La casona frente al lago :: LUMA Casa de Montaña

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Luma tiene el estilo de un viejo, clásico y vasto caserón italiano de la Toscana. Pero está demasiado cerca y es demasiado nuevo como para serlo. Cuenta con sólo ocho habitaciones en suite, todas con vista al Nahuel Huapi, cálidos espacios comunes y una atención sumamente personalizada. Ofrece un estilo identificado con la hotelería boutique, pero es mucho más que “una manera”: es un concepto estético. Luma logró ser, al mismo tiempo, una propuesta con formas deliberadamente antiguas que, además, disfruta de los inevitables beneficios de la modernidad.

Lo primero que genera Luma es un largo silencio. Luego e inmediatamente, admiración, asombro. Sucede que la visón de esa casona, de ese castillo majestuoso enclavado en uno de los lugares más bellos de la Patagonia, plantea una especie de juego con el tiempo y el espacio: “debería” -por características estéticas y arquitectónicas- pertenecer a otro momento histórico y a otro lugar. Pero allí está, en Villa La Angostura. Es como si se tratase de una imagen de la Toscana italiana, de los alrededores cercanos de Arezzo o Florencia, aunque cualquier similitud no es circunstancial: está deliberadamente lograda, conseguida, pensada.
Luma ha logrado una semántica arquitectónica única, estéticamente perfecta y funcionalmente irreprochable, fruto de la sumatoria de conceptos que provienen, simultáneamente, del clasicismo y la modernidad. Cuenta con ocho suites de casi 50 metros cuadrados cada una, todas con ambientes amplios y balcones, decks o terrazas que miran al Nahuel Huapi, en los que se destacan la piedra, la madera y los colores pastel. Los espacios comunes no escapan a la sutileza del diseño: cada huésped, cada “invitado” como los denominan en Luma, sabe que puede encontrar un rincón particular, un sitio en el que sentirse tan cómodo y a gusto como en su casa. Aún mejor, incluso. Luma (Luma Apiculata es el nombre científico del arrayán, puntualmente) es la ejecución concreta de una idea que es lo que quiso ser: una gran casona de montaña donde cada elemento escapa absolutamente de la “producción en serie” y los detalles, la sumatoria de las partes, es tan trascendente como el conjunto. El efecto metonímico es perfecto.
Se trata de un emprendimiento familiar encabezado por Nicolás Glave, su mujer Julieta Fortunato (chef ejecutiva y sommelier) y Liliana González, madre de Julieta, suegra de Nicolás y licenciada en Turismo. Glave explica que la intención fue construir un antiguo caserón europeo, un castillo con reminiscencias de la Toscana y con diseño italiano. No se trataba de un emprendimiento simple, ya que la construcción debía cumplir con dos propósitos: por su estilo, debía ser deliberadamente antigua como para que nadie sospechase que estaba recién construida, y por su objetivo, deliberada y tecnológicamente moderna, además de confortable.
“Tomamos el ejemplo de una movida europea, en la que los propietarios de casas similares a esta aceptan huéspedes, en un estilo al que se suele denominar hotelería boutique. Empezamos de cero y tanto el diseño como la funcionalidad pretendían lograr el confort de un hotel con la calidad de una casa. Y lo hemos conseguido”, cuenta Nicolás Glave, quien agrega que Luma genera impactos diferentes (“pero inmediatos”) en el visitante, que en principio queda impactado por el portón de entrada -notable- y por las características “aparentemente” históricas del lugar: “Debemos explicar que aquí no vivió nadie conocido, que la construcción no perteneció a alguna vieja y centenaria familia patagónica y que, en realidad, se trata de una idea nueva, lo cual supone que no nos hemos equivocado ni con la idea ni con el diseño”, analiza con sobradas razones Glavé. “De hecho, cada una de las preguntas significa el comienzo de una conversación y en ellas explicamos el porqué de nuestra identidad”, añade. Puntualmente (y por ejemplo), Luma no cuenta con acondicionadores de aire (“no hacen falta porque las habitaciones son muy cómodas y frescas”) y la calefacción es central “con viejos radiadores franceses reciclados que compramos en una vieja casona en Buenos Aires y en la antigua embajada de los Estados Unidos en Argentina”, agrega. Y todo se hizo de esta manera durante el lapso que insumió la construcción del lugar (unos tres años): “Comprábamos muebles de colección y todo tipo de objetos antiguos que nos pudiesen servir. Y todos están en Luma ahora”, relata Nicolás.
Luma, que ocupa un espacio de 1200 metros cuadrados (400 de ellos destinados a las habitaciones), forma parte de distintas cadenas internacionales que ofrecen este tipo de “hotelería boutique” y, de acuerdo al análisis y a la experiencia de Glave, recibe a una clase de viajero “que se cansó de las grandes cadenas hoteleras, se cansó de estar como un intruso en un hotel y pretende sentirse como en su casa. El mercado europeo “que es el que más familiarizado
está con el concepto que plantea Luma-, el chileno y el brasileño componen, principalmente, nuestro público, además de aquellos que llegan desde Buenos Aires”, puntualiza. Luma también tiene un restaurante, abierto todo el año, que bien se ha ganado su espacio y su lugar en Villa La Angostura. Julieta Fortunato (chef ejecutiva y sommelier), Natalia Añel (chef, que trabajó durante mucho tiempo con Donato De Santis) y María José Marcos Iniesta (también chef y especialista en pí¢tisserie), diseñan y arman la carta día a día -un menú de tres platos que cambia constantemente- de acuerdo a los productos que se encuentran y a la estación. “Atendemos veinte cubiertos, siempre con reserva previa”, asegura Nicolás, quien recuerda que “el té de las cinco, que se sirve en vajilla antigua y que ofrece los mejores tés del mundo”, se ha convertido en todo un clásico de las tarde de Angostura. Glave, al mismo tiempo, enfatiza la idea de que Luma ha conseguido “además- consumar un concepto bien particular de “identidad artística”: “Durante la etapa final de la construcción, sobresalió el trabajo del artista plástico y también arquitecto Gonzalo Fontán, a quien nos presentó la gente del Estudio Verardo. Fontán se encargó, básicamente, de la cuestión estética del lugar, que incluyó todo: las patinas a la antigua, las mezclas de pintura, las texturas o el “envejecimiento” de techos y paredes, especialmente tratados, entre otros detalles. Realizó murales y trabajó en los hogares, con los troncos, en las incrustaciones, en la colocación de la piedra, los apliques, las cortinas… Integró lo viejo y lo nuevo y todo está integrado. La idea, que era decididamente compleja y parecía imposible de ejecutar , se resolvió a la perfección, lo que indica que contamos con personas clave como Fontán y la arquitecta María Laura Verardo”, concluye Glave.
Luma, una casa de montaña que, incluso, es mucho más que óptimo ejemplo de hotelería boutique. Es una forma diferente de disfrutar del confort, del espacio y del arte. También de jugar y viajar en el tiempo sin abandonar jamás el presente. “Los primeros fanáticos del lugar somos nosotros”, afirma Nicolás Glave. Y las palabras que involucran determinadas pasiones pueden ser comprendidas y compartidas en cualquier idioma.

Una opción innovadora y diferente en Villa La Angostura
Dice la arquitecta Maria Laura Verardo, una de las socias de Estudio Verardo:
“Nuestro estudio fue fundado en 1983. Tiene más de 25 años de trayectoria generando imágenes comerciales y entendemos que para lograr los objetivos debemos generar un clima que apele al inconsciente del usuario, provocando diferentes sensaciones y evocando situaciones positivas. Para lograr eso hay una entrega personal absoluta, una parte nuestra queda en cada obra . No queremos estar encasilladas en estilos ni apelar a imágenes trilladas. No importa el tema. La metodología adoptada es la misma: exprimimos nuestra creatividad al máximo y tratamos de generar equipos de trabajo con nuestros clientes para que el resultado de las obras sea único. Esta metodología la aplicamos tanto para obras comerciales como para las particulares sin diferenciar por la escala de la intervención. Cuando empezamos a proyectar Luma y nos metimos dentro del lugar, con el terreno lleno de arrayanes, con una vista al Nahuel Huapi imponente y la Villa con su estilo discreto y natural, nos enfrentamos al desafío de crear algo que se mimetizara con el paisaje y se construyera con un máximo respeto por su entorno, con materiales naturales de buena vejez. El resultado debía ser una casa muy acogedora, abierta a invitados más que a huéspedes, plasmando así los deseos de sus dueños. Una gran casona, hecha con materiales nobles como la madera y la piedra, que conviven en espacios generosos. Sus sólidos muros, con pátinas de colores tierra y texturas rústicas, le dan un aspecto atemporal. Una premisa de diseño fue que la obra terminada no se viera nunca como “recién hecha”, que no pasara de moda, que pareciera que está en su lugar desde siempre y que no tuviera rastros de que es obra de un arquitecto, sino la sumatoria de detalles artesanales y artísticos que generen el clima mágico buscado. La deco fue concebida simultáneamente con el proyecto y la construcción. Y ese tiempo nos permitió encontrar muebles y objetos singulares para generar un ambiente de estilo ecléctico que amalgama diferentes espacios, cálidos y acogedores, con singulares habitaciones en suite, donde se prestó especial atención a los detalles y donde nada se repite. La intervención del artista plástico y arquitecto Gonzalo Fontán, que estuvo a cargo del último tramo de la obra dejando su impronta artística en paredes, pisos y muebles, termina de redondear la idea, uniendo al team creativo a Julieta Fortunato, una de las dueñas del lugar, que además de su expertiz en el diseño del estilo de cocina y de la bodega, reflotó sus estudios de Bellas Artes modelando lámparas y objetos que se encuentran en la obra. Los árboles añosos que hubo que voltear con mucha pena por seguridad, quedaron en el edificio a manera de tirantes, escalones y mesadas. Se transformaron y siguen allí acompañando al huésped para que sienta la magia de la Patagonia. Creemos que la combinación de la espacialidad de la obra con sus alturas generosas, la resolución de la planta articulada con la montaña y el uso de aberturas que enmarcan la vista como cuadros, genera un lugar con misterio y con encanto que evoca el buen vivir”.

Algunas comodidades
8 suites, todas con vista al lago. Atención personalizada en español, inglés e italiano. Salas de pool y de lectura con chimenea. Salón de estar con hogar. Restaurante con servicio de sommelier. Cava de selectos vinos /wine bar. Cama sommier king size- twins. LCD en suites con TV satelital. Internet WiFi – DDI-DDN Petit. Salón para exclusivos eventos sociales y empresariales. Spa: piscina climatizada in-out, baño sauna, ducha escocesa. Sala de masajes.

ARQUITECTAS
Constanza Bunge,
Cecilia Martínez Alice,
María Laura Verardo
Estudio Verardo
www.estudioverardo.com
info@ estudioverardo.com
+54 11 47924704

Luma Casa de Montaña
Avenida Siete Lagos 2369 (ruta nacional 231, Km. 64,5).
Villa La Angostura, Neuquen.
Teléfono: (02944) 49-5611/49-5641
E-mail:
consultas@lumapatagoni.com.ar
web: www.lumapatagonia.com.ar

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