POR ANGELES SMART
FOTO APERTURA FRANCISCO BEDESCHI
Arte y sociedad, un binomio que se divorció hace unas décadas pero que hoy vuelve, en la persona y escultura de Marcelo Iglesias, a un concubinato desde la madurez y la libertad. Convivencia que lejos del individualismo postmoderno nos propone rescatar aquel valor que cierta modernidad tardía supo elogiar: el compromiso con el aquí y ahora social que todo artista, ya sea en forma directa o indirecta, puede asumir. Esto ya empezó. Y ahora, ¿qué pasará?
Su imagen lo dice todo y la marca es imborrable: fue adolescente en los `80. Privilegio entre los privilegios. Inmunizado para siempre contra la ingenuidad de los `70 y la frivolidad de los ´90, Marcelo Iglesias va por la vida consciente de que conoció lo bueno. Creció en una familia de inmigrantes dedicada a la confección de calzado en Valentín Alsina, provincia de Buenos Aires. Su época lo formó visualmente: el cuero, el negro y lo under del punk -recién arribado y ya escandalizando a la sociedad argentina- moldeó su percepción y amplió su sensibilidad. Después de recibirse de Maestro Mayor de Obras realiza un año de pintura en la Escuela de Arte y Cine de Avellaneda, descubriendo ahí el taller de escultura. También pasó, como muchos de su generación, por las aulas de la Facultad de Arquitectura para estudiar Diseño Gráfico, pero explica: Se me complicaba mucho estudiar y trabajar y me harté: me fui con unos amigos a poner una pizzería en Las Grutas“. Allí su estética citadina absorbe la informalidad y liviandad que caracteriza a los lugares de la costa y fue el paso previo para recalar en Bariloche.
Pero su gira no había terminado: del ´95 al ´98 trabaja para Techint en Colombia, en el 2001 rumbea para Barcelona donde, según él, hace de todo. Con sus pequeñas marionetas de masilla epoxi monta espectáculos a la gorra en el Parque Gí¼ell y empieza la venta de sus objetos que él no tiene problema en llamar artesanías. Barcelona fue un punto de inflexión: Ahí me terminé de formar, la gente de mi generación estaba perfectamente insertada en la sociedad desde lo que hacía, sin tener que dejar a un lado sus intereses más profundos. Eso me pegó muy fuerte, acá en Argentina es algo que sólo lo pueden hacer unos pocos“. Con esta experiencia y a partir de su encuentro con las obras de Distéfano y Pablo Suárez, que ya habían comenzado a utilizar materiales considerados “no nobles” para la escultura tradicional, desarrolla en forma autodidacta (realizando algunos seminarios en Buenos Aires) su obra que, ya claramente alejada de la artesanía, empieza a llamar la atención tanto local como regionalmente.
Sus esculturas tienen generalmente al alambre, al tergopol y a la masilla epoxi como elementos fundamentales. El lijado y la pátina de óleo les dan ese toque y color final que caracteriza a muchas de sus esculturas. El contrapunto entre grandes y “llenos” volúmenes con el vacío de las formas en alambre propone una cierta estabilidad y equilibrio inestables. Lo pesado y lo liviano reunidos en una misma obra generan algo así como la inquietud de que algo puede ocurrir. Especial interés suscitó su participación en el proyecto colectivo “Flores de la Estepa. Florecer en la adversidad” donde su escultura “S/T florecer en la adversidad” (base de madera, alambre y alpargatas, 2009) llamaba la atención apenas uno entraba en la Sala Frey donde estaba instalada. Evidentemente su pasado oficio en la fábrica de zapatos familiar estaba irrumpiendo de una manera feliz y novedosa. Lo mismo que la evocación de una estepa que en alguna época fue territorio exclusivo del paisano tradicional, que nunca escuchó hablar ni de las Salomón, ni las Columbia, ni las Ansilta. Sólo del yute y de la lona, y también del polvo. Como si tal cosa cuenta que haber obtenido el Segundo Premio del Salón Provincial de Escultura 2009 lo tomó por sorpresa. La obra surgió a partir de ese juego de chicos que consiste en reconocer distintas figuras en las nubes blancas sobre el contraste del cielo. Así en “Paisaje rural” (alambre y masilla epoxi, 2009) encontramos una gran oveja/nube que se frena sobre una esquemática casa a la cual no sabemos si protege o amenaza. Nuevamente el volumen superior tiene su contrapunto en el vacío de la parte inferior, dividiendo claramente la obra en dos partes. Y también nuevamente la evocación de la estepa patagónica y la soledad de los que la habitan.
Plenamente insertado en el circuito del arte de Bariloche, confía en que se siga acrecentando el impulso que se notó en los últimos tiempos. Si bien no parece interesado en fundamentar su postura en las teorías institucionalistas de la estética contemporánea (que atribuyen importancia determinante a la obra que surge dentro de instituciones avaladas por el “mundo del arte”), se acerca bastante a su idea: “De a poco vemos en Bariloche que aparecen distintos agentes relacionados con el arte: se organizan clínicas de obra, exposiciones, proyectos conjuntos, críticas y comentarios. Se habla de un museo y ciertas entidades privadas de a poco parecen interesarse en el tema. Por otro lado los artistas nos unimos en defensa de las pocas salas que tenemos y formamos una Asociación de Artistas Visuales de Bariloche, porque creemos que el arte, es el espacio que la sociedad dispone para ensayar y diseñar su futuro. Esperemos que esto continúe y que como comunidad apoyemos y contribuyamos a que aparezcan los elementos que aún faltan“.
Arte y sociedad: un binomio que se divorció hace unas décadas pero que hoy vuelve, en la persona y escultura de Marcelo Iglesias, a un concubinato desde la madurez y la libertad. Convivencia que lejos del individualismo postmoderno nos propone rescatar aquel valor que cierta modernidad tardía supo elogiar: el compromiso con el aquí y ahora social que todo artista, ya sea en forma directa o indirecta, puede asumir. Esto ya empezó. Y ahora, ¿qué pasará?
Marcelo Iglesias (Valentín Alsina, 1969).
1983- Comienza con trabajos manuales en la fábrica de zapatos familiar.
1988- Maestro Mayor de Obras, Escuela Industrial ENET nº 3 “Dr. Salvador De Benedetti” de Avellaneda.
1989- Participa de los talleres de pintura y escultura en la Escuela de Arte y Cine de Avellaneda.
1990-1992- Realiza diferentes cursos en técnicas para el manejo de materiales sintéticos, como resina poliéster y acrílico, en el taller de Mariana Berdiñas y en el Centro Cultural Recoleta.
1992- Se instala en San Carlos de Bariloche alternando viajes, por diferentes motivos laborales, a Colombia (1995 a 1998), Barcelona y Tierra del Fuego (2000 a 2003).
Premios
2009- Segundo premio adquisición en Escultura del XVI Salón Provincial de Artes Visuales por la obra “Paisaje Rural”.
íšltimas exposiciones colectivas
2009- Proyecto “Flores de la estepa”, área Artes Visuales (Bariloche)
2009- Arte Expo 09, sala Frey y sala ex Correo (Bariloche)
2009- Feria de las Artes 2009, “Diverciudad” (Bariloche)
2008- VerArte, primera edición, sala Frey (Bariloche)
2008- Hotel Desing Suites (Bariloche)