TEXTO MOIRA TAYLOR
El Freeride World Tour (FWT) comenzó a disputarse en 2008. Su nivel y calidad son hoy reconocidos por los competidores, los responsables de la “industria de la nieve”, la prensa especializada y los espectadores. En la Argentina hay muy buenos deportistas que practican esta disciplina. Una de ellas es Jennifer Taylor, quien incluso fue esquiadora olímpica en los juegos de Lilehammer, Noruega. Durante el 2011, en calidad de freerider, representó a nuestro país en Europa.
Es el aire, la nieve y la montaña. Uno con la montaña. Esa sensación única de ser parte de algo más grande. Eso es lo que se ve y se siente cuando se tiene la fortuna de ver a un buen esquiador deslizarse por blancas pendientes vírgenes, con sus retos rocosos. Eso es el freeride.
Eternos pioneros de bajadas únicas. Esta disciplina que crece a buen ritmo a nivel internacional y comienza a practicarse también en Argentina, tiene ya desde hace un tiempo excelentes y atrevidos representantes. Una de ellas es Jennifer Taylor, quien fuera esquiadora olímpica allá por 1991 y que hoy sigue representando a nuestro país como intrépida freerider.
Jennifer comenzó su relación con el esquí casi como quien comienza sus días de peatón. Familia del pueblo, el paso obligado en el invierno era el cerro. A los 5 años le dieron sus primeros esquíes y a los 7 comenzó a competir en las carreras que pronto mostrarían su habilidad para el deporte, sumando resultados a partir de un constante esfuerzo personal y del trabajo de la gente del Club Lacar y de su entrenador, Eduardo Quiroga. A los 18 años se clasificó para los Juegos Olímpicos de esquí alpino de Lilehammer (Noruega, 1991).
Una historia repleta de nieve, deporte y pasión por la montaña. Viajera por naturaleza y emprendedora de nuevos desafíos, fue patrullera, instructora de esquí y entrenadora de nuevas promesas en su club. Jennifer ha tenido a lo largo del tiempo la compañía y la pasión por la montaña. Ese lazo que la une al medio está trenzado por la adrenalina y la energía, de la cual se nutre, casi como una droga, cualquier aventurero. Y qué disciplina podría darle más de esa sustancia tan preciada que el Freeride.
Bajar por pendientes vírgenes, trazar los primeros dibujos en un manto blanco imperturbable, sentirse volar por algunos instantes sobre las piedras que contrastan el paisaje, superar los límites y hacer lo que pocos se animan.
Ahí en ese cúmulo de sensaciones está el porqué. El cómo siempre es un poco más complicado.
Patrocinada por los esquíes Volkl (al igual que la campeona del mundo Janet Hargin) y por los cascos y antiparras Eassun, Jennifer se propone seguir conquistando carreras y por sobre todo, montañas. “No es una disciplina fácil, se requiere mucho dinero y por lo general las marcas te sponsorean con material y no con plata” – cuenta Jenny- “pero es también un deporte que tiene gran futuro y un abanico de oportunidades muy interesantes en un país con las montañas que tenemos”. Aquí se refiere a los innumerables cordones que pueden subirse y descubrirse, sean por heliski o con la tenacidad de los ascensos sobre pieles y raquetas. Sin dudas Argentina ofrece oportunidades de increíble belleza y desafíos para los más hábiles y audaces freeriders.
Freeride World Tour
El Freeride World Tour (FWT) fue lanzado en 2008 y en su primera edición, los sanmartinenses Estanislao Vasiuk y Oscar Sosa demostraron que su capacidad estaba a la altura. Ambos finalizaron la temporada en el top 15. Ya con cuatro años en su haber, el FWT es reconocido por los riders, la industria de la nieve y la prensa especializada como la cita máxima de esta especialidad. Desde aquellas primeras temporadas ha crecido en calidad, número de pruebas, cantidad de participantes y una más que interesante bolsa de premios en juego. A tal punto se ha instalado que cuenta, en la categoría masculina, con un circuito clasificatorio, el Freeride World Qualifier (FWQ), antesala para aquellos esquiadores y snowboardistas que quieren formar parte de la elite de esta disciplina.
En este marco, Jennifer viajó este año a Europa para representar una vez más a la Argentina, pero ahora como rider. “No sé muy bien por qué me pico el bichito otra vez, dado que ya no hacía doble temporada hace unos años, pero allí fui igualmente por mí sueño”, explica. A pesar de no haber participado en varias de las citas del circuito, su intervención le permitió quedarse con un lugar en la lista de nombres destacados del mundo: subió al podio en dos competencias y terminó la temporada en el décimo octavo puesto del ranking mundial. Fue, sin dudas, un sueño alcanzado. “Me anoté en todas las carreras del circuito y al principio es difícil si no tenés puntaje ni sponsors. Pero me aceptaron en Eslovaquia. Claro, allí nadie quiere ir porque queda lejísimo… El viaje fue una odisea pero valió la pena. Quedé segunda y eso me inyectó energía para continuar”, explica Jennifer. “Mi estrategia es la fluidez y agregar un salto a mis bajadas. Las mujeres no saltan tanto como los hombres y si te animás y controlás tus saltos, tenés una gran ventaja”, agrega. Como todo buen deportista, Jennifer tiene su táctica, aunque las evidencias sugieren que el mejor de sus movimientos, la mejor de sus jugadas, se percibe en la energía que le imprime a cada bajada, ese ímpetu tan propio del que ama lo que hace.
Hay una sensación en el aire cuando uno se sienta con estos “locos” en la cima de una montaña. Hay una energía que se respira y que no deja más lugar a la palabra. Sólo a la sensación. –