TEXTO MOIRA TAYLOR
Después de catorce largos años, San Martín de los Andes recuperó uno de los momentos más importantes de su historia: la Navidad Cordillerana. La idea fue reencontrar en el presente alguno de los acontecimientos trascendentes de la ciudad, que se había “escapado” de los calendarios festivos por esas circunstancias que suelen no tener explicación. San Martín rescató una buena parte de su tradición a partir del esfuerzo y del trabajo de toda la comunidad.
Como tantos otros pueblos y ciudades de la Patagonia, San Martín de los Andes también tenía una fiesta que la representaba: la Navidad Cordillerana. Con diversas expresiones del arte y la cultura, el pueblo de aquel entonces se vestía de fiesta durante diciembre para alimentar la tradición y el relato colectivo. Catorce años pasaron desde la última edición hasta diciembre de 2015, cuando la Navidad Cordillerana, imponente y emotiva, regresó a las calles de la ciudad.
A partir de la iniciativa de tres vecinos (Manuel Bustingorry, Martín Gutiérrez y Juan Pablo Toledano) a principios del 2015 comenzaron los encuentros para reflotar el evento.
Durante la primera mitad del año, comprometidos con ese sueño, se reunieron programando y proponiendo ideas. Como suele suceder, cuando otros vecinos, instituciones, empresas y el municipio se sumaron, el proyecto superó ampliamente todas las expectativas y generó como resultado una Navidad Cordillerana que superó cualquier historia que recordáramos quienes la vivimos allá lejos y hace tiempo.
A partir de junio de 2015 se organizó y sistematizó el trabajo entre todos. Toda esa labor mancomunada comenzó a darle forma al acontecimiento, que comenzaba a dejar flotar ese espíritu de algo “nuestro”, de un momento de festejos y de agradecimientos, un ícono y referencia del pueblo, como comunidad y también destino turístico.
EL ÁRBOL
Hacía falta una referencia, un elemento representativo de la importancia de la fiesta, de la filosofía que se escondía en cada acción. Ese objeto impactante fue el árbol de navidad. Un árbol construido bajo una identidad que dio cimientos y un mensaje a la fiesta. Construido en forma comunitaria, con la cooperación de vecinos, técnicos, arquitectos, diseñadores y manos hacedoras, implicó la utilización 18.500 botellas de plástico que se unieron artísticamente conformando un pino de navidad reciclado de 10 metros de alto.
Con una estrella en el extremo superior, 10 reflectores de distintos colores en la base, 4 lámparas en el cono superior, una luz independiente en la estrella y una esfera de boliche en el centro, logró un impacto visual único. Sumado a la imponencia del objeto, el evento de encendido del árbol convocó a una multitud en la plaza central y fue un momento determinante de alegría y emoción colectiva en el que San Martín de los Andes gritó al unísono: “Tenemos Navidad Cordillerana”.
EL PROGRAMA
Los mensajes de “unidad” y “para todos” fueron los rectores de cada una de las acciones que se llevaron adelante. Artistas, organizaciones, comercios, instituciones y la comunidad en general lograron identificarse con la fiesta, proporcionándole a cada evento que conformó la agenda un tinte festivo y a la vez emotivo. La primera de las actividades fue la decoración temática del pueblo. Tanto las calles del centro como los comercios, hoteles, cabañas y casas de la localidad comenzaron a vestir de Navidad sus vidrieras y fachadas. Siguió una marcha por la paz, el 15 de diciembre, que convocó a toda la ciudad a caminar hacia donde se armó el escenario de la fiesta. Esto fue el preludio para que el emblemático árbol de botellas recicladas cobrara vida: se encendió con la cuenta regresiva de una multitud que colmaba la plaza.
El 16 de diciembre se llevó a cabo el tradicional pesebre viviente que contó con la participación de más de 50 miembros de la comunidad en escena. Una interpretación educativa y, al mismo tiempo, sensible sobre la Nochebuena y su relato. Los siguientes tres días se destinaron a la música y la danza, con un escenario que en cada noche se vistió de rock, tango y folclore. Las actividades que rodearon al escenario, como la venta de empanadas o la pintura de la fachada de la iglesia, fueron cargando de sentido la fiesta en su totalidad. Se respiraba Navidad Cordillerana y el orgullo en los habitantes de la ciudad era palpable. Para cerrar semejante programa, el 24 de diciembre, como cada año, el camión de bomberos fue el transporte de un Papá Noel que repartió caramelos a cada niño que se acercaba a las esquinas de cualquier barrio.
Se trata de una fiesta que distingue con un sello de colores a San Martín de los Andes y que invita al local y al viajero a una cita obligada cada diciembre para ser parte de los festejos cordilleranos de la navidad.