Velo, develo. A Soledad Escudero le interesa lo no dicho, lo oculto, lo otro, lo que subyace, lo que se descarta, lo monstruoso, lo secreto, la muerte. La sombra. También la alegoría, el pasado traído al presente con una nueva forma, un nuevo concepto. La arqueología las fascina “porque descubre lo que estaba enterrado. Tapo, rasco, vuelvo a tapar, velo y develo. El útero y la urna, que contienen vida y muerte, metáfora de nuestra existencia, circulo infinito, como mis obras que nunca terminan siguen en constante transformación”, define y limita.
Paletas oscuras, negro, tierras que simbolizan zonas no exploradas, lo que está enterrado. “Me apropio de lo público, como material publicitario en desuso, afiches, ploteados, banners, displays. Tomo lo que otros descartan. Juego, intervengo en la historia del otro, la resignifico. Me aburre lo obvio. Una segunda lectura es imprescindible. El espectador debe estar atento: siempre hay algo por descubrir, nada es lo que parece a simple vista, como en los sueños”.
Interpreta, ella, que la hostilidad de la materia es un desafío. “La someto a mis propósitos. Lonas plásticas, durísimas de coser. Cartulinas de ilustración, sobre las cuales el acrílico se patina y se salta. Despegar un ploteado de una vidriera y luego reutilizar lo cuidadosamente para hacer un traje. Siento que pongo el cuerpo en cada uno de estos trabajos, literalmente. Creo que la obra debe causar algún efecto en el espectador, necesito dialogar con él. La obra se completa ante la mirada del otro”. The end. –
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