TEXTO Y FOTOS: FRANCISCO BEDESCHI
El Volcán Puntiagudo es la montaña más difícil de ascender de todas las que rodean a Bariloche. Desde su “puntiaguda cumbre” se observan todos los monumentales volcanes de la región. Un palco de privilegio y difícil acceso para disfrutar de la Patagonia.
El volcán Puntiagudo tiene una altura de 2.493 metros. Se eleva con elegancia entre el lago Rupanco, al norte, y el lago de Todos los Santos al sur, en medio de dos pasos clave que conectan Chile con Argentina: el Puyehue y el paso lacustre de Peulla. Junto los volcanes Osorno (2.652 metros) y Tronador (3.491), conforma una trilogía perfecta de volcanes de la Región de los Lagos de Chile.
El deslumbramiento con el Puntiagudo comienza cuando cruzando a Chile por el Paso Samoré, llegando al lago Puyehue se presentan las praderas chilenas después de tanta curva y contra curva, descendiendo de los 1300 metros de altura. A nuestra izquierda encontramos la elegante silueta del volcán, que amedrenta con su vertical penacho superior de más de 300 metros. Otra perspectiva se produce en la cima del cerro Catedral, desde el Refugio Lynch o a la salida de la Silla de Nubes y nos detenemos a admirar la Cordillera. Es allí cuando todos se preguntan como se llama esa montaña “puntuda” que se destaca del resto de la cordillera nevada.
Históricamente, el Puntiagudo llamó la atención de los exploradores y primeros montañistas de la Patagonia.
El recordado “padre” del andinismo argentino, Federico Reichert, quien tenía su casa al pie del Puntiagudo en el Lago de Todos los Santos, sobre la desembocadura del rio Cayutue, intentó en 3 oportunidades hacerse con la cumbre del “ Cervino Chileno”, la primera en 1912 y dos veces mas después.
Incluso la tercera de ellas en compañía de la documentalista Ilse Von Rentzell. Desistió al pie del penacho, donde se encontró con roca “podrida”, peligrosa, que le dificulto el ascenso a la cumbre.
El primer ascenso se concretó en 1937 por la cara sur, coronado por Hermann Hess y Rodolfo Roth, este ultimo de apenas 16 años. Lamentablemente, durante el descenso, Roth perdió la vida al cortarse una cuerda: su cuerpo pudo ser recuperado recién al año siguiente. En diciembre de 1947 se llegó a la cumbre, esta vez por la cresta norte: la cordada estaba compuesta por Ernst Hoffmann y Hohf y Koster. Durante los siguientes 12 años se registraron unos cinco ascensos más: se destaca el primer solitario de Hans Blindhubert (1947). Recién en el 2006 se realizaron dos expediciones que hicieron cumbre y se acrecentó el numero de expediciones, una en agosto y otra el 16 de septiembre, la primera encabezada por los hermanos José y Andrés Potthoff Pugin.
José, quien es guía en Osorno y en Austria, fue quien gentilmente me hizo conocer la cumbre del volcán Osorno en enero de 2011, También me habló por primera vez de la posibilidad de ir al Puntiagudo mientras lo admirábamos durante el amanecer desde la mismísima cima del Osorno.
Tres años después, y aceptando la invitación de mi amigo Benjamin Reynal, me sumé a su intento de cumbre. Con mucho entusiasmo pero poco convencido de lograrlo, partimos un 10 de septiembre, casi fortuitamente, ya que ocupé el lugar de otro amigo que se “bajó” a último momento. Pablo Pontoriero y Lucas Jacobson guiaron el ascenso. Así partimos los cuatro, felices, desde Bariloche hasta el fundo que lleva el nombre del volcán, a orillas del lago Rupanco. El 11 de setiembre cerca del mediodía disfrutábamos parados en ese insolente penacho de los maravillosos volcanes que nos rodeaban: el Tronador, el Calbuco, el Yates al sur y el Puyehue, el Mocho-Choshuenco, el Lanín y el Villarica al norte.
Increíblemente para mí, yo ya había alcanzado todas esas cumbres. Y confirmaba la esencia del libro que vengo produciendo hace años, Ascenso a volcanes Patagónicos, sintiendo en la cima del Puntiagudo la emoción de haber estado en todos los picos que me rodeaban, un sueño que se había transformado en real: no faltaba ninguno y los estaba mirando desde la “figurita difícil”, desde la cumbre misma del volcán que enamora y desafía a todo amante de la montaña.
De esta manera, transformándose en la vigésima ascensión certificada según los registros de José Potthoff, me convertía en el primer cliente no montañista que subía el volcán. Se trataba del primer ascenso “guiado” y eso lo corroboraron los guías cuando, en la cumbre, les confesé que nunca había escalado en hielo ni hecho rapel. Luego de las fotos de rigor en la cumbre emprendimos el regreso al campamento, realizando tres rapeles seguidos de doble de cuerda en un hongo de hielo y nieve que, a medida que pasaban las horas y subía la temperatura, comenzaba es “escupir” pedazos de nieve y hielo por todos lados.
Gracias a la experiencia de Lucas y Pablo y al empuje de mi amigo Benjamin, pudimos bajar sin mayor riesgo.
La meta estaba cumplida. Había logrado consumar una especie de desafío impensado. Contento de haber podido lograr este registro para la revista AIRE y empujar a los comunes mortales amantes de la montaña a animarse a sentir la inmensa alegría de admirar la Patagonia Norte desde su torre más desafiante.
PALABRAS DE EXPERTO :: POR LUCAS JACOBSON
A fines de septiembre de 2013 pude concretar mi idea de ascender al Puntiagudo. Contaba con un intento anterior, pero tuvimos que abortar la secuencia a 200 metros de la cumbre: las altas temperaturas no nos permitieron subir los inclinados canales del último tramo.
Regresé a Bariloche y Pablo Pontoriero me contactó para salir nuevamente. Faltaban tres días para la partida. Sin dudarlo volví a caminar otra vez la nueva senda en busca de revancha, esta vez con la compañía de Benjamin Reynal y el fotógrafo Francisco Bedeschi
El mejor acceso comienza indudablemente en el lodge Puntiagudo, sobre la costa sur del lago Rupanco. En ese punto es donde se pueden estacionar los vehículos y comenzar la aproximación por el frondoso bosque que, a lo largo de unos 7 kilómetros, va siguiendo una buena traza, pasando por un increíble alerzal para llegar, tras alrededor de cuatro horas, a un lecho de arena y rocas volcánicas.
Desde allí se rodea por el noreste una especie de gran cono volcánico por el cauce de un arroyo; antes de encerrarse en un cañadón, conviene tomar a la derecha y comenzar el ascenso hacia su cumbre. En ese punto se tiene una vista de los posibles lugares de acampe: el nuestro quedó situado a unos 1100 metros. Desde ese lugar se observa un filo en dirección norte, que es el que nos llevaría al día siguiente hacia la cumbre.
Hay que transitar unos 2,5 kilómetros y 1000 metros de desnivel (3/4 horas) antes de llegar al comienzo de las dificultades. Desde ese punto se encara mayormente por la cara noreste del promontorio, que tiene unos pasajes sencillos al principio (45/60 grados de nieve dura) para luego hacer una escalada vertical de unos 15 metros. La marcha continúa hacia otro resalte vertical, al que escalamos y rodeamos por la cara oeste, para luego regresar a la cara norte y escalar los últimos 60 metros de una canaleta con unos 70 grados de inclinación que nos deposita en la cumbre. Un total de cuatro largos de escalada y otros de cuerda corta son necesarios para sortear las dificultades.
Para el descenso fueron necesarios tres rapeles de 60 metros, por lo que tuvimos que armar relevos con “ muertos” y estacas. El descenso al campamento base llevo otras dos horas. En total fue una jornada de 16 horas para el camino a la cumbre y regreso.
El equipo utilizado fue: dos piquetas técnicas por persona, dos medias cuerdas de 60 metros, cinco estacas de nieve, tres tornillos de hielo, mosquetones y cintas varias para los anclajes.
Pablo Pontoriero
Guía de Montaña UIAGM
IFMGA Mountain Guide Bariloche-Argentina
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Lucas Jacobson
Mountain Guide UIAGM
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