ÍCONO DE LA PATAGONIA CHILENA

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FOTOS: FRANCISCO BEDESCHI

La cadena andina, antes de morir con su extrema estribación meridional, la Cordillera Sarmiento, a la altura del grado 51 de latitud Sur, eleva su último macizo granítico de excepcional importancia y belleza. Este grupo orográfico, constituido por algunas imponentes montañas de roca y hielo y por una cadena de torres y obeliscos graníticos, está situado en territorio chileno, en el margen oriental de las grandes extensiones del Hielo Continental Sur. Se lo conoce como Grupo del Paine.

Increíble es el cuadro que se presenta ante quien penetre entre estos montes: surgen ellos casi como un espejismo lejano, dominando un encantado ambiente natural. Grandes lagos, a menudo unidos por un laberinto de torrentes y ríos, prados verdegueantes y floridos, dilatados bosques que otrora, antes de la llegada del hombre, cubrían todo el territorio y que después fueron en gran parte quemados para dar lugar al pastoreo, imponentes y blancas lenguas glaciales que nacen del Hielo Continental. Sobre todo esto dominan las montañas del Paine y, entre ellas, se destacan por su belleza y osadía tres inmensos obeliscos graníticos, que son los principales atractivos montañísticos de la región y que, desde siempre, hacen que sobre sus paredes se concentre la mayor parte de la actividad de los escaladores. La exploración de esta área montañosa remonta a la segunda mitad del siglo pasado. Para mayor exactitud, las primeras noticias escritas son de 1879, por obra del teniente J. T. Rogers, quien llevó a cabo un amplio reconocimiento en el territorio de Última Esperanza y pudo ver desde lejos las graníticas Torres del Paine. Es interesante señalar que el nombre Paine sólo entró tardíamente en la nomenclatura oficial, y que, al comienzo, todas esas montañas eran denominadas “Cordillera de los Baguales” o “Sierra de los Baguales”.

Rogers escribe, en efecto: “La Cordillera de los Baguales, que es solamente una parte o sección de los Andes, es de formas muy caprichosas y sus cimas son nevadas. Aparece truncada en su parte meridional, dejando un monte cortado a pique y tres puntas notables, que se divisan en lontananza y que las gentes de la región llaman Paine por su semejanza con otra montaña del mismo nombre que se halla en la República Argentina”.

Cinco años más tarde la región fue visitada por el capitán Carlos M. Moyano, quien ha dejado este otro testimonio: “La Cordillera de los Baguales, que he citado como límite oriental de Chile, comienza a distinguirse hacia el noroeste pocas millas después de haber alcanzado el altiplano meridional, destacándose en primera fila un curioso pico, que los indígenas llaman con los nombres de Paine, Carron y otros, mostrando cierta confusión al denominarlo, por lo que he aprovechado esta circunstancia para imponerle el nombre de una de nuestras glorias patrias, el de Andrade”.

Según De Agostini, el primer colono que buscó establecerse en estas regiones fue un cierto Don Orsimbo Santos, chileno, emprendedor y muy laborioso que llegó allá el 8 de julio de 1908, encontrando un verdadero paraíso terrenal. Dada la suavidad del clima y la gran riqueza de la región, Don Orsimbo decidió radicarse allí, llevando también unos cincuenta bovinos. Tres años más tarde, habiendo prendido fuego a buena parte de los bosques, le fue posible introducir ovinos, y el millar de cabezas iniciales se multiplicó muy pronto prodigiosamente. Fue el mismo Orsimbo quien hospedó a De Agostini en el curso de las exploraciones de éste en la región, iniciadas en 1917 y proseguidas en 1929 y 1943. En el curso de la primera campaña de exploración, el salesiano, acompañado por un guía local, recorrió todo el sector meridional de la región de Última Esperanza, siguiendo en buena parte el curso del Río Serrano que, con lentos y perezosos recodos, se desliza por la pampa hasta desembocar en el fiordo de Ultima Esperanza. Durante este viaje, él pudo admirar de cerca las desconocidas vertientes septentrionales del Monte Balmaceda.

La exploración llevada a cabo en 1929 tenía como objetivo determinar la verdadera naturaleza del sector central del macizo, sobre la cual circulaban extraños relatos. En efecto, hasta el capitán Moyano había dejado, de esta cuenca montañosa vista desde lejos, una relación en la cual, si bien prudentemente, adelantaba la hipótesis de que podía tratarse del cráter de un antiguo volcán. De Agostini cuenta así la llegada a la cuenca terminal: “Cuando, a la una de la tarde, llegamos a la cima del cerro a 1.250 metros, se presenta a nuestras miradas el circuito total en el que termina el valle: el misterio que encerraba este rincón remoto del Paine ha sido develado completamente. Nos hallamos encerrados en un amplio anfiteatro, constituido por formidables paredes de montañas que, similares a ciclópeos bastiones y a torres de una terrible fortaleza, defienden esta cuenca contra toda invasión externa… no existe aquí traza alguna de vulcanismo, como lo demuestran las rocas granodioríticas, de las que está formada la cadena”.

La última exploración de De Agostini es de 1943, y se dirige al sector septentrional del grupo con un reconocimiento a lo largo del Río Paine hasta las orillas del Lago Dickson. Con ella concluye también virtualmente para el Grupo del Paine la etapa de las grandes exploraciones de reconocimiento geográfico y cognoscitivo y se inicia el periodo dedicado más específicamente a escalar todas aquellas magnificas y grandiosas cimas (…)

FUENTE
Cuadernos Patagónicos Techint – (Cuaderno Nº7: El Paine)
www.tecpetrol.com/patagonicos/cuaderno7/cuaderno7.html

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