TEXTO: MOIRA TAYLOR
FOTOS: CHOMMPI NOUUEI PRODUCTORA, MOIRA TAYLOR, ARCHIVO NALDI SAGRIPANTI
Arnaldo Dante Sagripanti (“Naldi” para todos) es como en el agua. De palabra simple y movimiento rápido, no le cuesta embarcar en nuevas aventuras y más aún si eso implica a su deporte, su leitmotiv diario, el windsurf. Nuestras charlas se dan en varios encuentros que nos descubren siempre en camino a algún lago de la zona. Para este personaje nacido y criado en la ciudad de Cipolletti, el windsurf es una manera de relacionarse en primera persona con el entorno natural que nos rodea. Una historia que nos muestra otra Patagonia, la del agua y el viento, tentados por una vela y una motivación.
Naldi tiene 28 años pero su comienzo en el deporte fue allá lejos y hace tiempo. Esa historia de amor nace de un lago que no fue tal hasta hace algunas décadas en la provincia del Neuquén, el Mari Menuco y Los Barriales (estas dos cuencas naturales se llenaron luego del dique que se generó en el río Neuquén). Al nacer Naldi, su familia había terminado de construir una casa de veraneo frente a las aguas del Mari Menuco. “Posiblemente si no hubiera tenido la casa en el lago no me habría vinculado con el agua y hoy sería otro, nos dice Naldi, comenzando lo que serán largas y profundas conversaciones. “Mi viejo, en los años setenta, cuando aparece el windsurf en la Patagonia, se compró un equipo que usó poco y terminó arrumbado en la casa del lago. Con mi hermana y mis primos los usábamos para jugar en el agua”, nos dice casi recuperando un recuerdo. Pero todo queda en la memoria emotiva de un niño y algo prendió en la curiosidad. Un vecino comenzó a hacer windsurf y Naldi se vio atraído al instante. “A los 8 años me subía a la tablita e iba con él. Y a mis 9 años un amigo de mi papá nos regaló un equipo que ya no usaba. Mi primer equipo. Viejo pero nuevo para lo que yo había experimentado. Lo cargue a la F100 más rápido que el viento”, nos dice entre risas. Transcurría el verano de 1995, que trajo consigo una gran sequía, provocando que el lago Mari Menuco se retirase 30 metros y se transformara en una playa de arena y agua baja, situación ideal para aprender el deporte. Todo conspiraba a su favor.
Con los sueños hay que perseverar y de eso se trató esta historia de los lagos, las velas y el navegante. Según nos dice, cada pequeño paso era una gran hazaña. Comprar cada centímetro de su equipo fue una larga conversación familiar. “Mi primer neoprene me lo compró mamá a escondidas y como era corto, el más barato, nos encintábamos brazos y piernas con bolsa para hacerlo más impermeable”, sonríe recordando aquellas épocas. “El hecho de haberle metido tanta perseverancia hizo que también adquiriera otro sentido de logro y de disfrute cada nuevo paso que daba en el deporte”, reflexiona. En el windsurf, según parece, es cuestión de actitud y perseverancia, así como ocurre en el resto de los deportes en los que el hombre se le presenta a la naturaleza y desafía su confianza. La Patagonia siempre está ahí, impertérrita, observando los pasos y retrocesos de sus aventureros para ver a cuál les hará lugar entre los pocos nombres que la conquistan.
El primer equipo
En 1999 surge la posibilidad de comprar su primer equipo y comienza lo que sería el viaje de su vida. A partir de entonces, y con 13 años, quedó muy claro a lo que dedicaría su energía, su decisión e ímpetu. Teniendo equipo, su meta fue participar en el Bariloche Classic (importante competencia que reunía a toda la comunidad del windsurf del país e internacional, un clásico del tour del deporte y de la Patagonia) pero no fue hasta sus 16 años que pudo ir, ganando el premio al Timonel más joven. “Cuando fui al Bariloche Classic, al gran lago Nahuel Huapi, vi por primera vez a tipos como Adrián Díaz, al “Fissu”, a Mariano Pécora, todos esos que eran los referentes del freestyle. Además venía siguiendo como mentor a un hawaiiano, Josh Stone, el inventor del freestyle. Allí comenzó lo que iba a ser un camino duro y tremendamente lento de aprendizaje. Probaba los trucos no 1000 veces sino 3000 veces, caer, caer, caer. Rompía una vela, rompía un mástil, rompía una tabla”, nos dice mirando el pasado. “Después vinieron los viajes a Hawaii. El mar de verdad y el lugar con mayúsculas. Volví muy sensible, fue muy radical todo el aprendizaje que tuve ahí. Muy conectado con el entorno y con lo que me daba. Volví a navegar en la Patagonia con otra cabeza, agradecido a esta imponente naturaleza que nos rodea. El windsurf, en mí, tiene su raíz en los lagos patagónicos. En el Mari Menuco frente a casa y en todos los lagos que he navegado en la región”. La Patagonia sembró una relación especial con Arnaldo. El viento y el agua comenzaron a ser un idioma propio para él.
Hacerse a la vela
Un día como hoy, que nos encuentra charlando camino al Lago Meliquina, en las afueras de San Martín de los Andes, la lluvia cae con fuerza en la ruta y podríamos habernos quedado “guardados”. Pero el ímpetu, la energía que mueve al windsurfista es más fuerte que eso. Tiene que ver con un sentimiento: la pasión. “Descubrí que era mi deporte cuando me di cuenta que me hacía bien, que prefería estar ahí que en ninguna otra parte. Se transformó en una prioridad para ser feliz”, dice firme el windsurfer.
En el hacer fue construyendo su estrategia “Traté de ir organizándome me decía. Intentaba lograr mejores resultados y destrezas. Siempre me meto al agua a probar cosas nuevas, siempre cayéndome. Voy por lo desconocido. Ya no navego haciendo windsurf: voy haciendo un borde y estoy en el truco, en el vuelo, en surfear el momento”, nos dice apasionado por esta manera de hacer y ser el deporte. “El windsurf te devuelve lo que vos le das. Te da exactamente en la misma cantidad que vos le entregás. Muchos sólo navegan cuando hay viento, o cuando está lindo. Los lagos, la Patagonia, tienen carácter, por momentos parecen expulsarte con el frío o las condiciones del viento. Pero en eso está entenderse con el medio. La potencia del viento inmediata en la vela, desplazarte arriba del agua, casi como volar, es mágico. La sensación es que me transporto. Y eso sólo pasa si estás ahí. Es como en la vida, eso que uno le pone a lo que quiere: dedicación, esfuerzo, amor. Eso es lo que vuelve”, resume Naldi Sagripanti.
Lo que te da el Windsurf. Disciplina, perseverancia y felicidad.
“Si no tenés disciplina en lo que hacés, en armar tu equipo, en ir al lago, no llegás a nada. Yo vivía lejos. Mi mamá me llevaba hasta una estación de servicio, me buscaban unos conocidos, iba al lago, navegaba y me tomaba un colectivo nuevamente a casa. Tuve perseverancia para darle, darle y darle. Los cambios son muy sutiles y las frustraciones por momentos grandes. Tenés que estar enfocado y motivado. Pero se vuelve bonito. Y feliz. La felicidad es ese instante en el que te das cuenta que estás donde querés estar, haciendo lo que querés hacer. Todo te va moldeando la personalidad, el carácter. Los windsurfistas saben que existe eso: ese momento de gracia que vale todo lo demás”.
Una misión
<“Siento que tengo la capacidad de transmitir el deporte. Llevo a quienes quieren incursionar en esto por un camino de motivación. Ven en uno la magia. Y tal vez en esta vida me toca esto. Me toca hacer feliz a muchos otros transmitiéndole el deporte, mostrando que esto existe, consiguiéndoles una tabla, una vela. Está buenísimo el primer premio, la competencia, ese ya lo tengo. Pero me parece genial cuando la gente habla bien de vos como persona. El windsurf es pasión y si uno lo logra transmitir, ese sentimiento es muy poderoso. Como dijo Juan Manuel Fangio: “No hay que creerse el mejor sino intentar serlo”, dice Naldi usando una cita que le enseñó su papá.
La firma del artista
“El tema del estilo es innato en cada uno. Eso es increíble. Es como la firma de cada artista. Como se mueve y de qué manera lo hace. El windsurf es un arte de expresión. Una declaración al mundo: “Acá estoy”. Cuando dominas el movimiento y encontrás el equilibrio entre el medio, el viento, el agua, tu equipo y vos, cuando ya estás en esa instancia podes comenzar a dar tus propios trazos. Creo que uno tiene arte hasta para caminar. Hacer lo que te gusta genera eso”, reflexiona Naldi casi sin pensar que estamos filosofando sobre temas mucho más profundos que simplemente el deporte.
Que el windsurf te trasforma. es una realidad visible a los ojos de quien lee este relato de vida dedicada a ese deporte. Naldi es windsurfista, ahí está su primer identidad. Su palabra, su historia, es la de los elementos de la naturaleza. En el vínculo con la presencia irrefutable del viento o la hostilidad del frío de los lagos patagónicos se formó una manera de ser. Puede ser que para tantos otros como lo ha sido para él, como canta Bob Dylan, la respuesta esté en el viento: The answer, my friend, is blowin’ in the wind.
WORLD TOUR
“La idea es ingresar a la American Windsurfing Tour (AWT) que nuclea a los principales destinos de windsurf de América. Este tour se especializa en olas y por eso le estoy metiendo mucho más a las olas y los trucos. Un nuevo desafío en el que me acompañan mis sponsors. Hardwind, tienda especializada de Buenos Aires, con Neilpryde y JP, marcas que serán posiblemente sponsors directos. También cuento siempre con el apoyo de Buena Vida Gimnasio. Y por supuesto mi familia que ha sido incondicional, con quienes trabajo y he encontrado siempre la manera de justificar mis ausencias” (Naldi Sagripanti).
NALDI, PALABRA POR PALABRA
El windsurf en una palabra: Pasión.
Maniobra favorita de Freestyle: Shaka.
Maniobra favorita de olas: Back Loop.
Próximo objetivo: “Competir en a la AWT y navegar los grandes lagos de la Patagonia que aún se encuentran vírgenes a su vela: el Buenos Aires, el San Martín y el Argentino son algunos de ellos”.
El lago entre los lagos: Huechulafquen.
Su equipo: A diferencia de muchos, usa únicamente una vela 4.2 y una tabla de 90lts de freestyle u 82lts de wave. Solo en condiciones muy violentas de viento achica su superficie de tracción. La habilidad, la entrega y la pasión hacen el resto.