Y, si para Chile te vas…

CARMENERE, EL OTRO MERLOT
Durante mi última estadía en Chile tuve la posibilidad de conocer y probar interesantes vinos que allí se producen. Al margen de que el objetivo principal era, lisa y llanamente, descansar, comer y beber, aproveché para indagar un poco no sólo sobre sus vinos, sino también respecto a lo que piensan sobrte los nuestros. En su mayoría, las opiniones provienen del sector de la hotelería y la restauración, pero sobre todo vienen del lado del consumidor. Si bien esto apenas me dio sólo una visión parcial, por lo menos sirve para cortar con algunos mitos.
Luego de algunas charlas, entre almuerzos y café, me quedó resonando una palabra: Carmenere, la cepa tinta emblemática de nuestro vecino trasandino.
Oriunda de Burdeos, Francia, esta variedad se introdujo en Chile en 1850, pero lo curioso es que permaneció oculta junto al Merlot por más de un siglo. La anécdota cuenta que a principios de los ˜90 esta cepa fue redescubierta por el ampelógrafo francés Jean-Michel Boursiquot al ver que algunas vides de Merlot tardaban más en madurar. Luego de los estudios pertinentes, se llegó a la conclusión que se trataba, ni más ni menos, que de la antigua variedad en cuestión. El hecho tuvo gran repercusión debido a que era una variedad que se pensaba extinta luego de que la terrible plaga de la Filoxera se encargara de no dejar rastro alguno en lo que quedó de los viñedos en Europa.
Algunos llegaron a defender a gritos que Chile es el único que produce vinos de esta variedad, ya que no existe en otra parte del planeta. Pero, al parecer, esta afirmación es incorrecta: se dice que, más o menos al mismo tiempo, se encontraron dispersos algunos viñedos de Carmenere en el norte de Italia, también llevados desde Francia en algún momento, junto con otras variedades. En la actualidad, Suiza también tiene Carmenere, aunque en ínfimas proporciones.
Lo cierto es que la mayoría, si bien ve al Carmenere como su vino emblemático, el que hoy los representa en el mundo, tiene bien claro que todavía falta desarrollarlo. Hasta hoy no es la variedad tinta que más se consume internamente ni la más se exporta. Tampoco la que más se produce. El podio todavía es para el rey Cabernet.
Otro de los temas que invariablemente decantaba con el correr de la conversación es cómo en Chile no hubo Filoxera, plaga que destruyó los viñedos alrededor de todo el mundo. Se dice que nunca llego por varios motivos, entre los que están el aislamiento entre mar, cordillera, el desierto de Atacama y los hielos al sur. ¿Pero cómo llego, entonces, a otros recónditos rincones? En fin, lo cierto es que no existen “ o, por lo menos no las supe encontrar- pruebas que demuestren lo contrario.
Y, por fin, cuando pregunté acerca de nuestros vinos, al principio, mostraron una especie de recelo típico en este juego de rivalidades. “Ustedes ahora están haciendo buenos vinitos, pero recién están empezando…”, decían al comienzo. Aunque después de dar unas vueltas al asunto, concedieran mayores elogios y reconocieron que los vinos argentinos “están creciendo mucho y están siendo bien vistos afuera”. Por suerte, lo que a mí me deja tranquilos es que en Argentina se están haciendo más que buenos vinitos.

LOS BLANCOS AL FRENTE
De acuerdo con lo que probé, puedo decir que me gustan más los blancos que los tintos chilenos. Tal vez porque fueron más botellas que las de tinto, pero sobre todo porque me causaron mayor satisfacción. También creo que habrá tenido mucho que ver la comida, con esa exuberante variedad de pescados y mariscos. ¿Y qué mejor que acompañar todo esto con un blanco?
Parece que no me paso sólo a mí, ya que sobre la mayoría de las mesas, tanto en la de los lugareños como en las de los turistas, había botellas de blancos, y sobre todo los que están hechos a partir de la variedad Sauvignon Blanc.
Me resultaron muy interesantes los Chardonnay del Valle de Casablanca, con gran influencia marítima. Por ejemplo, uno que faltó en este viaje, aunque confieso que fue el más buscado, es el Montes Alpha Chardonnay, de Viña Montes. Si bien no se encuentra entre los de precio más accesible, puedo decir que fue el vino blanco bisagra, el que me marcó un antes y un después en lo que a blancos chilenos se refiere. Todo un top wine.
Los Sauvignon del Valle de Rapel, bien frescos y aromáticos, aunque algunos más que otros, pero siempre con buen nervio y carácter salvaje. Y muy parejos.
En el caso de los tintos, sobre todo me dedique a probar Carmenere, variedad que puede dar tintos robustos y concentrados, con un perfil “cabernet”, como también otros jóvenes y afrutados, muy fáciles de beber. Pero, como alguna vez me pasó con los blancos, tengo un tinto que sí recuerdo siempre: el Viña Tarapacá Gran Reserva Merlot, proveniente del Valle de Maipo. De hecho a éste sí lo encontré y me traje un par de botellitas conmigo.
Lo cierto es que debo seguir probando las otras botellas que volvieron conmigo, junto con las del Merlot. Seguro seguiré descubriendo cosas interesantes. –

TIPS
Tres blancos para probar

Casa Sauvignon Blanc 2010
Valle de Rapel
Viña Casa Lapostolle

Serie Riberas

Gran Reserva Sauvignon Blanc 2010
Ribera del Rapel, D.O. Colchagua
Viña Concha y Toro

Gran Reserva Chardonnay 2008
D.O. Isla de Maipo
Viña Tarapacá

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