POR MARTÍN ZUBIETA
Pequeña crónica de la primera caminata lunar.
En 1969 Richard Nixon asumía la presidencia de los Estados Unidos sin imaginar el destino que le aguardaba. En Francia, el mítico Charles De Gaulle dimitía a la presidencia mientras que en Belfast y Derry, los irlandeses reiniciaban un viejo y sangriento conflicto. En Argentina mandaba el general Juan Carlos Onganía, Chacarita Juniors obtenía el único campeonato de Primera de su historia profesional y en los cines de Buenos Aires se podía ver Las sandalias del pescador, protagonizada por Anthony Quinn.Pero un acontecimiento inusual habría de romper la monotonía de aquellos días: el arribo del hombre a la Luna. El lanzamiento del Saturno V, el cohete que transportaba a la aeronave Apolo XI y al módulo lunar Lem, estaba previsto para el 16 de julio. Para el diario La Nación se trataba de “la empresa más osada en la historia del hombre” y los astronautas elegidos para llevarla a cabo eran Neil Armstrong (comandante de la misión), Michael Collíns (piloto de la capsula espacial) y Edwin “Buzz” Aldrin (piloto del Lem). Noventa y seis horas después de despegar de Cabo Kennedy debían alunizar. La sola idea sonaba inconcebible.A las 9:32 (hora local) del día indicado el mundo entero aguardaba frente a los televisores blanco y negro las imágenes del lanzamiento, que pudo verse en todas partes menos en la Argentina debido a una avería sufrida por el satélite Intelsat III. Con un retraso de 784 milésimas respeto al horario fijado, los cinco motores del Saturno (que consumían 15 toneladas de combustible por segundo para desarrollar una fuerza equivalente a 92.000 locomotoras) se pusieron en funcionamiento hasta alcanzar una velocidad de 39.000 kilómetros por hora, vencer la fuerza de la gravedad y comenzar el viaje por el espacio sideral. Media hora más tarde, cuando el Apolo transitaba la órbita terrestre, se produjo la primera comunicación entre los tripulantes y la base. Armstrong informó: “Houston, todo bien por aquí arriba. Veo hacia el sur la península de Yucatán, Cuba, la parte septentrional de Sudamérica…Y ahí se me acaba la escotilla”. El siguiente mensaje fue meteorológico.Mientras el mundo se maravillaba con la transmisión televisiva, Armstrong, Collins y Aldrin se dedicaban a tareas “rutinarias”. Por ejemplo, corroborar que nada se hubiese dañado durante el despegue. También durmieron por turnos y comieron: podían escoger entre setenta platos, entre ellos alimentos reconstituibles, golosinas y tallarines con salsa bolognesa. Al abandonar la órbita terrestre, el Saturno dejó librado a su entera suerte al Apolo XI, que tardó cuatro días para cubrir la distancia de 353.680 kilómetros que separaban a la Tierra de su único satélite. Y el módulo Lem estaba por entrar definitivamente en la Historia: a las 6:14 del 20 de julio, alunizó en el Mare Tranquilitatis, el Mar de la Tranquilidad. En su interior, Armstrong y Aldrin esperaban ansiosos. Afuera, cerca en el espacio infinito, Collins –el encargado de llevarlos de regreso a casa- permanecía al mando de la capsula espacial, bautizada Columbia, aguardando el momento de rescatar al Lem (o Eagle). A las 22:56, Armstrong comenzó a descender lentamente por la escalerilla, dudó, se detuvo y continuó su marcha. Finalmente, y para alarma de los supersticiosos, apoyó su pie izquierdo sobre la superficie lunar. Armstrong se había convertido en el primer hombre en caminar sobre la Luna. 500 millones de personas lo miraban emocionados frente a la TV. Luego habló: “No parece haber dificultades para moverse. No hay problemas en caminar por aquí… Este es un pequeño paso para un hombre pero un gran salto para la humanidad.”. Aldrin, por su parte, descendió 27 minutos más tarde y sólo atinó a decir “maravilloso, maravilloso…”. Los astronautas recogieron muestras de suelo, verificaron su aridez, plantaron la bandera de los Estados Unidos y dejaron una plaqueta. “Vinimos en paz”, indicaba.No había pasado una hora cuando comenzó la operación de rescate, comandada exitosamente por Collins. Finalmente, la misión regresó a la Tierra el 24 de julio. Amarizó sobre las aguas del Pacífico, donde los tres hombres fueron rescatados por el portaaviones Hornet, que inmediatamente puso proa a Hawaii. La empresa, todo un éxito, había costado 24 mil millones de dólares.Neil Armstrong murió en Columbus, Ohio, el pasado 25 de agosto. Tenía 82 años. ■
El club de los doce caminantes
1- Neil Armstrong (Apolo 11, julio de 1969)
2- Edwin Aldrin (Apolo 11, julio de 1969)
3- Pete Conrad (Apolo 12, noviembre de 1969)
4- Alan Bean (Apolo 12, noviembre de 1969)
5- Alan Shepard (Apolo 14, febrero de 1971)
6- Edgard Mitchell (Apolo 14, febrero de 1971)
7- David Scott (Apolo 15, julio/agosto de 1971)
8- James Irwin (Apolo 15, julio/agosto de 1971)
9- John Young (Apolo 16, abril de 1972)
10- Charles Duke (Apolo 16, abril de 1972)
11- Eugene Cernan (Apolo 17, diciembre de 1972)
12- Harrison Schmitt (Apolo 17, diciembre de 1972)