HUYE RÁPIDO, VETE LEJOS.
Fred Vargas, Siruela, Madrid, 2008.
El primero de los enigmas es el del autor. Fred Vargas es el seudónimo de una mujer, Frédérique Audouin-Rouzeau, que además de una notable escritora es licenciada en Historia y Arqueóloga. El dato no es menor porque en muchas de sus novelas, el argumento y la trama están relacionados con algún acontecimiento puntual del pasado francés. Una de las virtudes es que los textos de Vargas son, además, narraciones de personajes: el comisario es el intuitivo Jean-Baptiste Adamsberg, desprolijo, irreverente, silencioso, genial. Su colaborador es Adrien Danglard, racional, intelectual, hipercrítico de sí mismo y de su biografía (rarísima), también genial. Un ex marino en desgracia, Joss Le Guern, recupera el oficio de pregonero para contar (a solicitud de un ignoto emisor que paga muy bien para que sus mensajes sean leídos en la plaza pública) extrañas historias de una peste con orígenes medievales. Otro personaje, el erudito Decambrais, se da cuenta que el pregonero recita mensajes que son copias de viejos textos. Decide hablar con Adamsberg. Antes, una mujer había denunciado extrañas símbolos pintados en algunas puertas de su edificio. Adamsberg, abrumado por su propia heterogeneidad, no sabe bien qué es en realidad lo que tiene que buscar. Pero más allá de sus vacilaciones, supone que allí hay algo extraño, una situación que no puede explicar pero que lo perturba. París es el escenario de una novela negra que avanza desde el pasado. Pero los crímenes ocurren siempre en el presente.
1984.
George Orwell. Booket (Grupo Planeta), Buenos Aires, 2011
George Orwell escribió mucho y bien. Pero 1984 acaso sea insuperable. Se trata de un texto fundamental que sitúa al lector frente a los peligros que implica un sistema totalitario para la libertad del hombre. Para la libertad en abstracto y para la libertad en concreto. No en vano en esa Londres mutilada y casi imperceptible el mayor de los crímenes es pensar. Winston Smith es, de muchas maneras, el último hombre en Europa. The last man in Europe fue el título original de la obra, publicada en 1949 en los albores de la Guerra Fría. En ese lugar atroz está prohibido sentir y razonar libremente y ese es uno de los delitos. Para eso está la Policía del Pensamiento: para controlarlo todo. El Estado es omnipresente y vigila a sus súbditos a través de una constante Telepantalla. Ese Estado, además, propone una especie de “neolengua”: lo que ella no denomina, no existe y no puede ser verbalizado. La propaganda es abrumadora y permanente. Desde la pantalla, el Gran Hermano difunde el fanatismo. El Ministerio de la Verdad se ocupa de reescribir la Historia: allí trabaja el protagonista, Winston Smith. Él es quien reescribe y destruye. Él se ocupa de la “historia oficial”, él rescribe el relato. Él es quien advierte que todo es falso. El Partido proclamaba: “El que controla el pasado controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado”. Atroz y genial mirada de Orwell sobre las dictaduras. Un clásico interminable
LIQUIDACIÓN FINAL.
Petros Márkaris, Tusquets, Buenos Aires, 2013
La novela policial, por lo general, responde a un patrón que incluye elementos que no pueden faltar. Siempre hay un problema (habitualmente un asesinato o un primer crimen) que constituye el enigma original, un desarrollo y un desenlace, que hace las veces de colofón y que resuelve la cuestión, la literaria y la policial. Este nuevo trabajo de Petros Márkaris cumple absolutamente con todos los requisitos, a los que le suma el contexto. Europa y su crisis están presentes en esa Atenas contemporánea que ya no parece sorprenderse ante nada y que pone en evidencia, bien en blanco sobre negro, las consecuencias que generan las políticas de la Comunidad Económica Europea. Y allí entra en acción el extraordinario comisario Kostas Jaritos, jefe del Departamento de Homicidios, a quién, además, le acaban de reducir su salario por razones obvias. Alguien, harto ya de estar harto, decide que ha sido suficiente: si el sistema no puede hacer justicia, él se encargará de ella. Comienzan los asesinatos. El primero, el del médico Azanasios Korasidis: “¿Quién mata a una persona porque no ha pagado impuestos? En los muchos años que he trabajado en Homicidios he visto crímenes cometidos por las causas más estrafalarias, pero es la primera vez que me topo con la evasión de impuestos como móvil para un crimen”. Jaritos piensa. La situación que tiene por delante no es sencilla.