y vulnerabilidad.
El huemul ha sido declarado Monumento Natural de la Nación porque se encuentra amenazado por el peligro de la extinción. Su situación es crítica y su mejora no depende de él, depende de nosotros. Hay que transformarse en ciudadanos respetuosos y considerados cada vez que pisamos o nos adentramos en sus territorios. Nuestras modernas formas de practicar turismo en la naturaleza (cabalgatas, caminatas, cuatriciclos) o los grandes emprendimientos infraestructurales (rutas, diques, gasoductos) son también factores que lo perjudican cuando se llevan a cabo sin prudencia, sin estudios de impacto ambiental y sin la debida planificación. Resulta indispensable cuidar y proteger al huemul para que, como sucede desde que la eternidad es la eternidad, de vez en cuando aparezca alguno por allí movido por su curiosidad, su simpatía y su cordialidad. Después de todo está en su casa. –