TEXTO Y FOTOS FRANCISCO BEDESCHI
El esquí de travesía, con sus particularidades y exigencias, ofrece la posibilidad de disfrutar la montaña en medio del mayor de los silencios.
El esquí de travesía es una combinación perfecta entre deporte y aventura. Además, es en la actualidad la disciplina que más crece en la montaña. A finales del siglo XIX el esquí dejó de ser un medio de locomoción (utilizado, incluso, muchos años antes de Cristo) y pasó a ser una actividad relacionada con el placer y con el deporte. Desde ese momento, el esquí de travesía comenzó a ser protagonista de grandes aventuras y hazañas como los viajes a los Polos o las expediciones en Groenlandia. En los Pirineos, inmigrantes nórdicos adaptaron el esquí de fondo y el alpino, generando esta versátil forma de desplazarse con suma eficacia entre valle y valle. La innovación, precisamente, dio origen al esquí de travesía.
La máxima expresión de la eficacia del sistema la ofreció el noruego Roald Amundsen, el primer hombre en llegar al Polo Sur (el 14 de diciembre de 1911) con este método.Las tablas de travesía no son muy diferentes a las usadas en pista. Eso sí, requieren ser menos livianas (hay que cargarlas en algunas ocasiones) y más flexibles para adaptarse a la diversa calidad de nieve que se puede encontrar en cada descenso. Las fijaciones, en cambio, son quizá lo más complejo del equipo ya que cumplen una función primordial: el sistema que destraba la talonera es lo que permite el desplazamiento hacia arriba y, a la vez, debe sujetar la bota como “las comunes” para el descenso. Las botas son más cortas y manejables que las de esquí alpino y tienen un sistema que las “ablanda” para poder caminar (también es muy importante que sean lo más livianas posibles). Las “pieles de foca” son una banda de material sintético que al tacto podrían simular la piel del animal: es lo que se adhiere a la base del esquí y permite que la tabla no deslice hacia abajo, circunstancia fundamental para el ascenso. En caso extremo de hielo se requiere de crampones o cuchillas que se colocan en la base. No hay que olvidar a los bastones para completar el equipo básico de ascenso y travesía por las laderas vírgenes, sin la “molestia” de los “ruidosos” medios de elevación. Una vez en la cumbre, se quitan las pieles, se traban las fijaciones para inmovilizar el talón y asunto concluido, a disfrutar de un descenso en armonía total con la montaña, en medio mayor de los silencios.Si bien el esquí de travesía no es un deporte extremo y no es indispensable ser un experto esquiador para poder disfrutarlo, es necesario asesorarse con profesionales al momento de incursionar en este mundo tan particular y tan bello. El Club Andino Bariloche (CAB) es una alternativa perfecta para quienes quieran saber de qué se trata. ■