POR MISKI PAGNUCCO
Si la canela en rama llama la atención por sus característicos aportes al mundo de la gastronomía, definiendo un antes y un después en cualquier plato, de la misma forma un cocinero profesional apasionado marca un antes y un después cuando por primera vez emprende su propio restaurante. La mirada cambia, el esfuerzo se multiplica y los agradecimientos están a la orden de las experiencias pasadas. Así lo detalló Pablo Luna, quien saborea con orgullo el engranaje de contrastes dulces y amargos de un emprendimiento propio, en Barrio Belgrano.
Inserta en un entorno de montaña, frente a un amplio parque con laguna se ubica una casa como salida de cuentos, Canela, un nombre sencillo, escogido sin vueltas para el restaurante, aledaño al complejo turístico Villa Sofía Hotel & Spa; su interior emana calidez y confort, en tonos naranjas y ocres característicos del lugar.
Luego de haber trabajado en cocinas locales de renombre, Pablo se encarga de darle sentido a los sabores en su propio local. Su cocina escapa a lo extravagante para amigarse con un estilo familiar, con buena materia prima, conjugando los colores, sabores y texturas de manera armónica.
Los productos orgánicos son para destacar, provienen de una huerta que la familia posee en la zona de El Bolsón, también los hongos, dulces, conservas, frutas finas y otras delicias son de esta zona de la Comarca Andina. “No propongo platos muy locos, si con mucho sabor, porque los productos frescos ofrecen esos sabores propios que hay que preservar. Juego con las diferentes preparaciones y presentaciones”, expresó Pablo Luna. “Estoy muy agradecido a mi familia por ser cocinero y propietario. Cuando uno es joven y la sangre hierve, no hay que dejar escapar la oportunidad de encaminarse de forma independiente. Hoy enseño a mi personal y al mismo tiempo aprendo a ser propietario. Si falta humildad en el rubro cualquier emprendimiento decae”, finalizó.
La carta alista ricas entradas, las sopas de invierno nunca faltan (una de calabaza y curry y otra de hongos), la ensalada tibia de hongos y queso azul es exquisita. También sobresalen el pollo laqueado en miel y soja, trucha y tomates confitados y las tablas de ahumados.
Los platos principales están todos muy buenos. Tres para destacar: salmón grillé sobre risotto de cebada y salsa cítrica, trucha crocante con vegetales al wok, pollo al Tandori y los sorrentinos de salmón con salsa de puerros.
Los postres también tienen su impronta: panna cotta de vainilla con compota de duraznos, strudel de manzanas (muy rico), copa Canela con helado, brownie y nueces, para compartir. Y el que te deja boquiabierto por la presentación y las ganas inolvidables de repetir la oportunidad es la marquise de chocolate blanco y negro. La canela acompaña en varias elaboraciones dulces; el strudel de manzanas con helado de canela también es muy recomendable.
Hay opciones para toda la familia y platos gourmet. Sin vueltas, Pablo recalcó que cada cocinero aporta en los detalles, busca resaltar un sabor en particular y complementarlo. Los productos regionales suman al juego un montón de posibilidades, pero hay que tener en cuenta que los clientes buscan platos específicos de cada restaurante: fundamento de las particularidades que hacen a cada carta y, en muchos casos, a los platos de autor.
La hora del té, con especialidades dulces y saladas, hace de este ritual algo sorprendente. Los cumpleaños, reuniones y encuentros son todo un clásico.
La carta de vinos (muy completa, con etiquetas nacionales e importadas) se confeccionó con el asesoramiento de la gente de Patagonia Vinos. En la cocina los vinos son infaltables: cocinar con ellos suma calidad gastronómica y creatividad.
En invierno, los invitados son bienvenidos con escabeches o sopas calentitas, vino caliente con canela y azúcar o guindado casero.
Es indispensable recordar que se encuentra abierto todo el día y posee amplio estacionamiento propio por calle Francia. –
Canela
Campichuelo 881
Tel. 02944-425074
restaurantcanela@gmail.com