Es prácticamente imposible no rendirle, cada tanto, un homenaje al vino. Seductor, amigable, compañero de alegrías y melancolías que se pueden entender en todos los idiomas del planeta, el castellano incluido (y el “argentino” también, si se acepta este pequeño barbarismo inofensivo).
“En la noche del júbilo o en la jornada adversa/ exalta la alegría o mitiga el espanto y el ditirambo nuevo que este día le canto/otrora lo cantaron el árabe y el persa. Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia/ como si ésta ya fuera ceniza en la memoria”, decía Jorge Luis Borges. Pero el vino, mágico y extraordinario brebaje, no es sólo poesía. El poeta sucede al vino y sus infinitos simbolismos. Siempre. Es parte de una cultura que, en este caso, se transformó en industria y ha logrado generar otro polo de desarrollo que se agregó a los que exisían en otros distritos tradicionales como la zona de Cuyo.
Los vinos patagónicos son una realidad que no sólo ha contribuido a extender los límites de su propia idea y de su propio contexto. Además metamorfosearon la geografía del lugar y lograron que el viento y el suelo árido dejaran de ser adversarios. Distritos como el Alto Valle del Río Negro, Valle Azul, la zona de Añelo o San Patricio del Chañar, en Neuquén, demuestran que se puede generar vinos de extraordinaria calidad “incluso internacional- en sitios otrora inimaginables. AIRE, entre tantas bodegas, ha seleccionado siete para homenajear el trabajo, el tesón, el talento, las ganas, el esfuerzo y los resultados de aquellos emprendedores que concretaron el sueño de transformar la hipotética imposibilidad en vino. Ellas son Bodega Humberto Canale, Noemía, Bodega del Fin del Mundo, Familia Schroeder, Patagonian Wines, Chacra y Patritti.
La industria vitivinícola, luego, se transformó en turismo. La Ruta del Vino no es otra cosa que la forma que adoptó la idea de integrar a todos los emprendimientos bodegueros de la región para que todo el mundo pueda entender de qué se trata. El homenaje es eterno. Y aquí la palabra final la tienen los poetas, cuyos artificios imaginan tiempos futuramente inmemoriales. Como el vino, que desde hace siglos “va de mano en mano”, como vuelve a decir Borges: “En el bronce de Homero resplandece tu nombre, negro vino que alegras el corazón del hombre”.
Salud.
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