POR MOIRA TAYLOR
FOTOS FRANCISCO BEDESCHI
La travesía comienza navegando lagos patagónicos y continúa con la aventura de cruzar la frontera argentino-chilena en bicicleta. Turisur, empresa de turismo de San Carlos de Bariloche, te invita a disfrutar de un programa único donde cada pedaleada devuelve su esfuerzo en bellezas y experiencias inolvidables.
El destino es Puerto Blest, que saluda a los viajeros de la mano de una casona “estilo Bustillo”, digna de formar parte de la colección de fotos del visitante. Allí, además de contar con una zona de servicios, se puede degustar alguna delicia en su restaurante y casa de té. Pero en este viaje eso no es lo que nos ocupa. Al menos no por el momento. Aún queda un trecho hasta nuestro destino.
El equipo se prepara. Se despacha el equipaje, que nos encontrará en la aduana de Argentina. Comienza la bicicleteada. Los primeros tres kilómetros de tracción a sangre hasta el Puerto Alegre son una manera de despertar al cuerpo y las piernas, una primera aproximación a la mejor manera de viajar: pedalear. El Lago Frías, como rara vez sucede, nos recibe con sol. Comenzamos a adentrarnos en la zona selvática, transición entre el Bosque Andino Patagónico y la Selva Valdiviana. Allí llueven más de 280 días al año, por lo que nuestro viaje acarreaba buenos augurios. La navegación por el lago Frías es de aproximadamente 20 minutos, con vistas panorámicas a la Cordillera de los Andes y su cumbres majestuosas (como el Tronador), hasta llegar a Puerto Frías, un lugar que fue propiedad de familias chilenas hasta la expropiación llevada adelante por el gobierno de Juan Domingo Perón.
En Puerto Frías, se encuentra la Aduana argentina, que nos despide luego de hacer nuestros papeles y nos abre las puertas a nuestra primera cuesta, 4 kilómetros de camino sinuoso dentro del bosque que sorprenden al cuerpo y a la resistencia con una subida pronunciada pero no imposible. La divisoria de aguas marca el punto más alto de la travesía y al regreso se sentirá como el Arco del Triunfo. Pero eso es historia para otro día. Esos primeros kilómetros nos permiten distendernos buscando el hito que marca el límite entre Chile y Argentina: abandonamos el Parque Nacional Nahuel Huapi e ingresamos al Parque Nacional Pérez Rosales.
Desde el arco hasta el destino final de nuestro día, todo es bajada. Una travesía increíble, a paso veloz, de los primeros 9 kilómetros, con todos los ingredientes de un momento único. Deporte, adrenalina y paisaje. La selva se hace notar cada vez más: su humedad, su frondosa vegetación inseparable, sus ríos y la sensación tan particular de ya sentirnos en tierra chilena. Algunos caseríos dispersos en los fundos rompen con la imagen natural y marcan el cuadro de los 14 kilómetros restantes de viaje. Un camino más plano aunque en bajada nos permite disfrutar casi sin esfuerzo de todo lo que hay para ver.
Una parada técnica, con mesas de madera, hacia al final de los primeros 9 kilómetros de descenso, permite ver al Tronador en todo su esplendor desde el lado chileno, volcán que se presenta diferente e infranqueable desde éste lado de la Cordillera, ahí donde nada parece tocarlo. Los próximos 14 kilómetros, como relataba anteriormente, son suaves y aunque requieren la perseverancia de cualquier viajero ciclista, implican una sorpresa de rincones encantados: la selva con su intenso color, el rió lechoso que serpentea al borde del camino, saltos de agua increíbles como la Cascada Las Mellizas, un lugar estratégico para parar a descansar, hidratarse y disfrutar de la fuerza de la naturaleza.
Pronto las casas se hacen más frecuentes y aunque en un paisaje rural, entendemos que estamos llegando, pedal a pedal, al objetivo. Puerto Peulla es nuestro destino final del día, donde la sorpresa nuevamente será nuestra al recibirnos un hotel esplendido frente al lago Todos los Santos. Equipado a la perfección, el nuevo Hotel Natura fue el cierre ideal para un día de pedaleo que preparó al cuerpo y al ánimo para un baño relajante y una cena digna de reyes.
En nuestro segundo día, el panorama se transforma y ahí sí es “donde se ven los pingos”. El desayuno continental es un mimo y un “must” para afrontar la que será una travesía casi en su totalidad en subida. Ahora el ritmo, aunque un poco más pausado, se proyecta parejo y el secreto esta en la cadencia, en la relación que uno entabla con el medio. El paisaje es bellísimo: las imágenes de los fundos en perfecto detalle, los campos sembrados, los verdes estridentes, el ganado y las chacras se transforman en un regalo durante esos primeros 14 kilómetros de travesía.
De a poco comienzan los primeros indicios de que “la cuesta” se rearma, toma forma y se presenta sin previo aviso, imponente. El Tronador a la derecha es una postal y anuncia lo que se da a llamar “la madre de todas las cuestas”. Los 9 kilómetros que nos separan del “Arco del Triunfo” son a prueba de perseverantes y decididos. Pero apenas las primeras curvas quedan detrás, el ego se enaltece y la selva casi empuja tanto como uno. Sus lianas, que parecen salidas de las películas de Tarzán, le sirven a nuestro equipo para improvisar una ayuda estratégica. Las imágenes, que pasaron veloces a la ida, ahora permiten el detalle. El lugar es un mundo de contrastes y colores. Nada parece estar quieto. El agua que amenaza con mojar nuestra marcha, nos brinda una fresca compañía. El plan es perfecto, el momento ideal, casi como si no estuviéramos allí. Pasamos. Entre la fauna y la flora nos perdemos pedal a pedal, respiro a respiro, soñando con la gloria pero disfrutando el desafío. Pronto, casi por sorpresa y luego de unas cuantas paradas estratégicas, la primera rueda encuentra en el horizonte, el gran marco de troncos que en algún momento significo la entrada a otro parque, la divisoria de aguas, el límite de países. Pero todo ahora se llama “felicidad”… Sin duda, un momento sin precedentes para los amantes de los buenos desafíos.
Luego, 4 kilómetros de descenso para irse con la gloria de la velocidad. La Aduana y pronto en el bote que le cuenta al cuerpo de su cansancio y también de su recompensa. Puerto Pañuelo está a la vuelta de una siesta.
MAPA DE RECORRIDO REALIZADO
INFORMACIÓN GENERAL
CRUCE ANDINO TRADICIONAL
La travesía comienza en Puerto Pañuelo. Navegando entre los cerros hacia el corazón de la cordillera se llega a Puerto Blest.
Luego, se recorre en ómnibus un camino de 3 Km que, bordeando el Río Frías, llega a Pto. Alegre.Allí, se navega durante unos 20 minutos las verdes aguas del Lago Frías para llegar a Puerto Frías, al tiempo que las vistas de las altas cumbres del Cerro Tronador y el vuelo de los cóndores impactan por su belleza.
Al llegar a Puerto Frías se realizan los trámites migratorios. A continuación, se toma el ómnibus que atraviesa la cordillera por un camino de exuberante vegetación en plena selva valdiviana hasta llegar a Peulla, primera población chilena, finalizando los trámites migratorios y de Aduana para luego almorzar. En Peulla se puede pernoctar o continuar la travesía de Cruce Andino. Aquellos que decidan pernoctar pueden hacerlo en el tradicional Hotel Peulla o en el moderno Hotel Natura y de esa forma poder realizar actividades en la zona. (cabalgatas, canopy, safari, etc.)”
Mas tarde, se navega el Lago de Todos los Santos en dirección a Petrohue. Allí, retomando la vía terrestre se visitan los Saltos de Petrohue y finalmente, bordeando el Lago Llanquihue se llega a la ciudad de Puerto Varas, donde termina el recorrido. Esta travesía se puede realizar de manera inversa, es decir salida desde Puerto Varas y arribo en Bariloche.
HORARIOS
Cruce Andino
Ómnibus de oficina Mitre: 07:00 AM
Zarpada de Pañuelo: 08:30 (ciclistas)
Excursiones a Peulla
Zarpada desde Pto Pañuelo – 8:30 hs
CONTRATACIONES
TURISUR
www.turisur.com.ar
ventas@turisur.com.ar
(54 294) 4426109
Bartolomé Mitre 219 – Bariloche – Río Negro
EVT Leg. 944