El arte, un espejo y una ventana

Texto: María Eugenia De Cicco
Fotos: Soledad Baudino

Jorge Linquiman conjuga su labor artística con su trabajo como integrante del equipo de coordinación del Hogar Emaús. Con su obra invita a otros a “ser artistas” y hacer uso del derecho al ocio como una herramienta para la reflexión y la autorrealización.

El arte, en todas sus expresiones, puede ser una herramienta transformadora. Jorge Linquiman pone en práctica esta idea, no sólo en su propia obra sino también en los talleres que se realizan en el Hogar Emáus, institución que nació para dar “techo a los sin techo”, con la intención de acompañar a personas en situación de calle. En junio, Linquiman realizó su primera muestra de arte junto Violeta Conde y Hugo Rangone en la Escuela Municipal de Arte La Llave. En octubre, sus obras serán exhibidas en la Sala Panozzi del Centro Administrativo Provincial.

¿Cómo incursionaste en la escultura?

-Hace veinte años empecé haciendo tallado en madera y en piedra, eso me fue llevando a trabajar con diferentes materiales. A partir de allí empecé a incursionar en algo escultórico, con más volumen. Fui al taller de Nadia Guthmann y desde hace un año y medio voy al taller de Fernando Méndez que trabaja con metales. Me resultó interesante el trabajo con el metal, con materiales reciclados, chapas, hierros. Eso fue un buen descubrimiento, tuve que volver a aprender la técnica de cortar y soldar, cosa que había aprendido en el secundario.

¿Cuál es tu punto de partida para hacer una obra?

-A partir de reflexiones de lo que se vive en lo micro, en la ciudad y también en lo macro, en una escala más grande. Hay algunas obras en las que he tratado de plantear una problemática social, cosas que vivo, siento, cosas que me identifican con lo que quiero decir. Otras que son más a nivel personal, emocional o sensaciones.

¿Cómo conseguís los materiales?

-Los materiales se recolectan, en general, en basureros “clandestinos”. O se comparten en el taller y también tus amigos o gente conocida te guarda materiales porque saben que los utilizo. Es interesante reutilizar materiales que han sido desechados, abandonados.

¿Cómo es el proceso de creación de una obra?

-Parto de una idea inicial, de algo que me conmueve, que me llama la atención. Luego se va desarrollando la idea. Primero lo plasmo en un bosquejo o dibujo. Inmediatamente hay un diálogo con los materiales, con lo que voy haciendo. A veces pasa que empiezo con una idea pero la obra termina antes. En el ir haciendo y mirando lo que va apareciendo, vas tomando decisiones. Siempre ha sido muy interesante el proceso en el taller de trabajo, y estoy muy satisfecho con esto que estoy haciendo y esa satisfacción es un impulso a seguir, a trabajar en nuevas búsquedas.

¿Qué buscás expresar en tus obras?

-Mi intención de mostrar lo que hago es intentar transmitir que todos tenemos la posibilidad de hacer, de ser “artistas”, de crear a partir de uno mismo e invitar a otros a que hagan. Es un tiempo de ocio y un ejercicio que podrían hacer todas las personas. En el Hogar Emaús, en los talleres de música y dibujo, el baile, la escritura, la pintura y las distintas ramas del arte están presentes. En esas expresiones nos emparejamos todos en la cuestión de hacer y decir. Nosotros vemos cómo pintan los muchachos y nos quedamos con “la boca abierta” por lo que pueden hacer. Estas cuestiones humanizan a las personas. Acercar estos espacios para que el otro pueda hacer uso del derecho al hacer es una buena herramienta, un buen vehículo para expresarse, pensarse, hacer crecer la autoestima. Hay una cuestión de autorrealización que puede rebotar en otros aspectos de la vida. Si puedo con esto, tal vez, podré en otros órdenes, todo conlleva energía, esfuerzo, pero vale la pena el intento…

¿Qué balance hacés de la primera década del Hogar Emáus?

-El 28 de julio cumplimos 10 años, festejamos y agradecimos el apoyo. Emaús es un trabajo entre el Obispado y el Municipio de Bariloche, donde también tiene una pata importante la comunidad, en el aporte de recursos y el tiempo de los voluntarios. Sin su respaldo hay cosas que no podríamos hacer. Utilizamos mucho la figura del mosaico para hablar de Emaús: diferentes actores y esfuerzos que hacen una sola figura. Después de 10 años de trabajo uno puede comparar un recorrido que tiene que ver con la perseverancia, con una política social que permanece. El tiempo permite ampliar, corregir, mejorar, diversificar lo que se viene haciendo. También publicamos un libro Hogar Emaús, el amanecer al cabo de la noche a través de la Editora Municipal Bariloche. Es un trabajo en conjunto de varias personas de la comunidad de Emáus, tiene la impronta de quienes vienen trabajando en un objetivo. Próximamente estará a la venta. Queremos que circule y las personas puedan conocer lo que se hace aquí.

¿Hay una analogía entre tu trabajo en Emaús y tu obra artística?

-Sí, un metal parece algo duro pero también tiene una ductilidad. Poder buscar su lado blando, sensible y abrirte a descubrir su cara más amable. Esa es una pelea con el material, bajarle la fuerza que puede llegar a tener para que a la vista sea algo más llevadero. También es algo complementario a la tarea social. En el encuentro con personas de grupos vulnerados, uno descubrirá cierta dureza, resistencia. Es que vas al encuentro de personas que se encuentran atravesadas por el dolor, la enfermedad, la soledad: ir por ese camino requiere de cierto nivel de tolerancia, sobre todo de la tolerancia a la propia frustración. El trabajo social requiere paciencia para acompañar lo que el otro va expresando. También la mayoría de las veces nos vemos sorprendido por la capacidad potencial de las personas y uno espera y desea que surja ese ser único, rompiendo aquellas cosas que lo encadenan en su camino hacia la mayor autonomía posible.

En relación a esto, también en tu obra hay como dos facetas, una más dura o áspera y la otra más amable y acogedora. Pienso acá en las armaduras o máscaras y por otro lado en toda la serie de las flores. ¿Cómo vivís en el proceso creativo estas dos tendencias tan opuestas?

-Casi con seguridad la faceta más dura tenga que ver con las obras que expresan cierto descontento, frustración y dolor con lo social, con los que pasa a nuestro alrededor, con la visión de las cosas que suceden. No sé si es muy artístico, pero ante el dolor, la obra no debe ocultar esa herida. Y con seguridad aquellas obras más acogedoras tendrán que ver con una expresión de cuestiones más internas, más personales, sueños, proyectos, miedos y alegrías.

¿Qué proyectos a futuro tiene el Hogar Emáus?

-Esto es una institución muy viva, con muchos proyectos, cosas que nos falta resolver y encarar. Hay muchas ideas para seguir trabajando en función de la mayor autonomía de las personas que están en el hogar. Ver cómo acompañamos su reinserción en el mundo laboral, en la educación, la vivienda y la familia. Cómo resolver cada una de estas situaciones cotidianas. Hemos pasado de una atención básica de que nadie se muriera en la calle a cuestiones más cotidianas pero no menos importantes. Tenemos muchos desafíos. Este hacer permite estar en la búsqueda, es un paralelo con lo que me pasa en el taller. Seguir buscando respuestas, indagando y seguir concretando, buscar otros futuros y horizontes.

¿Y cómo artista? ¿Qué proyectos a futuro tenés además de la muestra de octubre?

-A futuro solo quiero poder seguir dedicándole tiempo al hacer, al jugar con las ideas, buscando formas y líneas que puedan expresarme y que esas “formas” impacten en los demás.

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