POR REVISTA AIRE
FOTO ALEX ZIMMERMANN
Anabella Alcuaz, además de columnista habitual de AIRE, conoce muchísimo de vinos y sabe de lo que habla. Toda esa erudición está ahora respaldada, además, por el diploma de la Wine and Spirit Education Trust (WSET) de Londres. La sabiduría, independientemente de halagos y logros académicos, suele implicar un importante grado de simpleza. “Un vino sabe mucho mejor con buena compañía”, afirma.
Anabella Alcuaz es una de los cuatro argentinos que se graduaron a principios de este año, con el diploma del Wine and Spirit Education Trust (WSET) en Comercialización y Distribución de Vinos y Espirituosas del Mundo. La carrera la dicta el WSET, una prestigiosa institución londinense. Si bien es muy reconocida en Europa y Estados Unidos, es la primera vez que la especialidad se dictó en América del Sur. Alcuaz es profesora del Centro Argentino de Vinos y Espirituosas (CAVE) y gerente de Patagonia Vinos, en Bariloche. Su currículum es ahora más notable ya que es, también, Educadora Certificada del WSET. Ella tiene la palabra y explica de qué se trata.
¿En qué consiste el diploma? ¿Cuáles son sus características y requisitos?
– La carrera está dirigida a aquellas personas que trabajan en gerenciamiento y marketing en la industria de las comidas y bebidas, ya sea en el sector de desarrollo de productos como en la comercialización. Al diploma se lo considera el paso previo hacia una de las máximas calificaciones en el mundo del vino: el Master of Wine, que sólo lo tienen alrededor de 300 personas en el mundo. El hecho de que el diploma se haya dictado por primera vez en América del Sur no es casual: implicó un enorme desafío para todos los que lo emprendimos. El análisis sensorial a ciegas de las bebidas fue una de las mayores dificultades que tuvimos como grupo. Mientras que alguien que se prepare para rendir cualquiera de las materias en Europa o Estados Unidos puede ir al supermercado y comprar cualquier bebida que necesite catar, nosotros tuvimos que importarlas durante 3 años. La última materia que se rinde abarca todos los vinos tranquilos del mundo. El examen final dura seis horas y media. Consiste en una parte práctica, donde hay que realizar la nota de cata de 12 vinos. Tuvimos diez minutos para cada uno. La presión de terminar a tiempo se suma al stress de detallar la variedad, calidad y procedencia de cada muestra. Luego se realiza el examen teórico, donde te exigen mucho nivel de detalle en las respuestas.
Ahora que lo terminé, siento un gran alivio. Pero también la responsabilidad de seguir formándome. Al igual que en otras disciplinas, la industria de las bebidas es muy dinámica. Y visitar distintas zonas vitícolas, asistir a ferias internacionales o ser jurado en diferentes concursos es parte de esta formación post-diploma.
¿Por qué lo dicta una institución inglesa?
– Es exactamente lo que me pregunté cuando tuve ganas de estudiar sobre vinos. Siempre pensé que eran los franceses los grandes especialistas en vino. Pero empecé a averiguar y rápidamente di con esta institución londinense. Fue una alegría ya que se me dio la oportunidad de aunar dos grandes pasiones: el vino y el idioma inglés: soy Traductora Pública. Hay razones que explican la cuestión: Inglaterra es el segundo mercado más cosmopolita del mundo en lo que a vinos se refiere después de Alemania. Ellos producen muy poco vino, pero son sagaces compradores. Por eso conocen mucho de bebidas. El hecho de haber tenido tanto poderío naval y comercial durante varios siglos, hizo que desarrollaran grandes categorías de vino como el Oporto, el Madeira, el Jerez y el Bordeaux.
¿Por qué el universo del vino suele ser tan atractivo? ¿Qué es lo que te atrae particularmente del mundo del vino?
– Muchísimas cosas. Me maravilla pensar que un simple jugo de uva nos puede ofrecer bebidas con estilos tan diferentes: desde un vino joven, simple y frutado, hasta un vino de gran estructura que puede añejarse, pasando por vinos dulces con muchísima complejidad. Es una bebida tan noble y natural que puede ser consumida en todos sus estadios. Hasta cuando se transforma en vinagre. Aunque el vino es mucho más agradable, claro.
Me encanta el hecho de que un vino tiene historia, futuro e identidad. Los vinos de guarda van evolucionando con el correr de los años y cuando los abrimos nos cuentan su historia y nos recuerdan del paso del tiempo. Aunque en este mundo globalizado algunos vinos han perdido su identidad, aún se elaboran muchísimos vinos que la conservan. El hecho de que a través de nuestros sentidos podamos descubrir esa identidad es fantástico. Esto puede sonar a mágico, pero el diploma me llevó a descubrirlo. Con mucha práctica de cata, experiencia y conocimiento, se puede decodificar la procedencia del vino. Para los ingleses la cata es aplicación de conocimiento: se evalúan parámetros como la acidez, tanino, dulzor, cuerpo, entre otros aspectos, y enseguida surge, por ejemplo, si el vino procede de un clima cálido o frío. Al estudiar todas las denominaciones de origen y regiones productoras del mundo, conocés los estilos de vino y cepas que se elaboran en ellas. Cuando relacionás este conocimiento con lo que tus sentidos te devuelven, empezás a entender la identidad de ese vino.
Además del diploma, acabás de terminar la certificación en Londres para ser educadora del WSET. ¿Qué implicancias tiene el detalle en relación a tu trabajo?
– Trabajo en transmitir el placer del vino, sobre todo a los jóvenes. Siempre hago hincapié en la diferencia entre catar y beber. Cuando catamos estamos evaluando sensorialmente al vino; cuando bebemos lo hacemos por placer, y acompañado de una buena comida. Me preocupa mucho el uso funcional del alcohol que hacen hoy los jóvenes, divorciado del placer de beber con moderación. Estoy convencida de que un consumidor bien informado está en mejores condiciones de elegir un vino en la góndola. Esto hace que sea más fácil vender buenos vinos y que se puedan apreciar cepas menos tradicionales que nos entregan mucha complejidad como el Pinot Noir o el Riesling: como el consumidor no las conoce demasiado, no las elige. La Argentina tiene un potencial todavía muy grande en la industria del vino. Creo que debemos apostar a sostener la diversidad de variedades que se dan con excelentes condiciones, y sumarlas al Malbec.
Dadas las circunstancias, es casi inevitable: ¿cuáles son los vinos que más te gustan?
– Interesante pregunta. Para mí beber es compartir: un vino sabe mucho mejor con buena compañía. Por ejemplo recuerdo una cena donde estábamos con Jorge Goriziano, la condesa Noemi Cinzano y su marido, el enólogo Hans-Vinding-Diers, en Valle Azul. El padre de Hans, que también es enólogo, elabora el famoso vino dulce Tokaji, en Hungría. Esa noche Hans sacó una diminuta botella de Tokaji Esencia que llevaba 26 años de guarda. Fue una oportunidad única de probar un vino tan especial. Se bebe al final de la cena, en cucharita de té. El recuerdo de ese vino está ligado a la generosidad y la amistad de los anfitriones, que lo hace aún más inolvidable.
Anabella Alcuaz AIWS.
– Educadora Certificada del WSET.
– Profesora de CAVE.
– Gerente de Patagonia Vinos S.R.L
E-mail: anabellaalcuaz@gmail.com