Las Pampas como cuna del origen del hombre ::BIO

POR GONZALO PÉREZ, DOCTOR EN BIOLOGíA

En su viaje hacia Buenos Aires, el tren con sus repetitivo ruidos y bamboleos, no lograba distraer la atención de Florentino. Su concentración estaba totalmente destinada a la corrección minuciosa de un manuscrito sobre restos fósiles de Homínidos Pampeanos. El silbato y la merma de velocidad anunciaban la llegada a la estación Tres Esquinas. Costosamente Florentino bajaba del tren, ayudado por su bastón se encaminaba a tomar el tranvía, su último trayecto antes de llagar al Museo Nacional. El fuerte dolor de su pierna derecha, debido a la diabetes y las ulceras como resultado de la mala circulación, sólo podía ser opacado por su interés de llegar prontamente a su despacho. Cartas de su hermano Carlos y seguramente unos cuantos paquetes con nuevos restos fósiles alentaban su paso al museo.
El alivio de su largo viaje desde la ciudad de La Plata llegaba por fin cuando el profesor tomaba asiento. El diario La Vanguardia sobre su despacho, anunciaba la creación de la Federación Obrera Argentina (FOA). Sin embargo, él no tenía mucho tiempo para conocer las últimas noticias de una Argentina en crecimiento, donde las fábricas producían con ímpetu y los gremios tomaban fuerza. Sus ojos buscaron la correspondencia y ésta, al costado de una pila de libros, esperaba su atención. La primera carta que llegó a sus manos era una invitación a una ceremonia de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, la cual dejo rápidamente de lado. La siguiente era una carta de su hermano comentándole las pericias de sus viajes por la Patagonia y los nuevos hallazgos. Esta iba acompañada por rápidos, aunque detallados dibujos de fósiles que solo calmaban la ansiedad de Florentino. Su cabeza rápidamente comenzaba a generar ideas, ideas sobre estos nuevos hallazgos, ideas que se unían con conclusiones pasadas, con hipótesis futuras y con el ferviente y puro deseo de conocer, entender y divulgar la verdad en el marco de la teoría evolutiva de la vida sobre la tierra. Sólo él sabía el dolor que sintió al tener que vender numerosas piezas recolectadas, fichadas y descriptas a lo largo de su vida para poder seguir trabajando. Éstas joyas no eran de su posesión, como dejo expreso en su carta al perito Moreno allá por 1881 “Los materiales que he recogido y los que tenga ocasión de recoger más tarde, no me pertenecen, son de propiedad de todos los que quieran estudiar. Quedan, pues, siempre a su disposición, aunque sea para combatir algunas de mis opiniones o corregir algunos de mis errores”
Estas decisiones fueron sin duda momentos difíciles, en donde la empresa de Florentino Ameghino no tuvo respaldo de su Nación, la cual repetidas veces era renombrada en el ámbito científico internacional por sus trabajos realizados en paleontología, antropología, zoología y geología. Sus dos librerías, el Glyptodon y posteriormente Rivadavia en las ciudades de Buenos Aires y La Plata respectivamente, fueron sólo otros intentos de subsistir para seguir investigando y escribiendo.
Pasado el medio día y luego de un rápido almuerzo, reanudaba sus estudios en el Museo Nacional. Con pulso decidido, pero corta vista escribía en puño y letra sus pensamientos.
Uno de sus últimos trabajos versaba en el estudio de los monos fósiles de la republica Argentina. Años antes, Ameghino había desarrollado una hipótesis estéril, pero no menos ingeniosa sobre el origen del hombre. La teoría autóctonista del origen del hombre americano indicaba a las Pampas como el cuna de la humanidad. Actualmente esta hipótesis está rechazada. Los estratos donde los fósiles de huesos homínidos fueron encontrados se creyeron datados en el terciario (hoy Neógeno y Paleógeno), si bien en realidad correspondían al Período Cuaternario. Esta hipótesis, mucho menos que desacreditar a nuestro gran naturalista, mostró su genialidad. Su incansable necesidad de conocer la verdad, su mente fértil, su capacidad de describir un mundo pasado, desconocido y fascinante. Su virtud de no ponderar la posibilidad de equivocarse ante la génesis de nuevas ideas.
Ya terminada la jornada, cerca de las 6 de la tarde, Florentino sale del Museo Nacional rumbo a su casa, pensando en nuevas ideas que posiblemente se gestarán en su viaje en tren hacia la ciudad de La Plata.

“Tiempo, tiempo, tiempo es lo que me falta, voluntad me sobra” (Florentino Ameghino, en una carta enviada a Ihering en el 1899). –

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