Desde las alturas del cóndor :: Campo de Hielo Patagónico Norte
TEXTO y FOTOS FRANCISCO BEDESCHI
El Campo de Hielo Patagónico Norte es el perfecto pedestal para apreciar el cerro San Valentín, que con más de 4.000 metros es el más alto de la región. A diferencia de su hermano mayor, el Campo de Hielo Sur (o Hielos Continentales, como se lo conoce en Argentina), el Campo de Hielo Norte está completamente en territorio chileno. Un recorrido por la inmensidad de un privilegiado rincón de la Patagonia.
El Campo de Hielo Patagónico Norte es tan impactante como desconocido. No son muchos los patagónicos que lo conocen. Y aquellos que saben de su existencia, pocas veces han visto sus agrietados ventisqueros que, como en el caso del San Rafael, caen directamente a las aguas del Océano Pacifico. A diferencia de su hermano mayor, el Campo de Hielo Sur (o Hielos Continentales, como lo conocemos en la Argentina), el Campo de Hielo Norte está completamente en territorio chileno. Los Hielos Continentales tienen una pequeña porción en territorio argentino y el sector más visitado es el que corresponde a glaciar Perito Moreno, en las aguas del Lago Argentino.Tiene una extensión de alrededor de 100 kilómetros cuadrados y un ancho de 40 kilómetros. El espesor de hielo acumulado en su enorme meseta blanca es de 1.500 metros de altura media en su costado oriental: es donde emergen los picos más altos. En su parte norte está ubicado el majestuoso cerro San Valentín.Desde los inicios este rincón casi inexpugnable de la Patagonia se recorría por mar. En 1575 el navegante español Díaz Gallardo descubrió la laguna San Rafael y habrían de pasar varios años, muchos, hasta que el gobierno chileno, en 1959, creara el Parque Nacional Laguna San Rafael y el glaciar del mismo nombre, que se convertiría en el “Perito Moreno” del turismo chileno, con cientos de visitas al año que se aproximan al ventisquero en modernas embarcaciones que zarpan de Puerto Chacabuco. No le resulto fácil a los exploradores poder cambiar en los mapas las leyenda “región inexplorada de nevados y ventisqueros”, que ilustraba los pocos mapas de la región hasta bien entrados los años ´40. Los primeros conocimientos importantes de la zona fueron aportados por el incansable geógrafo alemán Juan Steffen, al servicio del gobierno chileno, cuyas investigaciones y puntos de vista se transformaron en un libro imprescindible, “ Viajes de exploración y estudio en la Patagonia Occidental”.Como se repitió en otros rincones de la Patagonia, primero llegaron los navegantes (españoles e ingleses), que en su afán por dominar el comercio, se disputaban el relevamiento de las costas. Fernando de Magallanes hizo una lejana visualización de los picos nevados del campo de hielo en su inconcluso viaje alrededor del mundo. Charles Darwin, a bordo del Beagle, al mando de Robert Fitz Roy, en su viaje de estudios de las costas de la Patagonia, describió a la Bahía Kelly, donde termina el glaciar San Quintín, como “el lugar más triste, sombrío e inhóspito de toda la Patagonia”, casi robándole el protagonismo a las “misteriosas planicies” del curso del rio Santa Cruz. Fue el cartógrafo Hugo Pallin, integrante de la expedición de sueco Otto Nordenskjöl, quien en 1920 trazó un mapa del interior del campo. Esta travesía, realizada a fines de 1919, llegó embarcada hasta el pie del Glaciar San Quintín para posteriormente ingresar al campo de hielo por el Glaciar Tadeo, tras doce días de marcha y tres campamentos (un extraordinario esfuerzo para recorrer tan sólo 5 kilómetros). Finalmente los dioses los premiaron con una “ventana climática” y pudieron ascender a los 760 metros de altura y desde allí contemplar, fascinados, la meseta de hielo y la majestuosa silueta del San Valentín al norte.
En enero de ese año entra en escena el gran montañista alemán Federico Reichter, radicado en Argentina, quien organizo otro viaje con la intención de confirmar la existencia del campo de hielo y ascender el cerro San Valentín, que era lo único reconocible en la zona en esa época. Reichert, utilizando los estudios de Steffen, llegó por mar, al igual que Nordenskjöl, pero un poco más al norte. Fue quien acertó con la ruta de acceso al campo de hielo: efectivamente, el tiempo confirmaría que había que subir por el Glaciar san Rafael. Reichter, gran explorador y padre del montañismo en argentina, quiso explorar otras vías de acceso al campo de hielo y lo hizo en 1938, en su séptima expedición patagónica, después de un periplo digno de una película de aventuras.Llegó al campo de hielo por el Este, ruta que aún hoy utilizan los andinistas que se aventuran al cruce del campo de hielo.
El ascenso a la mítica montaña del campo de hielo se produjo recién en 1952-53, luego de los fallidos intentos de Reichert en el ´40 y de Arnold Heim en 1945. La avanzada organizada por amigos del Club Andino Bariloche (CAB) debe contarse como una de las grandes expediciones patagónicas del Siglo XX. Tomando en cuenta la época (comienzos de la década del cincuenta), lo aislado del destino y la poca ayuda y medios con la que contaban los expedicionarios andinistas de Bariloche y América del Sur, esta expedición al San Valentín tiene todos los condimentos de una proeza. El 2 de diciembre de 1952, Otto Mailing, Juan Neumayer, Dinko Bertoncelj, Birger Lantscher, Toncek Pangerc, Gregorio Ezquerra y Carlos Sonntag, entre otros, partieron de Bariloche rumbo a Puerto Aysen, distante unos 1300 kilómetros, en un autobús que fue sometido a una durísima prueba por las precarias rutas patagónicas de entonces. En Puerto Aysen consiguen una embarcación para llegar hasta la laguna San Rafael; una vez allí y siguiendo los estudios de Reichert, comienzan a preparan el ascenso. El San Valentín, con sus más de 4.000 metros de altura, les requirió cinco campamentos, por lo que el porteo de materiales y víveres fue una tarea titánica. El 18 de diciembre lograron conquistan la cumbre, en una de las expediciones más románticas de la patagonia. Una dura conquista que no concluyó en la cima sino varios días más tarde, ya que los últimos en abandonar el campo base lograron hacerlo varias semanas después: el mal tiempo y la falta de embarcaciones, dificultaron mucho todo el procedimiento.Actualmente, la navegación hasta la laguna San Rafael se puede realizar en cómodos catamaranes y lanchas (existe la posibilidad, además, de cruzar el Lago Leones en una bote que alquila un poblador). Las técnicas de escalada y los elementos se han perfeccionado y ni hablar de los sitios de Internet, que predicen las variaciones del clima con exactitud. Si a esto le sumamos que en un par de años estará terminado el camino que une Puerto Tranquila con Bahía Exploradores, en el mar, la circunstancia posibilitará el acceso a la laguna San Rafael sin mayores dificultades. También existe la posibilidad de sobrevolarlo, como lo he hecho yo en abril de este año, para poder captar mínimamente con mi cámara la inmensidad de este privilegiado rincón de la Patagonia. ■