SI MI BIBLIOTECA ARDIERA ESTA NOCHE.
Aldous Huxley, Edhasa, Barcelona, España, 2011
Aldous Huxley no necesita mayores prolegómenos. Si bien nació en Oxford, Inglaterra, en 1894, su enorme producción literaria y ensayística lo suele emparentar con el universo cultural de los Estados Unidos, donde vivió una buena parte de su vida (de hecho murió en Los Ángeles, California, el mismo día que asesinaban al entonces presidente John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963) Sin duda, su novela más conocida es Un mundo feliz (1932), una de las grandes novelas distópicas del Siglo XX (la otra es 1984, de George Orwell), una maravillosa parábola respecto al (entonces) futuro del capitalismo. En este texto (prologado, seleccionado y traducido a la perfección por Matías Serra Bradford) aparece toda una serie de artículos miscelánicos que abarcan una multiplicidad de temas, tal el subtítulo del libro: “Ensayos sobre arte, música, literatura y drogas”. Más allá de su intensa experiencia con distintas drogas, en el libro hay lugar para reflexiones exquisitas y particulares sobre su propio universo intelectual y personal, que era enorme. Así se suceden textos sobre Mozart, Dylan Thomas, Balzac, Proust, Brahms, Goya, Beethoven, libros, discos, teatro, religión. Incluso, cuenta Serra Bradfod, cuando Huxley escribió el artículo que da nombre al libro (en 1947), no tenía la más mínima idea respecto a que su propia biblioteca ardería hasta el infinito quince años más tarde. Como el propio Huxley dice, “es mejor haber intentado alcanzar la perfección y fracasado que no haberlo intentado nunca”.
HUESOS EN EL JARDÍN.
Henning Mankell, TusQuets, Buenos Aires, 2013
Siempre hay una última vez. Aún cuando todos lo sabían: el autor, los lectores y, por qué no, el protagonista. Kur Wallander ya no recorrerá más las calles de Ystad. El propio Henning Mankell, lo explica en una especie de epílogo. Acaso lo haga para no tener que retornar sobre sus propios pasos, como cuando el célebre Sir. Arthur Conan Doyle tuvo la idea de “matar” a su personaje en las montañas de Reichenbach. El personaje era nada menos que Sherlock Holmes, que “retornó” a la vida luego del masivo descontento de los lectores. En Huesos en el jardín Wallander no muere. Simplemente transita lo que es su última aventura. Cansado, parece que encontró la que puede ser la casa de las afueras con la que siempre soñó. Pero sucede algo extraordinario: mientras recorre el lugar sopesando si es el “lugar”, entre pastos, ramas y barro, aparecen los huesos de una mano. Naturalmente que hay un cadáver. Los forenses, entre silencios y tecnologías, corroboran lo que la intuición del policía ya había detectado. Esas constituyen las evidencias de un drama que sucedió hace mucho tiempo. Nadie ha recibido justicia. La justicia, más allá de las formalidades legales, no siempre pasa por tribunales. A veces, simplemente, hace falta la verdad, que todos sepan qué pasó. “¿Por qué ha alcanzado Wallander tanta popularidad en países y culturas tan diferentes?”, se pregunta Mankell. Pero quizá la respuesta sea que Wallander siempre intentó que todo el mundo conociera la verdad. Nada más.
TODO LO QUE NECESITÁS SABER SOBRE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL.
Santiago Farrell, Paidós, Buenos Aires, 2013.
Este año se conmemoran los cien años del inicio de la Primera Guerra Mundial, que comenzó formalmente el 28 de julio de 1914 (finalizó con el armisticio de Compiègne, el 11 de noviembre de 1918, con la victoria de los Aliados). Un mes antes, sin embargo, se había producido otro acontecimiento que funcionó como la “última chispa” -las causas de la guerra son múltiples- para encender una hoguera que costaría millones de vidas: el 14 de junio de 1914 fue asesinado en Sarajevo el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del Imperio Austrohúngaro. Su matador fue un joven bosnio llamado Gavrilo Princip, que era miembro de una organización terrorista serbia llamada Mano Negra. El trabajo de Farrell, periodista de profesión y vocación, no tiene la pretensión de ser académico. Es, como él mismo lo define, un texto de divulgación “que busca generar el interés en un hecho histórico que, cien años después, aún nos interpela”. Sin embargo esta “recolección de episodios” hace al todo e influye en su interpretación. Así se suceden hechos y análisis, de los más trascendentes a los menos conocidos: desde poetas que narran la tristeza en varios idiomas hasta el Tratado de Versalles, suscripto entre los Aliados y la Alemania derrotada, pasando por las miserias múltiples de la guerra de trincheras, las batallas como Verdún, Somme, Marne o Ypres, los “avances tecnológicos” o las penurias de la población civil. El mundo cambió y una generación entera murió. La Primera Guerra Mundial, pensaron, era irrepetible.