POR TOM SAWYER
El fútbol supone y genera un particular universo de adhesiones y fanatismos. La relación de las muchedumbres de todas las latitudes es, por lo general, dramática (en el sentido teatral del término): lo mejor y lo peor se fusionan en un ámbito multicultural que construye sus propios mitos, sus particulares verdades (también las de Perogrullo, que suelen ser casi todas) y hasta su propio lenguaje, su específica manera de vincularse con los otros. El fútbol es el reino de la hipérbole y como tal se empeña en su búsqueda de superlativos. Y los futboleros, en ese camino, utilizan la palabra para denominar aquello que admiran, que adoran, que idolatran. Los futboleros suelen (solemos) adjetivar incluso aquello que nos han contado. Por eso el juego es fantástico.
El futbol tiene su propio Olimpo. Sus pocos moradores (arbitrarios, ya que dependen de la subjetividad de cada quién) han sido rebautizados por lo que han representado en el imaginario de los habitantes de plateas y populares. A Pelé (que ya era un apelativo) se lo conoce aún en todas las latitudes como O Rei, circunstancia que no deja demasiado margen para la duda. Pero a Diego Maradona le han dicho, incluso, Dios, como para que la duda desaparezca definitivamente. Lionel Messi, el mejor de todos en la actualidad, alejado de toda paradoja vinculada con la realeza o las divinidades, responde al sobrenombre de Pulga debido a su velocidad y a su estatura. A Johan Cruyff le decían Flaco (adjetivo que no supone ninguna dificultad intuitiva) aunque el gran equipo que integró, Holanda ´74, sí tenía una denominación adicional: se lo conocía como La naranja mecánica y el concepto vinculaba a los muchachos de camiseta naranja con la película homónima de Stanley Kubrick. El gran Alfredo Di Stéfano no era otro que la Saeta Rubia por el color de su escasa cabellera y por su inolvidable capacidad de aceleración.
Pero hay más y hay otros. Existen futbolistas que también se relacionan con la nobleza desde otro título hereditario. Tal los casos del extraordinario uruguayo (los gentilicios suelen ser los remoquetes más habituales) Enzo Francescoli y del talentosísimo Fernando Redondo: a ambos se los conoció como Príncipe. Al gran Zinedine Zidane lo apodaron el Marqués, igual que a Rubén Sosa (Racing, 1958-1965); a Fernando Galetto (San Lorenzo, Lanús) le decían Conde. Otros jugadores ostentan sobrenombres de características militares o que denotan poder e influencia sobre el resto. Tal el caso del alemán Franz Beckembauer o de Daniel Passarella: ambos respondían al apelativo de Kaiser. Y a Roberto Perfumo (gran zaguero de Racing, Cruzeiro, River, la Selección Argentina, actualmente lo mejor de Fobal for Everyone, sin dudas) lo apodaban Mariscal por su talento y su presencia. A este grupo pertenece el irrepetible Obdulio Varela, uno de los héroes de la victoria uruguaya contra Brasil en Brasil en 1950. Le decían el Negro Jefe. También existen “alias” relacionados con la autoridad o con “talentos fabulosos” como Juan Sebastián Verón (Bruja), Rubén Capria (Mago), Jorge Bermúdez (Patrón), Martín Palermo (Titán) o Mario Alberto Kempes (Matador). Además y por ejemplo, a Enrique Omar Sívori le decían Cabezón, a secas. A Carlos Babington, Inglés. A Miguel Antonio Juárez, Gitano. A Hugo Orlando Gatti, Loco. A Ricardo Bochini, Bocha.
Sin embargo, puede anotarse un capítulo aparte: muchos jugadores de fútbol han sido apodados con nombres de animales. El detalle excluye naturalmente a todos aquellos que tienen incorporado el animal en su apellido, tal el caso del arquero Claudio Vacca (Boca, década del ´40, luego Defensor de Montevideo), el también portero Luis Conejo (Costa Rica, Italia `90), Enrique Wolff (Racing, River, Real Madrid), Mark Fish (Sudáfrica, Francia `98) o el espigado Antonio Rata Rattín (Argentina, Inglaterra ´66).
La lista puede resultar infinita, aunque el “animal albiceleste” de cabecera es la Pulga. Durante el Mundial de Chile ’62, la entonces Unión Soviética presentó un goalkeeper extraordinario que había sido bautizado como Lev Yashin. El mundo del fútbol lo conoció siempre como la Araña Negra. Otro arquero, Miguel Rugilo (Velez), se hizo famoso en el viejo y mítico Wembley de Londres: el 9 de mayo de 1951 Argentina jugó allí contra Inglaterra y perdió sólo 2 a 1 gracias a su notable desempeño. Tanto, que el relator Luis Elías Sojit lo llamó el “león de Wembley”. El goleador del Mundial de Inglaterra `66 fue Eusebio. Jugaba para Portugal pero había nacido en una de las colonias lusitanas del África. Por eso se lo conocía como la Pantera de Mozambique. Argentina, sin ir más lejos, llevó al Mundial de Alemania `74 un equipo con varios “animales” (Wolff incluido), entre ellos el Ratón Rubén Ayala y la Oveja Roberto Telch, ambos de San Lorenzo. Uruguay no se quedó atrás: el Chivo Ricardo Elvio Pavoni marcaba el lateral izquierdo. Argentina, en los campeonatos del `78 y del ’82, presentó una lista de buena fe que incluía al Pato Ubaldo Fillol, al Conejo Alberto César Tarantini y al Pitón Osvaldo Ardiles. En 1978 también figuró en la nómina el Perro Daniel Killer (además le decían Cirujano o Caballo, para que todo quedara claro). Y en Italia `90 jugó el extraordinario Pájaro Claudio Caniggia, también conocido como “el hijo del viento”. El Pájaro no pudo jugar la final: lo reemplazó el Galgo Gustavo Dezzotti. En ese equipo también jugaba el Tiburón José Tiburcio Serrizuela.
Es imprescindible destacar que los animales más pequeños que jamás hayan pisado cancha alguna son la Hormiga Hernán Díaz, el Piojo Claudio López y los hermanos orientales Jorge Polilla y Rubén Polillita Da Silva. Sigue la lista: a Marcos Gutiérrez le decían la Anguila. Al colombiano René Higuita, Escorpión. Al español Emilio Butragueño, Buitre. A Javier Saviola, le dicen Conejito. A Ariel Ortega, Burro. A tres arqueros como Agustín Irusta, Carlos Fernando Navarro Montoya y Germán Burgos, los bautizaron Mono. Pero hay muchísimos más: por ejemplo Roberto Toro Acuña, Ricardo Tigre Gareca, Jorge la Chancha Rinaldi, Juan Ramón Lagarto Fleita, Rodolfo José Lobo Fischer, Javier Perro Arbarello, Luis Araña Amuchástegui, Carlos Manuel Puma Morete, Fernando Tero Di Carlo, Héctor Gorrión López, Gastón Gato Sessa, Albeiro Palomo Usuriaga, Cristian Laucha Luchetti, Hernán Sapito Encina, Juan Gilberto Búfalo Funes o Matías León Almeyda.
Para el final quedan algunos de los más simpáticos, raros e inexplicables. A saber: Héctor Chocolate Baley, Sergio Manteca Martínez, José Omar la Pepona Reinaldi, Américo Rubén Tolo Gallego, Marcelo Muñeco Gallardo, Santiago Cucurucho Santamaría, Héctor Chirola Yazalde, Francisco Fatiga Russo, Antonio Tarzán Roma, René Hueso Houseman, Roberto Ropero Díaz, Diego Cachavacha Forlán, Miguel Ángel Bife Brindisi, Pablo Vitamina Sánchez, Carlos Batman Buticce, César el Picante Pereyra, Fernando Rifle Pandolfi, Carlos Lechuga Roa o Reynaldo Mostaza Merlo. Y el más perfecto de todos: al gran jugador rumano Gheorghe Hagi le decían “el Maradona de los Cárpatos”.
Pequeñas delicias del léxico tribunero.