TEXTO FRANCISCO BEDESCHI
FOTOS FRANCISCO BEDESCHI – FEDERICO SILIN
El Llao-Llao parece tener vida propia. Imponente y majestuoso de cara al gran lago, su nacimiento se relaciona con la creación del Parque Nacional Nahuel Huapi y su construcción está directamente vinculada con los hermanos Exequiel y Alejandro Bustillo. Sobrevivió a un incendio precoz en 1939 y al silencio que impuso su abandono (casi) definitivo entre 1978 y 1992, período en el que estuvo cerrado. Hoy, como siempre, el Llao-Llaó es el dueño de todas las miradas. Su esplendor aún está vigente.
La historia de la construcción del Hotel Llao LLao está vinculada directamente con la creación del Parque Nacional Nahuel Huapi, que se institucionalizó a partir de la donación que hiciera Francisco Pascasio Moreno de las tierras que el Estado Nacional, le otorgó a modo de pago por su incansable trabajo a favor de la Nación. Apenas dos años después de sancionada la Ley de Parques, viajaron a la zona los hermanos Exequiel y Alejandro Bustillo a elegir un lugar para la instalación del hotel, que vendría a potenciar el turismo en la región para definitivamente posicionar al Parque como uno de los lugares de privilegio para las miradas de todo el mundo.
En la casa de los Ortiz Basualdo, en la Península Huemul, se alojaron los encargados de este proyecto. Acompañó a los hermanos Bustillo, entre otros, el experto golfista Alberto del Solar Dorrego, quien tendría a su cargo examinar el área en la que se instalaría una cancha de nueve hoyos. El lugar elegido estaba cerca del Puerto Pañuelo, lugar que funciona hasta el día de hoy como conexión lacustre con Chile, vía Puerto Blest. En el libro El despertar de Bariloche, Exequiel Bustillo relata la impresión que le produjo el momento: “Llegamos a Bariloche (1934) y antes de seguir a Huemul nos pusimos de lleno en la tarea de ubicar el hotel. Recorrimos rápidamente el pueblo que en ese sentido no nos suscito ninguna tentación. Seguimos entonces a Llao Llao, donde Alejandro, como quien descubre un brillante, no vaciló un solo minuto y descartando cualquier otra ubicación, aconsejo una pequeña meseta cubierta de bosque quemado como el sitio indicado para levantar el hotel”. 300 metros más arriba que el Nahuel Huapi, a 1500 metros sobre el nivel del mar y a unos 28 kilómetros de Bariloche, comenzó a construirse (se terminó en tiempo récord) el gran hotel de la Argentina, el símbolo de la Patagonia. Se eligió para dirigir la obra al arquitecto Alejandro Bustillo, quien por ser hermano del director del Parque Nacional, Exequiel, no recibió honorario alguno por su trabajo. Alejandro Bustillo fue el mentor de este magnífico hotel, como así también del edificio del banco nacion en plaza de mayo, el hotel provincial y casino de mar del plata, la catedral de bariloche y el edificio de movilidad de parques, entre otras obras extraordinarias.Una vez terminado, se convino con el Hotel Plaza de Buenos Aires una administración conjunta con el EstadoAsí fue que a fines del año 1937 se preparó una gran fiesta para su inauguración, que contó con la presencia del presidente de facto, el general Agustín P. Justo, y otros miembros de su gabinete, además de personajes de la alta sociedad de Buenos Aires, todos de rigurosa etiqueta. Esa noche fue de gloria para el persistente Bustillo, quien consiguió, inclusive, que la acaudalada dama Juana Devoto le donara todo el dinero para construir la capilla San Eduardo, erigida muy cerca del hotel. Pero las alegrías se transformaron rápidamente en tristeza cuando al día siguiente toda la comitiva se desayunó con la noticia de que en un accidente aéreo había muerto el hijo del presidente Justo, junto a otros integrantes del gobierno. El hotel se inauguró en un clima de tragedia que se vio corroborado dos años después cuando un voraz incendio, en octubre de 1939, destruyó por completo las instalaciones. Pero esto no amedrentó a los hermanos Bustillo, que inmediatamente pusieron todo su empeño y su dedicación para reconstruirlo con los mismos planos que había dibujado Alejandro y los mismos materiales: en casi catorce meses el hotel abría sus puertas nuevamente a los visitantes de la Patagonia.
El Llao Llao se convirtió en refugio para un selecto público adinerado del país y el lugar obligado de los altos funcionarios y diplomáticos que visitaban Argentina. El inicio de la Segunda Guerra Mundial y la imposibilidad de viajar a Europa le otorgaron el impulso final para convertirse en el clásico sitio de lujo que es hasta hoy. Por suerte para todos los amantes de la Patagonia, después del doloroso abandono que sufrió entre 1978 y 1992, actualmente su esplendor está más vigente que nunca, su cancha de golf de 18 hoyos es un imán para jugadores de todo el mundo y el hotel goza del prestigio, de la excelencia, de la belleza y el encanto que supieron generar los hermanos Bustillo. ■