REENCUENTRO.
Fred Uhlman (Tusquets, Buenos Aires, 2014)
Fred Uhlman (1901-1985) publicó por primera vez este texto a comienzos de los años setenta y, en varios puntos, tiene muchísimos aspectos autobiográficos ya que él mismo, alemán de origen judío, tuvo que abandonar Alemania ante la inminencia de la barbarie nazi. Igual que Hans Schwartz. El texto, breve y delicado, describe la historia de dos chicos que transitan sus adolescencias en esa Alemania convulsionada de los inicios de los años ´30. Uno se llama Hans Schwartz y es hijo de un médico judío de Stuttgart. Konradin von Hohensfels tiene su misma edad, pero es un conde y su apellido había atravesado las más diversas etapas de la historia de Alemania. Ambos, el burgués y el aristócrata, concurren al mismo colegio y se ignoran con precisión prusiana hasta el momento en que dejarán de hacerlo y se transformarán en amigos. “¿Qué tenía en común él, Konradin von Hohensfels, conmigo, Hans Schwartz, tan escaso de aplomo y de savoir faire?” Compartían el aula y la incomprensión de los demás. Compartían sus silencios. Tenían gustos, costumbres y hábitos filosóficos y literarios similares. Los separaba la prosapia y la tradición. No lo sabían pero el nazismo sería una barrera insalvable tanto para la República de Weimar como para la relación entre ambos. Los alemanes comenzaban a transitar terrores y fanatismos diferentes. Hans y Kosntantin, definitivos, también. El reencuentro y la reflexión acaso sean una posibilidad cierta.
BERLÍN 1961. El lugar más peligroso del mundo.
Frederick Kempe (Galaxia Gutemberg, Barcelona, España, 2012)
La Guerra Fría fue un conflicto en latencia contante que involucró a dos países hegemónicos, los Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS), y a dos conceptos políticos distintos e irreconciliables, el capitalismo y la democracia liberal y la economía planificada y el sistema de partido único. Desde la Conferencia de Yalta (febrero de 1945) hasta la desaparición de la URSS (agosto de 1991) los acontecimientos fueron numerosos y muchos de ellos pusieron al mundo al borde de una confrontación nuclear. Los expertos dicen que dos de esos instantes fueron la Crisis del Canal de Suez (1956) y la Crisis de los Misiles en Cuba (1962) El tercero fue la construcción del Muro de Berlín en 1961. Frederick Kempe se ocupa del tema en calidad de un tipo bien informado: fue periodista 25 años en Berlín durante la Guerra Fría. A partir de la desclasificación de archivos alemanes, soviéticos y estadounidenses alguna vez secretos, reconstruye una historia que había comenzado con el Bloqueo de Berlín en 1948 y que se agigantaría aún más con la separación de Alemania en 1949. El muro cayó (y arrastró al comunismo) el 9 de noviembre de 1989. Pero se comenzó a construir en agosto de 1961. Kempe registra la historia de esa decisión y de muchos de sus protagonistas principales, entre ellos Nikita Kruschev y John F. Kennedy. Extraordinaria investigación de Kempe. Sus casi 700 páginas son intensas y llenas de análisis, datos e información.
GALVESTON.
Nick Pizzolatto (Salamandra, Barcelona, España, 2014)
Aquellos que vieron y disfrutaron de la serie True Detective, que protagonizaron Matthew Mc Conaughey (Rustin “Rust” Cohle) y Woody Harrelson (Martin Hart) y que emitía HBO, saben (y si no lo saben se estarán enterando en este mismísimo segundo) que el guionista de toda la serie fue Nick Pizzolatto, el autor de Galveston, a la postre su primera novela. Amante y cultor del policial negro, Pizzolatto, antes de la televisión y el libro, publicaba sus relatos y cuentos en distintas revistas de los Estados Unidos (al igual que Raymond Chandler en Black Mask) Ahora, ya consagrado, imaginó una black novel en la que, de alguna manera, se invierte la “carga de la prueba”. El protagonista central no es un detective ni un oficial de la policía de ninguna parte sino Roy Cody, una especie de matón a sueldo, de “gorila” riguroso aunque con una mirada particular: hace lo que hace, quizá, porque no sabe o no puede hacer otra cosa. Pero su vida cambia dramáticamente en el instante en que se entera de que está gravemente enfermo. La novela, genial, adquiere en este punto, un ritmo vertiginoso. El libro, que es extraordinario, choca por momentos con un obstáculo insalvable: la traducción al castellano está llena de españolismos y modismos de color local que impiden una lectura sensata y cordial. Nadie revisa jamás las traducciones españolas que, razonablemente, están pensadas para España. Pero aquí son decididamente feas, feísimas. Ilegibles a veces.