POR JUAN JOSÉ LARRONDO
Se trata de un sitio de belleza espectacular que, además de pasarla bien, permite la práctica del buceo y el avistaje de delfines. Perfecta vida ecológica en este archipiélago perdido en el Atlántico, poseedor de las mejores playas de Brasil.
Un punto negro perdido en el interminable manto azul comienza a hacerse cada vez más grande desde mi lugar, pegado a la ventanilla, sobre el lado izquierdo del avión. La elección no fue azarosa. Me habían dicho que desde ese costado se veían los mejores paisajes y el dato fue certero. Hubiese querido tener más que un par de ojos ni bien vi aparecer repentinamente la isla desde el aire. Rocas enormes negras, vegetación verde tupida y un contorno que recorta el océano con playas, bahías y calas acariciadas por aguas cristalinas de tonos azules, celestes o turquesas, de esos que uno cree que sólo existen en las pinturas de Monet o Van Gogh. Sin siquiera haber tocado tierra, este archipiélago descubierto por Américo Vespucio en 1502 ya nos hace sentir que estamos en un lugar mágico, impresionante y único en el mundo.
El archipiélago brasilero de Fernando de Noronha, formado por 21 islas, está perdido en el Atlántico, a 525 kilómetros de Recife y 350 de Natal, fue intermitentemente ocupado por ingleses, franceses y holandeses, antes que Portugal lo retomara definitivamente en 1737 y construyera 10 fortalezas para su defensa. Desde entonces fue utilizado como prisión y como base militar estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial, hasta convertirse hoy en un territorio turístico preservado, en el que impera una saludable filosofía de conservación ecológica. Está estrictamente prohibido levantar una piedrita, ya sea de un sendero o del fondo del mar. Fernando de Noronha es un área de Preservación Ambiental (30%) y Parque Nacional Marino (70%) reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.La isla mayor, de 10 kilómetros de longitud, es la única que está habitada. Apenas dos mil moradores permanentes y un máximo de 300 turistas (que deben pagar una tasa de preservación de 40 reales por día) tienen el privilegio de disfrutar de un ecosistema perfectamente equilibrado, donde se destacan 26 playas paradisíacas, impolutas y prácticamente desiertas. De ellas sobresalen tres: Baía Do Sancho, Baía Dos Porcos y Praia Do Leao, consideradas las mejores playas de Brasil.
UNA FIESTA PARA LOS SENTIDOS
El recorrido por la isla tiene un comienzo innegociable. En el único bus que la transita, en buggy o “a dedo” (es casi una convención subir y llevar a los peatones) hay que llegar hasta el sendero que conduce al paraíso, o a la Praia Do Sancho, que no es lo mismo, pero es igual. El acceso a esta playa, reputada como la más bella de Brasil, no es sencillo (aunque la recompensa es millonaria). Debemos recorrer un camino que serpentea en medio de vegetación selvática, soportando los 30 grados de calor que promedia siempre la isla, con la mochila y el equipo de snorkel al hombro, hasta una primera parada que nos arranca un suspiro de placer. Desde un risco de 50 metros de altura podemos deleitarnos con la medialuna de arena dorada, custodiada por inmensos paredones de roca negra volcánica por detrás y acariciada por un suave vaivén de olas turquesas por delante. Todo rodeado de árboles, flores y aves, y lo mejor, sin presencia humana. Si a lo que conocemos como paz se le podría sacar una foto, sería esta que tomamos elevados, disfrutando el paraíso.La última aventura que hay que desafiar para llegar a Sancho es el descenso por una escalera metálica instalada en una fisura entre dos paredes de piedra. Y, al fin, el premio al esfuerzo es zambullirse en aguas que parecen cristal líquido y bucear entre las rocas, con imágenes hermosas siempre soñadas pero nunca vistas. Porque si Noronha es preciosa en la superficie, la otra mitad de su belleza la observamos con la cabeza debajo del mar: las aguas del archipiélago, riquísimas en nutrientes, son las preferidas de peces tropicales –negros, azules, turquesas, violetas, rayados, fosforescentes- , atunes, barracudas, morenas, tiburones, rayas, tortugas marinas y delfines.El buceo, sea de superficie (snorkel) o de profundidad, es perfecto en esta isla. Con una visibilidad impecable, naufragios cercanos a la costa y un mar muy calmo y cálido entre julio y diciembre, practicarlo es un placer. Genera la sensación de sumergirse en otra realidad, la posibilidad de construir una comunión íntima con la naturaleza ideal para relajarse, liberar las preocupaciones cotidianas, y dedicarse sólo a disfrutar. En las profundidades de la Baía Dos Porcos, vecina a Sancho, se generan recovecos entre enormes rocas negras, que están coronadas por corales tan raros como coloridos. En esos rincones es muy común ver pulpos, rayas y tortugas marinas alimentándose. Podemos pasarnos horas observándolos o nadando cerca de ellos. El tiempo parece detenerse y la libertad es total.
LOS REYES Y LAS REINAS
En Noronha madrugar tiene su encanto. Permite visitar al amanecer la Baía dos Golfinhos. “El mejor lugar del mundo para observar delfines tornillo, los reyes de la isla”, dice Fabiana Cava, coordinadora de proyectos del Centro de Delfines Tornillo de Fernando de Noronha, mientras vemos como cinco ejemplares saltan dando vueltas estilo tirabuzón, cuando sentimos los primeros rayos de sol filtrarse entre los árboles. Hasta 1000 delfines por día pueden ingresar a la madrugada a la Baía dos Golfinhos, donde buscan alimentarse y reproducirse. A pesar de ser hermosa, no se permite el acceso ni la navegación por la bahía, para no molestar a los reyes.Las reinas son las tortugas marinas que eligen Noronha para reproducirse y alimentarse. Es casi imposible irse de la isla sin ver cómo vive esta especie en su hábitat. Optan en general por la Praia do Leao para enterrar sus huevos, y por la de Sueste para comer las algas que alfombran su suelo. De cien bebés tortugos que rompen el cascarón y corren hacia el mar, sólo dos afortunados llegarán a la adultez. El proyecto Tamar se encarga de protegerlos de la extinción y organiza aperturas públicas de nidos de tortugas y conferencias nocturnas para concientizar a la comunidad.Qué difícil es dejar Fernando de Noronha. Antes de irnos ya estamos pensando cómo hacer para volver. Tanta paz, tanta belleza natural, tanto silencio combinado con los arrumacos del mar, tanta vida, todo demasiado perfecto. Si el paraíso existe no puede ser diferente a este pequeño pedazo de tierra que flota en medio del Atlántico. Genera adicción y locura.Según cuenta la leyenda un preso encarcelado en la isla, al terminar su condena, volvió a Recife y mató a un hombre sólo para poder regresar. ■
DATOS CLAVE
• Divisa: el Real es la moneda de la primera economía de Sudamérica. Un Real equivale a 2,27 pesos argentinos.
• Cómo llegar: Gol (voegol.com.br) y TAM (tam.com.br) vuelan hasta Recife o Natal, vía San Pablo. Desde allí, el vuelo hasta Noronha cuesta unos $4000. Hay paquetes de 7 noches (3 en Recife y 4 en Noronha), con aéreos, traslado y alojamiento con desayuno, desde $12000.
• Clima: el ambiente en Noronha es húmedo y tropical, con temperaturas promedio de 26 °C. La isla se puede visitar todo el año, pero se aconseja evitar los dos meses más lluviosos: abril y mayo. La estación seca dura desde septiembre hasta febrero. Septiembre y octubre es la mejor época para el snorkel ya que el mar está muy calmo.
• Dormir: hay numerosas posadas domiciliarias a partir de $700 la habitación doble, con desayuno.