TEXTO MOIRA TAYLOR | FOTOS ERIC SCHROEDER
Con un encuentro de amigos, conocidos y nuevos parroquianos, “Tío Paco” festejó sus primeras tres décadas. Y lo hizo agasajando a quienes acompañaron, y aún lo hacen, el crecimiento de un sitio que se transformó en tradicional. Juan Pablo Toledano junto a su esposa Natalia Gallo, hija de los emprendedores y dueños del lugar, reviven los detalles de la celebración y ofrecen pinceladas respecto a su historia e identidad.
El 20 de julio de 2017 la esquina emblemática de “Tío Paco” se vistió de fiesta y lo hizo mostrando clase y un profundo agradecimiento a quienes, a lo largo de estos 30 años, han formado parte de las mañanas, los medio días, las tardes, noches y trasnoches del restaurante y bar que está disponible para comer, tomar o excederse con los dulces, entre gallos y madrugadas. Un lugar para recomendar, para disfrutar y para volver. Familiares, amigos, habitués y turistas se colmaron de excelente bebida y detalles gastronómicos que sólo “Tío Paco” sabe ofrecer. Cerveza Patagonia tirada de su chopera con diseño, vinos y espumantes de selección de Bodegas Del Fin del Mundo, whiskies de su completa selección de maltas. Picadas, brochette y empanadas como las que hacen las abuelas. Postres y toda clase de detalles que decían “gracias por estar” en cada bocado.
Hoy manejado por una nueva generación, hijos de los emprendedores que hace 30 años comenzaron este sueño, “Tío Paco” se irgue repleto de personalidad, dándole calidez, estética y excelencia a una esquina que ya es emblema para San Martín de los Andes. Acompañados por quienes vieron nacer el bar, hoy transformado también en restaurante de comidas caseras, amigos de la familia, viejos parroquianos, nuevos comensales y una lista de más de 150 personas, se festejó a lo grande. Porque, a diferencia de lo que canta el tango, 30 años de Tío Paco, en manos de la misma familia y respetando la misma visión y valores del comienzo es, sin duda, muchísimo.
Daniel Gallo, ideólogo y emprendedor de “Tío Paco” es, según palabras de Juan Pablo y Natalia, un apasionado por lo que hace. “El edificio de Tío Paco, desde su exterior hasta la ubicación de todo lo que lo compone, es obra e idea de Dani”, cuenta Nati con un orgullo que no esconde en las palabras. Fanático del pool, compró la mejor mesa que pudiera conseguir y se coronó con el único pool profesional en todo San Martín. “Tío Paco” es esa pareja emprendedora del San Martín de los Andes de otra época. Hoy ellos y la familia que conformó Natalia con Juan Pablo siguen poniendo el cuerpo, la energía y el amor para no olvidar los orígenes. Para ser y hacer el café y restaurante más tradicional de San Martín de los Andes.
Para descansar ya habrá tiempo
Un restaurante con insomnio, que apaga las luces tan sólo entre las dos y las seis de la mañana, y abre las puertas de su cocina para los antojos de sus comensales en cualquier momento. Un espacio amigable en su contextura y su trato. “Comer en Tío Paco es como sentarte en la mesa de tu abuela o de tu tío. El sabor es casero: la milanesa con puré es la clásica que disfrutarías en una mesa de domingo”, dice Juan Pablo, apasionado por contar lo que hace especial a la gastronomía del lugar. Cada detalle está pensado para que las ganas de regresar sean inmediatas. Su trayectoria, sus mesas y rincones invitan a recorrer tres décadas de historia y, al mismo tiempo, conocer la fórmula secreta para crecer con identidad.
Un poco de historia
El edificio donde hoy se encuentra el tradicional “Tío Paco” era, hasta 1987, la carnicería de Yamil Obeid, un nombre conocido en la vida del pueblo, “del San Martín de antes”, como le dicen los más veteranos. En ese año comienza la historia de un café con sello bien local, que fue creciendo al ritmo del pueblo sin perder su identidad, pero sumándole un perfil gastronómico mucho más importante.
Daniel Gallo, arquitecto y amiguero por tradición, se casó “allá lejos y hace tiempo” con Anay Teverna y soñaron con un lugar que fuera “el lugar” para el encuentro y la diversión del sanmartinense. Así en 1987 comenzaron con la fachada del edificio y adentro sirvieron los primeros cafés sin pensar que serían tantos. En “Tío Paco” la profesión de arquitecto de su dueño tuvo mucho que ver con la dinámica e imagen del lugar actual. Todas las modificaciones que se le fueron haciendo al edificio tenían una estratégica mirada sobre la cual descansaba la idea de un lugar con personalidad, con historia y, sobre todas las cosas, con la invitación permanente a entrar, disfrutar, quedarse y volver.
En 1991 deciden ampliar y desarrollar la segunda planta del restó bar, ofreciendo más espacio y algunos detalles imperdibles que se sumaron a sus sellos distintivos, como la mesa de pool o los ventanales en altura sobre la calle principal. La madera de raulí, las ventanas divididas (que rememoran a las viejas aberturas de las casas más antiguas del pueblo) sus colores, los detalles de la decoración, todo está pensado para que al entrar uno se sienta parte de esa historia que habita en cada rincón. Por último, en 1995, se construye la terraza sobre la esquina que, además de ampliar el espacio, permite que durante todo el día quienes ingresan al lugar disfruten del sol, el aire y de un lugar estratégico e imperdible especialmente en verano.
El cafecito devenido en restaurant y café
Ya para 1995 el espacio se había convertido en un bar y restaurante, con una amplia carta de comidas, sumado a la siempre interminable oferta de cafés, tragos, bebidas y licuados. La tradición de ser “el lugar” de los pueblerinos para juntarse a charlar, a debatir, a cenar y bailar fue dando paso también al turismo, que cada vez era más y lo elegía también como lugar de referencia. Las noches se hicieron un poco más cortas, aunque la madrugada lo encuentra despierto (siempre cierran mucho más allá de la medianoche). El espacio se volvió plural, con la posibilidad de encontrar lo que quieras (siempre que esté en la carta) a cualquier hora. Abierto desde las 8 de la mañana, es auténticamente un bar de pueblo que asume su cocina siempre abierta como un sello de compromiso, con propuestas caseras, abundantes y de calidad.
En treinta años de crecimiento fue desarrollándose su cocina y su experiencia. Su especialidad es escuchar al comensal y por eso mismo la carta ha ido ampliándose, incorporando platos para cada gusto. Plantan sus límites en la satisfacción del cliente. La sensación es que cada visita va creando su propio “Tío Paco”, su manera de disfrutarlo y de ser parte de esa historia, saboreando en cada plato un poco de lo que fue y es San Martín de los Andes.
Todos estos años han establecido un tranco tranquilo pero firme, lejos de los comienzos, cuando Nati decía en voz aguda “tío Paco” (aludiendo a su tío) y el nombre se acomodaba en un cartel con la leyenda de café; hoy “Tío Paco” ofrece además de su siempre interminable carta de bebidas, la posibilidad de una variada y exquisita gastronomía. Quienes la han probado, vuelven una y otra vez. Para los que no se han deleitado aún, el sólo ver pasar un plato o un postre por el rabillo del ojo implica una cita infaltable (e inevitable) para la próxima. Comer como en casa, atendido como un rey.
Tres décadas
Ser parte de una mesita de bar que tiene un poco de cada lugar, que cuenta historias de aquí y de algún destino predilecto de sus dueños es, de muchas maneras, una de las formas de participar de una idea clásica. “Tío Paco” tiene ese “no sé qué”, esa manera de hacer sentir como en casa al de San Martín pero también al que viene de visita. Será porque entre las mesas, detrás de la barra o en alguna mesita de sol de media mañana siempre están Daniel o Anay que saludan como siempre, como si el pueblo no hubiera cambiado en nada. O puede ser que sea la postal familiar que regalan Natalia, Juan Pablo y sus hijos que continúan la tradición. Será porque “Tío Paco” es esa combinación, ese equilibrio entre calidad, espacio, historia, atención, tradición y buena energía. Será tal vez por eso que este restaurante y bar en el centro de una pintoresca ciudad ha sabido ganarse 30 años de historia, un próspero presente y un futuro abrigado del calor familiar y las ganas de seguir adelante.
Infaltables en un buen bar
La colección de whiskies y maltas es la más grande de todo San Martín y de unos cuantos rincones del país. Arribado a un pueblo de tradición “whiskera”, Daniel Gallo se propuso tener todas las bebidas espirituosas que cualquier amante de ellas quisiera encontrar. Así, además de whiskies impecablemente servidos, cuenta con una extensa variedad de cervezas (artesanales, nacionales e importadas) y ahora una exquisita chopera de diseño, Incorporada por la nueva generación que regentea el lugar, con Cerveza Patagonia tirada. En vinos la selección es atinada y actual, con bodegas especialmente patagónicas y los infaltables clásicos de Bodegas de Fin del Mundo. Una interminable lista de tragos y la posibilidad y predisposición de crear nuevas invenciones a pedido del sabedor. Sea un buen Fernet Branca, una clásica Quilmes o una Patagonia con su toque regional, siempre hay un pretexto para brindar. Porque la especialidad de la casa, además de la calidad y variedad, es la muy apreciada y no muchas veces encontrada atención. Las ganas de escuchar al comensal y servirle lo que quiere cuando lo quiere. Así, las buenas bebidas sirven como excusa para buenos momentos, en un espacio que sugiere, incluso imperceptiblemente, las ganas de pedir “otra ronda”.
De sabores, platos y otras yerbas
Si de platos y sabores es la velada, no importa si es medio día, tarde o noche, la cocina siempre está abierta. En picadas son especialistas, variadas y abundantes se explayan en la mesa y en los paladares: ahumados, quesos, brochettes, regionales, entre otros manjares. Y la mejor manera para disfrutar de “la Picada Tío Paco” es acompañarla con el clásico Fernet o con una cerveza tirada Patagonia para compartir y maridar cada bocado.
Para los que comen por los ojos, una trucha al limón o a la manteca negra es un clásico de la cocina patagónica de Tío Paco, acompañadas con unas simples pero exquisitas papas o verduras salteadas. Si la idea es darse todos los gustos nada mejor que un excelente blanco de la Bodega Del Fin del Mundo.
Para los que buscan pastas están los sorrentinos de trucha o de ciervo. Para quienes disfrutan de los productos regionales, aquí los encuentran en una variedad de platos y propuestas, desde una pizza con jabalí o ciervo hasta una brusquetta de trucha ahumada, las opciones son muchas, casi tantas como las ideas del comensal. El postre, una copa helada que se “vende sola” y se ofrece en variadas combinaciones, con o sin alcohol, batida, con frutas o salsas naturales. Imperdible para ponerle la cereza a la velada. Así se come en este rincón de San Martín de los Andes. Se come disfrutando de cada bocado, del entorno y de la compañía, así como se come en casa o en la mesa familiar del domingo: rico, abundante y bien casero. En Tío Paco se come bien.
TÍO PACO
San Martín y Cap. Drury
San Martín de los Andes, Neuquén
Teléfono: (02972) 42-7920