Santafesino, Rubén Sidoni llegó a Villa La Angostura a mediados de los años ochenta. Presenció la transformación del lugar a medida que se convertía en un referente de la arquitectura regional. El diálogo permite conocer los conceptos que maneja respecto a su profesión. También realiza un amable intercambio de ideas con Alejandro Bustillo a través de las épocas. Sostiene que las respuestas arquitectónicas no son caprichosas: “Las formas en arquitectura deben responder a algo concreto, a circunstancias funcionales, culturales, físicas y geográficas”.
1984. No se trata de la ya clásica e inobjetable novela de George Orwell. El dato, la mera cronología, indica el inicio de una biografía patagónica que comenzó a escribirse así a propósito. Ese año Rubén Sidoni, ya recibido de arquitecto en la Universidad Católica (UCA) de Santa Fe, se instaló en Villa La Angostura, a la que llegó recién casado. “Angostura tenía entonces unos 1.500 habitantes, era un pueblito encantador. A partir de allí, vivimos la gran explosión porque en noviembre de 1984 se firmaron los contratos para asfaltar la ruta a Bariloche, que era el primer tramo para luego hacer Angostura-Chile. Viví ese proceso completo. Desde ese momento Angostura no paró de crecer, con picos y mesetas”, recuerda.
¿Por qué decidiste dejar Santa Fe y vivir y trabajar en Villa La Angostura?
– Tiene que ver con cuestiones relacionadas con la personalidad. Sostengo que el problema que tienen los arquitectos son las tías: porque cuando nos recibimos no falta alguna que nos ofrezca un primer trabajito, una primera remodelación, lo que nos puede anclar en un lugar. Me parece bárbaro que la gente se quede en su lugar de origen, pero no era mi caso. Yo quería buscar nuevas alternativas, lugares diferentes. Y siempre pensé que si tenía que empezar, lo haría en un sitio en el que la gente paga para ir, en un lugar turístico, es decir un lugar por elección propia. Cuando conocí Villa La Angostura, realmente me impactó. Si hoy es impactante, imaginemos lo que era a mediados de los ochenta: el lugar te partía la cabeza.
¿Pensás que sos uno de los arquitectos que modificó la forma de hacer arquitectura por estas latitudes?
– Bueno, no lo sé. Lo que sí puedo contar es que cuando vine a Angostura, lo primero que hice fue aprender. En Santa Fe, y en general, las universidades basan el aprendizaje sobre características de su región y en lo que hacen en ese lugar. Cuando llegué a la Patagonia, me encontré con pendientes, con bosques, un lugar en el que la topografía es la que manda en relación a la arquitectura: el diseño esta supeditado a la geografía del lugar. Entonces, lo que hice fue estudiar los buenos ejemplos de arquitectura existentes. Tomé el estudio de Alejandro Bustillo, comencé a revisarlo, a ver qué hizo en la región. Aquí hay un buen ejemplo que son los galpones de Inalco. Si se analizan las formas y las proporciones del galpón central y la pequeña plazoleta que arma con las caballerizas, con la pequeña carnicería y con la casa del cuidador, hay realmente una impronta urbana de Bustillo que es admirable. Sobre todo el manejo de las
proporciones: Bustillo tiene un concepto de las proporciones que es realmente notable. También comencé a estudiar viejos pobladores y viejas obras. A partir de allí, es posible retomar toda esa arquitectura, uno empieza a aprender y trata de responder con esos parámetros. Así y todo, creo que es un error quedarse con eso. Lo que comenzamos a hacer fue aggiornar esa arquitectura a los nuevos tiempos, los nuevos materiales y las nuevas tecnologías. Y hay un punto de inflexión en todo este relato que fue la llegada del gas natural a Villa La Angostura: nos permitió generar grandes paños vidriados que hacen que el paisaje se incorpore al interior de la vivienda, no solamente a través de paredes y ventanas sino a través de techos transparentes, que son elementos que uso mucho: al introducir la obra dentro del paisaje y el paisaje dentro de la obra, se genera inmediatamente un proceso de interrelación absoluta.
Es posible suponer entonces que ese proceso “autopedagógico” incluyó aprender y a trabajar otros materiales que en la llanura santafesina no existían ¦
-…Absolutamente. La arquitectura se basa en la utilización de materiales relacionados con el ambiente y el entorno. Además, estoy convencido que existe una influencia negativa al respecto, que tiene su origen en lo académico. Tengo amigos, muchos profesores de la Facultad de Arquitectura del la Universidad Nacional del Litoral (UNL), que se han recibido en la misma época que yo, con los que discutimos permanentemente esta cuestión. Advertimos que la facultad muestra hoy una tendencia a que la respuesta de diseño sea una arquitectura minimalista, volumétricamente pura: el resultado suele ser una casita tipo “Render”, cuadrada, como si se tratase de un “cubito” sobre otro. Cuando yo estudiaba sucedía lo mismo, pero la pauta era el posmodernismo. Creo que en las facultades hay que tratar de ofrecerle bases amplias al alumno, para que pueda tomar lo que necesite y pueda desarrollar su propia personalidad, dándole siempre, según creo, una relación total con el entorno a intervenir. Nuestro estudio, a través del trabajo y de los años, se ido especializando en las construcciones en laderas, es decir obras “colgadas” de la misma montaña, y realmente se trata de un trabajo muy interesante: me siento más cómodo con una obra en una ladera que con una en un llano.
¿Existe lo que se ha dado en llamar una “arquitectura patagónica” como identidad o se trata de una sumatoria ecléctica de diversas identidades?
– Si nos remontamos a la historia, los indios pehuenches, los poyas o los tehuelches que vivían en la región, al ser nómades, no dejaron vestigios arquitectónicos. Creo que los que marcaron la línea fueron aquellos pioneros italianos, alemanes o polacos. Y el gran hacedor de todo esto es Alejandro Bustillo: toma la arquitectura noreuropea o de Europa central y la impone en la zona de Bariloche y la región. Adopta estas imágenes y las lleva a cabo en un “brutalismo material” que vale la pena advertir: se ven columnas sobredimensionadas de madera, gruesos muros de piedra o grandes espacios. En arquitectura la proporción no se enseña, la “llevás puesta”. Es muy difícil enseñar cuál es la buena proporción, por más que científicamente exista la proporción áurea, por ejemplo. Y Bustillo, como dije, tenía totalmente incorporado el manejo de la proporción. De esta idea surge lo que luego sería el Llao-Llao. Lo ves y el Llao-Llao no desentona con su gran techo central: no queda ni chico ni grande, está como debe estar, como tiene que estar. El Llao-Llao, naturalmente, responde a una época. Hoy no haría un Llao-Llao, fuese de las dimensiones que fuese. No estoy de acuerdo con “seguir repitiendo Bustillo” en la actualidad. Sí hay que continuar tomando sus conceptos pero no avanzar constantemente con la misma respuesta. Si nos detenemos en la lucarna, por ejemplo, que es un elemento que le otorga altura a los sobretechos para poder generar espacios utilizables, en sí misma es una buena opción y hay que usarla. Pero no estoy de acuerdo hoy con diseñarla como lo hacían Bustillo o Ernesto De Estrada.
Hay una gran discusión respecto a si Bustillo representa o no al “pintoresquismo”. Y Bustillo hizo lo que le pareció bien en un terreno prácticamente vacío de arquitectura, en un contexto histórico-cultural particular, e impuso una arquitectura muy fuerte debido a su capacidad profesional. Si le prestamos atención al Centro Cívico de Bariloche, diseñado por De Estrada, colaborador de Bustillo, es fantástico: la fuerza formal en el uso de los materiales hace que se produzca una unificación que no la da la forma. Hay techos curvos, techos más planos, lucarnas diferentes unas de otras. Es la suma de lo ecléctico. Pero el uso del material le da una unificación que logra que todos se sientan en un lugar agradable y no en un lugar agresivo. Al contrario, te sentís protegido.
¿Es simple la idea de congeniar los deseos individuales con la impronta particular que propone su estilo arquitectónico?
– Nosotros tenemos mucha obra de vivienda unifamiliar, por ejemplo. Acompañamos al comitente en cómo él quiere vivir y a partir de allí, debe adaptarse al terreno y al entorno. Obviamente, primero es importante saber cómo la persona quiere vivir en lo que va a ser su casa y nosotros no somos de los arquitectos que imponemos. Tratamos, sí, de acompañar y armar el hábitat ideal. A partir de este concepto, tenemos una suerte muy grande: junto a mis socios, los arquitectos Ariel Kraselsky y Pablo Kozaczuk, hemos logrado que nuestro estudio tenga una línea arquitectónica muy marcada, y si bien no nos “autocopiamos” sino que diseñamos especialmente cada obra, sí se puede advertir que se originaron todas en el mismo ámbito. Eso hace que la gente que requiere nuestros servicios se acerque, precisamente, por lo que hacemos. Así que difícilmente nos pidan una casita de madera pintada de amarillo. No es lo que hacemos. A través del tiempo hemos marcado una arquitectura muy fuerte, muy firme. Y hemos trabajado mucho en 25 años: hay algunas casas más armónicas, otras más funcionales, otras donde nos han dejado crear con absoluta libertad, pero lo interesante es que hemos podido realizar obras muy diversas.
¿En qué medida o en que proporción, cuando diseña, un arquitecto se transforma, en una especie de artista? ¿Es un artista, en definitiva?
– Desde ya que hacés arte. Es arte funcional, si bien hay buenos y malos ejemplos. El proceso de arquitectura es creativo, así que estamos haciendo arte. Convengamos que hay distintas opiniones: están quienes sostienen que no hay arte malo, el malo no es arte, es decir no motiva sentimiento alguno. Entiendo que este concepto se puede aplicar a la arquitectura. Lo bueno de la arquitectura es que es arte con tecnología, es arte tecnificado, es arte aplicado. Podemos pensar en el “arte utilitario”: la juguera de Philippe Starck, ¿es arte o no es arte? Claro que lo es. Y seguramente es bastante más incómoda que utilizar una juguera eléctrica, pero se trata de una interrelación entre uso, creatividad y objeto que genera sensaciones en el observador.
¿La arquitectura tiene una relación directa y proporcional con la identidad de un sitio determinado?
– La arquitectura no es más que una respuesta a la necesidad de cobijo del ser humano. Le va generando cobertura para que pueda vivir y actuar confortablemente. Y esa respuesta, ya sea funcional o formal, se va transformando permanentemente. Cuando se plantea la discusión, por ejemplo, respecto a si Bariloche tiene o no identidad arquitectónica, lo cierto es que, tal vez, tiene más identidad que otros lugares, una identidad generada por el sello de Bustillo, De Estrada y los pioneros anónimos. Pero hoy se pueden recorrer distintos barrios y esa identidad desapareció, se licuó, sea por problemas económicos, por la intervención de malos profesionales o porque el Estado no hizo lo que debería haber hecho para mantener esa entidad, ese todo que forma la ciudad. Indudablemente en Argentina, que es un país muy poco previsible, estas cuestiones se van diluyendo y acaso tanto Bariloche como Villa La Angostura deberían recuperarlas. Pero convengamos en que esto no significa que tengamos que seguir repitiendo lo mismo: la arquitectura está en evolución permanente. En Santa Fe no concibo una casa sin una galería, ya que es un elemento de respuesta arquitectónica al clima. En Angostura, en Bariloche, en la Patagonia, sucede lo mismo: existen elementos que tenés que mantener. La tecnología posibilita que podamos instalar techos vidriados y lo que logramos, nada más y nada menos, es permitir que ingrese el sol del invierno para ayudar a calefaccionar la casa. Esto no se le hubiese ocurrido jamás a Bustillo, que hacía ventanas chiquititas para que no se le escapara el calor. No se lo podía imaginar porque la tecnología no existía. Y vuelvo al concepto: existe una base arquitectónica y el clima y la topografía son quienes disponen en la arquitectura de la región. Esto no quiere decir que “sigamos haciendo Bustillo” a través de los años porque se supone que eso implica identidad. Eso no es identidad. Eso sí es pintoresquismo. –