Conciso repaso por el territorio del mito y del politeísmo antropomórfico.
El relato mitológico casi siempre es fundacional y le otorga entidad a determinados relatos prehistóricos. Además, es el primer intento de explicar el origen de un universo particular. Después vendrán la filosofía y la ciencia a llenar los vacíos de conocimiento –todos- que deja tras de sí la construcción mítica, siempre inexistente, siempre fabulosa, extraordinaria, indispensable, imprescindible. El mito, afortunadamente, no se ubica demasiado lejos de la literatura y de la poesía. El mito es indemostrable. Su existencia no amerita ninguna prueba irrefutable. Será, eternamente.
Todas las civilizaciones los tienen. Pero los más famosos son los griegos, que desde hace toda una eternidad contextualizan no sólo a su propia cultura sino también a la occidental. Muchas de sus historias son realmente notables. Y en absoluto rebuscadas, además. Hacían de todo y se metamorfoseaban constantemente para practicar el castigo y la venganza. O seducir alguna que otra mujer hermosa. Hay cientos de ellos pero los más importantes son los dioses olímpicos, todos vinculados por lazos familiares: muchos eran hijos del titán Cronos y de Rea. Y otros eran hijos (o algo así) de Zeus y Hera. Vivían en el monte Olimpo, de allí su nombre, en un palacio extraordinario construido por los cíclopes gigantes (aquí surge, probablemente, el adjetivo de “ciclópeo” para cualquier tarea que implique un gran esfuerzo). Los dioses con más poder eran Zeus y Hera, el dios Padre y la diosa Madre. Los símbolos de Zeus eran el águila y el pájaro carpintero. Su temible arma era el rayo. Zeus y sus hermanos mayores, Poseidón y Hades, habían enviado a Cronos, su padre, a alguna parte del universo (que debía ser tan infinito e inmortal como los mismísimos dioses olímpicos). Luego no tuvieron más remedio que “repartirse” la herencia de Cronos: el mundo. Después de todo, habían derrotado a los titanes. Zeus se quedó con el cielo (era también el dios del trueno), Poseidón con el mar y Hades con los infiernos.
Hera no quería demasiado a Zeus (que solía corretear por allí, metamorfosis mediante, tras alguna mortal dama enamoradiza), quien la había seducido mediante un engaño. Era, también, la propietaria de los cielos y al mismo tiempo la diosa del matrimonio y la familia, pese a las constantes “agachadas” de Zeus. Uno de los emblemas que la representaban era la vaca.Poseidón, aún hoy, es el dios del mar. El tridente lo caracteriza. Le temía a Zeus, que con su rayo podía hacer lo que se le antojase. Cuando se enojaba, su ira lo dominaba y arreciaban las tormentas. Su esposa era la nereida Anfitrine pero como la gran mayoría de los dioses griegos, Poseidón la pasaba bárbaro y tuvo cientos de amantes. Deméter, diosa de los frutos y de los granos, era la madre de Perséfone, que no tuvo otra salida que la de casarse con Hades, el dios de de los muertos. El símbolo de Deméter era una amapola.
Hefesto (hijo de Zeus y Hera) era el dios de los orfebres y de los carpinteros. Era rengo casi de nacimiento ya que su padre, cuando era muy pequeño, lo había golpeado (el bueno de Zeus pensaba que su hijo era débil). Cerca, en la mesa olímpica, siempre se sentaba Atenea, una de las más famosas deidades griegas: era la diosa de la sabiduría y de las batallas, aunque no era amiga de buscar problemas. Pero si peleaba, no perdía jamás. Su símbolo era un búho sabio. Decían las malas lenguas que era hija de Poseidón, aunque ella prefería que todos creyesen que su progenitor era Zeus (su madre era la oceánide Metis) Quién sabe…
Afrodita, otra de las muy famosas, era la diosa del amor y la belleza. Zeus, que no era nada tonto, la obligó a casarse con su hijo Hefesto, aunque el amor de su vida fue Ares, el hermano fuerte y bello de Hefesto, con quien lo engaño cada vez que se lo propuso. Ares era el dios de la guerra y la violencia. No era muy popular en el Olimpo (excepto en los arrabales de Afrodita, claro) Era medio bruto y torpe, pero Afrodita lo adoraba: sus distintivos eran un jabalí y una lanza.
Apolo era el dios de la medicina, del tiro con arco, de la poesía, de la música y de los hombres solteros. Era hijo de Zeus aunque no de Hera: su madre era Leto, una diosa menor (pero hermosísima). Artemisa, su hermana gemela, era la diosa de la caza y las mujeres solteras. Su emblema era la osa. El último, en orden de aparición por los simpáticos pasillitos olímpicos, era Hermes, hijo de Zeus y una diosa menor llamada Maya. Era dios del comercio y los ladrones, además de mensajero de los dioses. Un genio Hermes: entre otras cosas, inventó el alfabeto. A Hestia, la diosa del hogar, la querían todos. Detestaba las peleas de su “familia”. Y todo se complicó cuando Zeus anunció que otro hijo suyo, Dionisos (con una mujer mortal que se llamaba Semele), dios del vino y de las celebraciones, pasaría a formar parte de tan selecto grupo. Como el trece siempre fue el número de la mala suerte, Hestia le dejó su lugar.Pero no fueron los únicos. También hay que anotar a Heracles, Asclepio, Eros, Pan, Perséfone… La mitología. Ese gran “invento” griego. ■
LOS NOMBRES SEGÚN GRECIA Y ROMA
GRECIA ROMA
Zeus Júpiter
Hera Juno
Poseidón Neptuno
Dioniso Baco
Apolo Apolo
Artemisa Diana
Hermes Mercurio
Atenea Minerva
Ares Marte
Afrodita Venus
Hefesto Vulcano
Deméter Ceres
Hades Plutón
Hestia Vesta
Asclepio Vejovis
Eros Cupido
Pan Fauno
Perséfone Proserpina
Heracles Hércules