FOTO FRANCISCO BEDESCHI
El título corresponde a un libro de Julio Cortázar, pero el concepto es anterior, casi eterno, aunque los usos determinen el adjetivo y la dirección del comentario. Los presocrátricos, cuando casi nada sistemático aún existía, allá por el Siglo VI antes de Cristo, trataban de explicar el universo que los rodeaba y, entre otros conceptos, plantearon que el arjé, el “origen” de toda las cosas, podía explicarse a partir de los cuatro elementos naturales, agua, tierra, aire y fuego.Pero el fuego, muchas veces, puede no ser original, puede no responder a ninguna eventualidad de la naturaleza. A su arjé se lo puede encontrar en el inmenso vació aún no explicado de las miserias humanas, que carecen de todo límite. Se puede comprender aquello que escapa a nuestra voluntad, más allá de los daños y de los problemas que se sucedan, más allá de los inconvenientes. Son pocos los que desean la erupción de un volcán o una inundación atroz. Incluso uno de aquellos “fuegos originales”. Pero cuesta admitir que una mente humana sea capaz de provocar un incendio artificial, premeditado, al solo efecto de justificar un lamentable y patológico espíritu piromaníaco o un nivel de estupidez sin analogía posible.La imagen es definitiva. Cada vez que un imbécil saca a pasear su “elocuencia” con un fósforo en la mano y nada en la cabeza (e independientemente de ciertas miradas “pasivas”…), otros tratan de resolver la tranquilidad de la inmensa mayoría. Pero hay tontos egoístas en todas partes y en todas las épocas. También en el Cerro Pirque, a doce kilómetros de El Hoyo, Chubut, en enero de este año.■