Avistaje de ballenas: un atractivo para toda la familia
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Todas las temporadas, entre junio y diciembre, cerca de mil ballenas francas arriban a las aguas de Puerto Madryn y Puerto Pirámides. Un espectáculo natural único en la Patagonia para disfrutar y compartir.
Fotos Ente Mixto Madryn
La ballena franca austral (Eubalaena australis) es uno de los mamíferos más grandes y bellos que habita los mares del sur. Es un animal longevo que vive entre 60 y 70 años. Realiza dos largas migraciones al año, una hacia las áreas de alimentación en aguas cercanas a la Antártida durante los meses del verano austral. Y otra hacia las áreas reproductivas durante los meses del invierno en el Hemisferio Sur. Es así que a partir de junio llegan estos cetáceos a las aguas costeras de la Península Valdés, permaneciendo hasta diciembre muy cerca de Puerto Madryn y Puerto Pirámides. Durante esta época, es posible ver las ballenas desde las principales avenidas de Puerto Madryn. Otro punto para disfrutar de este espectáculo es el Área Natural Protegida “El Doradillo”, creada en 2001. Se trata de una franja costera de 25 kilómetros de longitud desde Punta Arco hasta Cerro Prismático, donde pueden verse estos imponentes mamíferos, muy cerca de la orilla cuando la marea está alta. La mejor playa para ver las ballenas es Las Canteras, donde hay pasarelas accesibles desde las que puede observarse la biodiversidad marina y terrestre de la estepa. También existe la opción de hacer avistajes embarcados a través de excursiones con alguna de las seis empresas habilitadas en la zona de Puerto Pirámides, a 100 kilómetros de Puerto Madryn. Las salidas se realizan a diario y tienen una duración aproximada de una hora y media. El capitán y la tripulación especializada introducirán a los pasajeros en la interpretación del ecosistema marino y el ciclo biológico de las ballenas: apareamiento, nacimiento y cría del ballenato.
El aspecto más característico de estas ballenas es la presencia de callosidades en la parte superior y costados de la cabeza. Cada ballena tiene un único patrón que no varía con el transcurso de los años, lo cual permite individualizarlas y así identificar a los distintos ejemplares. Esto fue descubierto en 1967 por el doctor en biología estadounidense Roger Payne. A partir de este hallazgo, se inició en 1970 el “Programa Ballena Franca Austral” en el área Natural Protegida de Península Valdés, con más de 2.850 ballenas foto-identificadas. Este programa es llevado adelante por el Whale Conservation Institute de Estados Unidos y el Instituto de Conservación de Ballenas en Argentina, quienes realizan relevamientos aéreos para poder obtener el registro del patrón de callosidades de cada una de las ballenas que se observan en las aguas costeras de Península Valdés. Cada ballena fotografiada se registra en el catálogo con un número de identificación para poder realizar un seguimiento cada vez que vuelve al Golfo Nuevo.
En 1937, con la firma del Acuerdo Internacional para la Regulación de la Cacería de Ballenas, se les otorgó protección total. Desde entonces, la recuperación de la especie ha sido lenta pero sostenida. Según datos del Instituto de Conservación de las Ballenas (ICB), se estima que existen entre 12.000 y 17.000 ballenas francas australes en todo el Hemisferio Sur. Sin embargo, su recuperación hoy sigue en peligro debido a la falta de una legislación internacional adecuada.
La población que utiliza el área de cría de Península Valdés, según su última actualización basada en datos del periodo 1971-2010, es de 4000 individuos, según registro de la misma entidad.
El 28 de septiembre de 1984 se sancionó la Ley 23094 que declaró “Monumento Natural” a todas las ballenas francas que estén en aguas jurisdiccionales de Argentina, ante la necesidad de otorgarle la debida protección a una especie cuya caza indiscriminada entre los siglos XVII y XX la puso en peligro de extinción.
La incidencia de las urbanizaciones costeras, la interacción con otras especies (como las gaviotas que lastiman su lomo), el tránsito de buques, las redes de pesca o la modificación de los ecosistemas marinos, mantienen a la ballena franca en una situación gran vulnerabilidad.
Fuentes:
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