No todo lo que brilla es vino | NOVEDADES, DATOS, CURIOSIDADES.

POR NICOLÁS NOCETI

Me llama mucho la atención ver tantos vinos galardonados con medallas y otros premios. Parece que ya es parte inseparable de la etiqueta y requisito ineludible para vender, en nuestro caso comprar, aquella botella. Me refiero a esos circulitos dorados o plateados, en la mayoría de los casos, que están pegados por algún estratégico espacio del envase. O bien puede venir en forma de un cartoncito que va colgado al pico (aunque éstas últimas tienen que ver más con los puntajes que le otorgó alguna revista especializada).
Al pasearse por una góndola de supermercado o por una vinoteca, uno ve todos estos premios brillando desde las botellas que nos dicen cosas como “Medalla de Plata en el Wine…” o “Best Value” (buena relación calidad-precio) en tal y tantas otras, que uno se pone contento al ver que tantos vinos son premiados, y debe ser por algo. Igualmente algunos interrogantes surgen a raíz de esto: ¿es un vino premiado mejor que otro que no lo está? ¿Cuáles son los parámetros para el jurado? ¿Cómo se clasifican para competir entre sí? ¿Todas las bodegas mandarían muestras para que sea realmente representativo y equitativo para nosotros?
Es cierto que los concursos son reales y que el jurado testea las muestras de forma profesional y de buena fe. También es cierto que es una muy buena herramienta para dar a conocer un producto y aumentar las ventas de una bodega – muy válida por cierto-, así como también le sirve a la entidad organizadora del concurso para crecer en imagen y ser cada día más grande. Tengamos en cuenta que normalmente estos concursos se dan en el marco de una feria, que es un gran polo de negocios a nivel mundial. Todas estas relaciones son muy necesarias para el desarrollo de la industria. Pero, dentro de este torbellino vínico, ¿qué pasa con el último eslabón de esta gran cadena, los consumidores? Y aquí está la pregunta que me preocupa: ¿se es capaz de discernir y diferenciar entre todo esto? A simple vista parece que sí, si nos dejamos llevar por este pseudo-fashion conocimiento que podemos tener, por ejemplo, al escuchar al pasar una charla entre amigos en un restaurante o notando la cantidad de medios que difunden estos temas. Pero no, todo esto es superficial y sigue siendo un pequeño grupo el que está bien informado y que tiene a su alcance las herramientas y el paladar entrenado para comprender todo esto. Ahora, parecería que los demás quedarían fuera del juego, sin poder decidir cuál tomar o lo que es peor: llevando confiado uno que tiene premio, sin saber si le gustará en realidad.
Tenemos otro tema para el mareo: ya no son sólo las miles de bodegas con sus cantidades excesivas de etiquetas, están las diferentes variedades, los estilos, los premios, los puntajes… ÓAy, los puntajes! Parecería que ahora sólo hay que tomar botellas que estén por encima de los 90 puntos. Y tampoco nunca nos preguntamos acerca del paladar o el criterio que se usó para llegar a esta conclusión. Como si un vino con tal puntaje nos tiene que gustar sí o sí, sin importar nuestro paladar.
Ya es hora que empecemos a comunicar sencilla y sinceramente todas las bondades de esta deliciosa bebida y nos dejemos de darle vueltas al asunto para seguir mareando nuestras elecciones. Las tendencias, los premios y los puntajes siempre estarán, de alguna u otra manera. Pero es tiempo que elijamos el vino que más nos guste y punto, sin que importe lo demás. El paladar manda. –

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