LOS ENTRESIJOS DE NUESTRO PASADO

POR GONZALO PÉREZ, doctor en Biología

Aprovechando las bondades de nuestra imaginación, podemos simular un viaje en el tiempo, un viaje hasta nuestros orígenes. Este viaje, sin embargo, posee ciertas reglas, a las que hay que seguir para no perdernos en los infinitos laberintos de nuestra genealogía. ¿Qué especie fue nuestra antepasada directa? Esa es la pregunta.

Es quizás asombroso y hasta inquietante que en la actualidad no tengamos una representación clara de nuestra evolución. Esto no quiere decir que no sepamos que venimos de un grupo de primates simiiformes sino que las intrincadas ramas de la genealogía humana aún no nos dejan ver claramente nuestro pasado. Por ejemplo, ¿qué especie fue nuestra antepasada directa? El estudio de la evolución humana implica un análisis interdisciplinario en el que se aúnen conocimientos procedentes de ciencias como la Antropología, la Genética, la Paleontología, la Arqueología y la Estratigrafía, entre otras. Lo que sabemos hoy nos muestra algunas cosas inquietantes, otras asombrosas y también nos hace querer saber mas, quizá con el fin de encontrar nuevos caminos para comprendernos a nosotros mismos.

Aprovechando de las bondades de nuestra imaginación, podemos simular un viaje en el tiempo, un viaje hasta nuestros orígenes. Este viaje, sin embargo y en contraposición con los poderes imaginativos, posee ciertas reglas. El obviarlas sería causal de que podamos perdernos en los enmarañados laberintos de nuestra genealogía. Las indicaciones son mas bien un cuadro sinóptico mental, el cual está muy bien ensayado en las mentes de los arqueólogos, paleontólogos, antropólogos y genetistas evolutivos. Pero puede parecer un lenguaje inentendible, o por lo menos complicado, para nosotros en donde nuestros viajes temporales suelen ser hacia el futuro próximo, quizás solo hasta fin de mes.

El esquema sinóptico es que la genealogía de la humanidad, y de hecho de toda la vida en la Tierra, puede pensarse como un árbol con numerosísimas ramas: de unas ramas surgen nuevas ramas, las cuales posteriormente pueden nuevamente ramificarse. La altura de árbol es el tiempo y cada rama es una especie. Dependiendo donde cortamos la frondosa copa arbórea, podremos ver qué especies existían en ese momento de la historia, línea temporal representada por el plano del corte. Sin embargo, es también importante tener en cuenta que algunas especies (ramas) pueden ser mas largas que otras, es decir algunas especies pueden tener diferente tiempo de existencia. Incluso especies que se originaron de una antecesora, pueden dejar de existir antes que esta misma. Otra cosa importante es que las últimas ramas, los últimos brotes, son las especies que existen en nuestro presente.

Ahora ya podemos comenzar nuestro viaje hacia el pasado, exactamente hace 4.5 millones de años con los primeros homínidos totalmente bípedos (los Australopithecus). Este grupo, al que pertenece la carismática Lucy, prosperaron en la sabana africana y vivieron hasta hace 2.5 millones de años. Los Australopithecus tuvieron un notable éxito ecológico, como lo demuestra la radiación que experimentaron, con al menos cinco especies diferentes esparcidas desde Etiopía y el Chad hasta Sudáfrica. Su desaparición se atribuye a un cambio climático que se inició hace unos 2,8 millones de años y que condujo a una desertificación de la sabana con la consecuente expansión de los ecosistemas esteparios. Como resultado de esta presión evolutiva, algunos Australopithecus se especializaron en la explotación de productos vegetales de escaso valor nutritivo, desarrollando un impresionante aparato masticador y originando a un nuevo grupo de homínidos, los Paranthropus. Por otro lado, otros Australopithecus se hicieron paulatinamente más carnívoros, originando a los primeros “Homo”.

El género Homo, como nuestra especie (Homo sapiens), son los homínidos clásicamente considerados como aquellos capaces de elaborar herramientas de piedra. Sin embargo, muchas veces las herramientas no se encuentran acompañadas por restos de homínidos con quien asociarlas. Un ejemplo claro de esta falta de sincronización entre evidencias arqueológicas y paleontológicas esta representada por el “artesano olduvayense”. Las industrias de cantos tallados datadas en el arroyo de Kada Gona, Etiopía, tienen un mínimo 2.6 millones de años de antigüedad, mientras que los restos mas antiguos de Homo (H. habilis y/o H. rudolfensis), también encontrados en el Este de África, son de 2.3 millones. De esta forma comienza a enzarzarse nuestro viaje, no pudiendo en la actualidad llenarse el espacio de 300.000 años entre los primeros utensilios y la aparición de los Homos.

Pero esto es solo el principio. Aguanten la ansiedad y continuemos viaje. Hasta ahora todo sucedía en África: tanto los Australopithecus como los primeros Homos vivieron en este continente, principalmente en la zona oriental. Sin embargo, tempranamente poblaciones de Homo migraron hacia el Nordeste, encontrándose en el sur del Cáucaso, en las proximidades de Mar Negro (Georgia), los restos mas antiguos datados en 1.8 millones de años. Estos restos fueron encontrados en el 2001 y parecen ser de una especie entre el H. habilis y el H. erectus, relacionada con H. ergaster. En la actualidad se atribuyen a una nueva especie, H. georgicus. Esta especie ya tenia características físicas muy similares a nosotros y muy diferentes a los mas simiescos H. habilis.

Esta primera migración condujo a la diferenciación de dos linajes probablemente descendientes de H. ergaster o una especie muy relacionada. Estos linajes fueron H. erectus, que ocupó Asia Oriental (China e Indonesia) y H. antecessor/H. cepranensis, que migró hacia Europa (España, Italia). H. erectus fue una especie que tuvo una dilatada presencia en las ramificaciones de nuestro árbol de la vida, existiendo aproximadamente desde hace 1.8 hasta hace 300.000 años atrás, siendo posible que incluso viviera hasta hace solo 50.000 años. En la actualidad sabemos que este pariente lejano no dio origen al H. sapiens, pero en su larga historia y su gran éxito pudo haber permitido la diferenciación de especies independientes dando lugar a especies como el pequeño Homo floresiensis, de solo 1.06 m de altura encontrado en la Isla de Flores (Indonesia) y apodado Hoobit. Esta especie parece haber vivido hasta hace solo 13.000 años y habría sufrido un enanismo insular como una especiación geográfica en esta isla descripta como un mundo perdido. Su reciente extinción, sugiere que pudo haber convivido con los primeros H. sapiens que llegaron a la isla. De la misma manera, el H. erectus podría haber también dado origen a los homínidos de Denísova (Siberia, Rusia).

Por otro lado, siguiendo la bifurcación de H. ergaster y la migración temprana hacia Europa, nos encontramos con otro escalón de nuestra filogenia: el H. antecesor. Este Homo cuyos restos fueron hallados en Castilla y Leon (España), vivió hace unos 900.000 años y es considerado el homínido más antiguo de Europa. La información hasta hoy recolectada indicaría que este homínido es el ancestro de la línea Homo heidelbergensis – Homo neanderthalensis-, siendo este último “el hombre de Neandertal”, una especie que vivió en Europa y parte de Asia Occidental desde hace 230.000 hasta solo unos 23.000. Estos Homo son realmente nuestros primos, pero actualmente sabemos que no son nuestros antepasados, aunque todos nosotros tenemos algo de ellos.

No pueden decir que no les advertí de lo vertiginoso de este viaje, de este ensayo hacia el pasado. La fase final de la evolución de la especie humana está presidida por lo menos por cuatro especies de Homo, que durante un largo periodo convivieron y compitieron por los mismos recursos. Se trata del H. neanderthalensis, la especie del homínido de Denisova, el H. floresiensis y el hombre moderno (H. sapiens). Son en realidad historias paralelas que, en un momento determinado, se cruzan. Nuestra especie, y la única especie del genero Homo no extinta, posee una antigüedad aproximada de 200.000 años, como lo indican los restos más antiguos encontrados (Hombres de Kibish) en Etiopía y restos en cuevas del río Klasies en Sudáfrica con 125.000 años. Esta antigüedad coincide con lo estimado para la Eva mitocondrial.

De esta forma, la búsqueda de nuestros orígenes nos vuelve a llevar a África, donde todo comenzó. Pues sí, hoy en día los estudios multidisciplinarios, tanto arqueológicos como genéticos, no indican que el ser humano moderno haya surgido de grupos de Homo que se quedaron en África, mientras otros homínidos conquistaban Asia y Europa. Posiblemente seamos los descendientes de especies como el Homo rhodesiensis y posteriormente en sucesivas y mas recientes migraciones ocupamos el Próximo Oriente hace unos 90.000 años y Europa hace unos 45.000 años.

En este proceso habríamos convivido y competido con otras especies de Homo, transformándose esta etapa de nuestra Historia en algo así como una película de terror. La forma “polite” de decirlo es que, por ejemplo con nuestros primos Neanderthal, los fuimos desplazando de sus dominios y el resultado de este proceso es que hoy en día solo quedamos nosotros. La verdad es un poco más oscura, pero esta convivencia dejó frutos quizás inesperados. Estudios recientes del genoma de los extintos Neanderthal, publicados en prestigiosas revistas científicas como Science y Nature (Green et al., 2010; Vernot y Akey, 2014 y Sankararaman et al., 1014), indican que existió hibridación entre estas especies. Dicho de otra forma: estas dos especies procrearon y dieron descendencia viable fértil. Es decir existió introgresión y nuevos genes se incorporaron a nuestro genoma. De 1% a un 4% de genes por persona serían de origen Neanderthal. Sin embargo, destaca que al analizar el porcentaje de DNA total de nuestros primos dentro de la población humana actual no africana (no dentro de un solo individuo actual), este porcentaje aumenta significativamente a un 20%, estando este genoma relacionado con genes que produjeron una “heterosis” a adaptaciones ambientales (como fenotipos de la piel), pero también implicado en enfermedades como la diabetes tipo 2, la enfermedad de Crohn, el lupus y la cirrosis biliar. Similares resultados también se han encontrado con los homínidos de Denisova y la población actual de seres humanos que vive en Papúa Nueva Guinea.

El sinuoso y sorprendente viaje a los confines de nuestros orígenes finalmente ha terminado. Al menos por ahora.

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