Texto: Roxana Ramospé
Fotos: Belén Meier
Ine Güemes es referente musical en Bariloche. Música, guitarrista y compositora. Como artista posee tantas facetas atrapantes y diversas que sus discos merecen ser escuchados varias veces para adentrarse en su lenguaje y disfrutar la experiencia. La vulnerabilidad de sus letras, su virtuosismo como guitarrista y el decir de su voz invitan a la intimidad de compartir su mirada del mundo y a conocer su interminable búsqueda interior.
-Trabajás mucho junto a otros músicos, en colaboraciones, experiencias, compartiendo fechas. ¿Qué te impulsa a hacerlo?
-La verdad es que me nutre y quizás es porque estoy acostumbrada a que todo sea muy compartido a nivel musical. Y creo que cuando llegué a vivir a Bariloche me dieron ganas de poner el foco en eso. De que no sea todo “cada cual hace lo suyo y ni idea qué hace mi colega”. Me dan ganas que se comparta, que pase algo más, sino me suena todo muy individualista. Si está cada uno mirando lo suyo hay algo que no pasa, desde mi visión. Algo más colectivo, darnos una mano entre todos, compartir fechas, que nos unamos un poco más en el arte. Más en una ciudad chica como Bariloche me parece que está bueno y es necesario también.
-¿Cuánto tiempo hace que elegiste Bariloche para vivir?
-Cuatro años y medio.
-¿Y qué experiencias artísticas te ofrece vivir en la Patagonia?
-En un principio me pareció como una desintoxicación. Viviendo en una ciudad grande (antes residía en Buenos Aires) me planteaba si hacía las cosas por inercia, si me dejaba influenciar por tanta data. Así que en este punto me pareció muy inspirador vivir acá y me trajo otros aires. Además, venía escribiendo tanto de no vivir en la ciudad que mis canciones ya eran un manifiesto en contra de eso! Otro aspecto fue que el llegar acá me sacó otro lado que no tenía, el de producir cosas. Sentí que si hay algo que quiero que esté y no está en vez de quejarme lo voy a hacer. Y se me dio por producir conciertos de la manera que a mí me gusta. Por un lado, con Juan Nazar, mi compañero, trajimos un proyecto que se hace en varias partes del mundo que se llama Open Folk que es un micrófono abierto con curaduría de folk acústico por el que pasan varios artistas por noche. Lo hicimos por primera vez en 2020, antes de la pandemia, y la verdad es que funcionó muy bien. Nos sorprendimos con artistas locales que no conocíamos y que empezamos a descubrir; que había mucho público para escuchar, eso me pareció increíble. Este año lo volvimos a hacer en el verano así que nos propusimos sostenerlo todo el año, una vez por mes. Estamos muy contentos porque cada vez viene más gente.
Otro proyecto es Club de Conciertos; son conciertos íntimos, buscamos espacios bonitos, siempre priorizando el silencio y la escucha para que el artista la pase muy bien y que suceda la magia. El Club surgió por querer tocar en lugares donde uno esté conforme con el clima que se crea, con el sonido; se nos dio por crear nuestros propios conciertos y cuando viene alguien de afuera lo anfitrionamos o también compartimos con alguien de acá.
Sentí que si hay algo que quiero que esté y no está, en vez de quejarme, lo voy a hacer.
–Estás por lanzar tu cuarto disco. ¿En qué instancia se encuentra?
-Está en proceso de grabación en este momento, ojalá que en unos meses ya esté disponible. Ya saqué dos temas de adelanto, uno en 2020 y otro este año (“Zombis” y “Extranjera”). Se viene con un sonido distinto; me fui a la guitarra eléctrica, a los pedales, a buscar otro color de voz, un poco más roquero, con más fuerza. Así que estoy en este proceso, con muchas ganas de que salga. También estoy trabajando mucho en la imagen junto a la fotógrafa Clara Aguillón, viendo cómo plasmar todo este cambio en la música a nivel de imagen, esto me divierte un montón.
-Inés, hace poco atravesaste una alteración en tu sentido de la audición. ¿Cómo lo viviste? ¿Qué te enseñó esta experiencia?
-En un punto fue una pesadilla (no te lo voy a negar) y en otro aspecto fue espectacular que me pase. Lo digo con todo el dolor del mundo. Algo me pasó en el oído, la verdad es que hasta ahora no pudieron darme un diagnóstico que determine qué fue; pero se empezó a distorsionar el sonido y comencé a escuchar doble: mi voz y un sonido más grave por debajo. Entonces, a la hora de tocar, todo estaba desafinado. ¡Era una tortura! No se me ocurre peor tortura para un músico que tocar desafinado. Pasé por todos los estados. En especial porque cuando llegó la pandemia lo que más quería era refugiarme en la música y arrancó así, sin poder tocar ni escuchar bien. Eso me llevó a trabajar un montón de cosas internas, a entender porqué el síntoma, qué me estaba queriendo decir el cuerpo y me metí en esa. Fue un proceso bastante duro pero a la vez me cayeron unas fichas tremendas y agradezco que me haya pasado ya que no hubiese llegado a las conclusiones que llegué, cambios para mí, para mejor. Y a la vez me hizo incursionar en otras cosas. Comencé a desafinar la guitarra y me puse a grabar ideas todos los días a ver qué salía con esta desafinación, esta rareza. Después de un par de meses empecé a mejorar y me puse a escuchar qué había grabado. De ahí salieron muchas cosas nuevas que forman parte del disco. Si no hubiese sido por esta experiencia creo que no hubiese llegado a estos lugares, así que, como todos los síntomas, pueden ser cosas bastantes tediosas pero pueden llevar también a lugares bastante luminosos después de toda la tormenta. Me quedo con eso.
Cuando llegó la pandemia lo que más quería era refugiarme en la música y arrancó así, sin poder tocar ni escuchar bien.
(NdR: El título de la entrevista es un párrafo de su tema “Extranjera”).
Sus discos se pueden escuchar en las plataformas Linktr.ee, Bandcamp, Deezer, Apple music, Tidal y Spotify
Club de Conciertos: IG
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